Terry Holiday: la figura trans más emblemática de la vida nocturna de CDMX
Terry Holiday. Foto por Memo Hojas.

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Identidad

Terry Holiday: la figura trans más emblemática de la vida nocturna de CDMX

La revolución también se hace en tacones. Charlamos con esta pionera del transformismo en la CDMX.

Pestañas postizas, lentejuelas y peluca. Sin ser maga, el “truco” y el “hechizo” (palabras del argot gay para referirse al arte del transformismo) son su mejor aliado. Y Terry Holiday no es maga, reitero, pero cómo embruja. Empuñando el micrófono con una mano, meneando una melena que se antoja kilométrica y subida sobre unos tacones rojísimos como sus labios, comienza a corear:

Mira que…
El día que de mí te enamores, yo
Voy a ser feliz y con puro amor
Te protegeré y será un honor
Dedicarme a ti, eso quiera Dios

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El público, subyugado por el encanto de esta maestra del show, no tiene más remedio que entonar junto con ella la letra de la canción, haciendo retumbar el recinto. Hoy Terry Holiday personifica a Daniela Romo (uno de sus actos más aclamados) pero mañana puede ser Alaska o Cher.

Chilanga hasta el tuétano y nacida en 1955, Terry es un referente indispensable en la vida nocturna de la comunidad LGBTTTIQA+ de la Ciudad de México. Ser gay y no conocer a Terry es como ser católico y no conocer a la Virgen de Guadalupe, para pronto. Sus amigos la aprecian, sus compañeras de trabajo la respetan, sus espectadores admiran su arte. Y es que así se define ella, como una “artista multidisciplinaria y promotora de la vida nocturna”.

Pero para decirse artista, que es una palabra tan grande, no basta con colgarse medallitas y echarse flores: de veras hay que serlo. Nacida en el seno de una familia que valoraba y practicaba las bellas artes, Terry pasó sus primeros años embriagada de música: “Desde mi más temprana infancia descubrí, gracias a mi madre que era pianista concertista, el maravilloso mundo de la música y el teatro. Curiosamente me gustaba amarrarme una toalla o un trapo, y mientras ella tocaba, mis hermanos y yo bailábamos e inventábamos paraísos desconocidos, donde yo era la princesa, la sirena o el hada”.

En aquellos ayeres, apenas pasada la primera mitad del siglo pasado, aún no era Terry Holiday, sino un niño soñador. Pero ya desde sus cinco o seis años, en esa casa grande de Santa María La Ribera que le vio crecer, sabía que dentro de sí había algo que demandaba germinar. En la semilla de su conciencia ya se adivinaba la flor y el fruto que la llevarían a ser una de las figuras más reconocidas del show, el cabaret y el congal. Con una afición temprana por el arte —siempre el arte—, se recuerda a sí misma ensimismada en sus pasatiempos: “fue muy joven cuando descubrí que tenía facilidad para la pintura y el dibujo, y paralela a la Escuela Normal, tomaba clases en Bellas Artes, en el Taller Infantil de Artes plásticas No. 1”, recuerda.

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Terry Holiday. Foto por Memo Hojas.

“Crecí y conocí la Zona Rosa cuando tenía como 15 años. Me emocionaba en las galerías, donde admiraba las obras de García Ocejo, Cuevas y Leonora Carrington. Además, como mi secundaria estaba en Coyoacán, conocí La casa Azul en esas ‘pintas’, antes de que Frida fuera la figura de moda que es hoy”. Cuando se aventuró a conocer los bares, la vida nocturna no era lo que es hoy: la Ciudad de México estaba aún en el clóset y ella presenció cómo se fue dando muy tímidamente la apertura en ese tema.

“Los primeros bares que conocí eran bugas, todavía no había bares abiertamente gays. Es más, el término 'gay' no existía aún. Pero me llamaban mucho la atención, y cuando empecé a trabajar en el teatro, también empecé a salir y conocer lugares. Un amigo mío, Alfonso Gómez Evans, adquirió por un traspaso el primer bar gay. Ahí empezamos a dar show, aunque no se podía bailar. Se llamaba El Mio Mondo, y estaba en las calles de Morelos y Abraham González, donde ahora es el Centro Banamex”.

Esos intentos de la ciudad por la apertura coincidieron con una suerte de revolución interior. Como si la Ciudad y Terry fuesen almas gemelas, ella también fue descubriéndose dueña de otra personalidad. La figura del joven cedía para iniciar su metamorfosis y convertirse en ella. “Tendría como 17 años cuando trabajé en HAIR, una ópera en rock. En esa puesta en escena, el director decidió que yo haría papeles femeninos, lo que me encantó. Mi familia asistió a verme y yo nunca tuve un problema por eso, aunque a mi papá no le hacía mucha gracia”.

