Instagram

Hablemos de esa gente que le hace una cuenta de Instagram a su mascota

Una de las razones por las que tanto gustan las mascotas es porque no hablan y no pueden decirnos lo patéticos que somos.
mascotas de instagram
Romeo. Imagen vía Romeorocks/Instagram

Mi relación con los animales nunca ha sido muy buena. Cuando era pequeña tuve algunas mascotas, concretamente dos: mi periquito, Chiquitín, y mi hámster, Gus. La verdad es que no era muy original con los nombres. Lo reconozco. Les asignaba uno cuando ya hacía meses que los tenía porque era muy indecisa y nunca encontraba el nombre perfecto. Lo que caracterizó nuestra relación fue básicamente mi temor hacia ellos. Me dan miedo la mayoría de animales, sobre todo las aves. Esa sensación de incertidumbre de no saber cuándo van a volar y esos estrábicos ojos muertos me aterrorizan.

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El caso es que el año pasado me fui a vivir sola de alquiler y pasó lo que tenía que pasar. Adopté un gato. Tenía tres meses y lo bauticé como Gary (como el caracol de Bob Esponja). El proceso fue un poco extraño. Tuve que ir a unas jornadas de adopción un domingo a las 10 de la mañana. Me hicieron esperar fuera de la sala en la que había dos parejas y yo (sola). Todos sujetábamos un transportín para demostrar que estábamos preparados para dar ese paso en nuestras vidas.



En ese momento una sensación de agobio me invadió. Me sentí como en las clases de educación física del colegio en las que siempre me elegían la última al formar equipos. ¿Y si consideraban que las parejas eran más aptas que yo y no me daban un gato? ¿Y si me quedaba la última en entrar a la sala y me tocaba un gato con problemas de conducta o, pero aún, un gato feo? Se abrió la puerta y corrimos todos a por el gatito más adorable. Unos minutos más tarde ya tenía al elegido.

Me acerqué a comunicárselo a la mujer de la protectora, la cual me miró desconfiada y empezó a hacerme muchas preguntas. Me dijo si vivía sola y me puse nerviosa, tanto que grité: ¡SÍ, SOY SOLTERA! Tras mi confesión se hizo un largo e incómodo silencio y luego continuó con sus preguntas. Al final, conseguí a mi nuevo compañero de vida y de piso.

“Una cosa es acariciarlos, jugar con ellos e incluso hablarles y otra es volcar en ellos nuestras ansiedades"

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A las pocas horas de que Gary se hubiese instalado en mi casa, ya tenía la memoria llena de mi móvil de fotos y vídeos de mi compi felino. Tan solo se las pasaba a mis amigos por Whatsapp y subí alguno que otro Stories. Es cierto que era tan mono que en algún momento pensé en crearle una cuenta de Instagram, pero era demasiado curro y distraería al gato de su función principal: ser completamente dependiente de mí para que no tuviera que estar ni un minuto sola y así no reflexionar sobre lo triste que es mi vida.

Todo iba bien hasta que me di cuenta de que Gary requería más atención de la que yo podía proporcionarle. Me sentía mal si salía de casa y lo dejaba solo. Fue un completo desastre. A los pocos días de tenerlo, me encontré de madrugada diciéndole que le quería, pero que no podía tenerlo. Pronuncié mi discurso de despedida entre lágrimas mientras el gato dormía. Mis llantos no le despertaron, puede que porque yo se la sudaba bastante.

Todas estas experiencias marcaron mi relación con los animales y me enseñaron dos cosas. La primera es que no venden ropa a juego con la tuya para tu mascota y la segunda es que dejé pasar una oportunidad de hacerme rica a costa de subir fotos de mi gato a las redes.

Cada vez hay más cuenta