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Después vendría la labor que la consagró como un referente en la vida nocturna de la comunidad arcoíris: “Mis primeros personajes a interpretar fueron Bette Midler y Diana Ross. También estaban Eva Garza y Lupita Palomera. Después de todos estos años manteniéndome en este oficio, los personajes a los que más cariño les tengo son Eugenia León, Cher y Linda Ronstadt”.

Los tacones, esos amigos y aliados de toda transformista, no sólo aumentan su estatura y le dan femineidad, también han sido testigos en primerísimo plano de todos los escenarios que ha pisado. “Trabajé en el Fru-frú, en el Lírico, en El Patio, en el auténtico Teatro Garibaldi (que ya ni existe), en las mejores discos gays de la Ciudad de México y de casi todo la República. Fuera de México trabajé en el Embassy Auditorium, en Los Angeles. De todos esos escenarios tengo hermosos recuerdos, aunque el Fru-frú tiene un sitio muy especial, porque ahí trabajé por primera vez en HAIR y también con Alejandro Jodorowsky, en Lucrecia Borgia”.

A pesar de que muchos la reconocen por su labor en antros, el adjetivo de “multidisciplinaria” no es gratuito: “también trabajé en cine: experimental, de ficheras y de autor. No le he temido a ningún género. Recuerdo entrañablemente A fuego lento, película perdida de Juan Ibáñez, donde bailé en el Teatro Blanquita con Pérez Prado. También le tengo especial cariño a Acorazado, de Álvaro Curiel de Icaza, que filmamos en Veracruz y Cuba”. Si a alguien las palabras “todo terreno” le quedan como un traje a la medida, es a ella. Con la misma facilidad que se desprende de un personaje para interpretar a otro, también cambia de disciplina con una ligereza envidiable.

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Este transitar por el cabaret, el transformismo, el teatro y el cine no han pasado desapercibidos: muy por el contrario, se le ha reconocido como una de las figuras más emblemáticas de la comunidad LGBT. Ha participado en programas de televisión, ha sido fotografiada en innumerables ocasiones y sus retratos han sido exhibidos en una gran cantidad de exposiciones en México y el mundo. “Para mí es muy importante el documental que el Maestro Arturo Ripstein hizo sobre mi vida y trabajo, es uno de los más hermosos homenajes que he recibido”.

Terry Holiday. Foto por Memo Hojas.

Terry se sabe dueña de su arte. ¡Ay de aquella que ose posarle!, porque la pobre incauta saldrá “bufada” con una gracia y una elegancia que combinan el poder de un jalón de greñas y la sutileza de un pestañeo. Pero así como puede ser mordaz, también sabe ser humilde y reconocer el trabajo de compañeras y compañeros del gremio, además de que no desdeña el trabajo de las nuevas generaciones. Cuando habla del movimiento drag, por ejemplo, reconoce tanto a las pioneras como a sus continuadoras: “El movimiento drag no tiene nada de nuevo. Ya en los 80 Jaime Vite y la Kitsch Company hicieron drag, o Tito Vasconcelos en su 'Flor de fango'. Lo que es maravilloso es que en la era del internet se haya retomado, enriquecido y mexicanizado, creando unas verdaderas mostras del drag. Son chicos con un gran talento, y como en el drag que conocí allá por los 70 y 80, con prácticamente nada logran hacer una maravillosa manifestación artística”.

Precisamente para ellas, las herederas de los escenarios tiene un mensaje claro: “una vez más, y no me cansaré de decirlo: esto no se trata de 'y me solté el cabello, me vestí de reina, me puse tacones y me pinté y era bella'. No. Hay que preparase y estudiar. Ballet, canto, diseño de ropa. Lo que quieran hacer, háganlo sin miedo: pero primero estudien”.

Tal vez estas nuevas generaciones de performers no sepan a ciencia cierta cuánto le deben a las pioneras, a las primeras trans que se atrevieron a irrumpir en el escenario con ropa de mujer para hipnotizar a su público. Así como Sir Isaac Newton alguna vez escribió: “si he llegado a ver más lejos es porque me subí a hombros de gigantes”, probablemente estas nuevas generaciones de drags han llegado tan arriba porque otras, como Terry Holiday, se pusieron primero los tacones y alcanzaron, mucho antes que ellas, la gloria y el cielo.

@PaveloRockstar

@MemoHojas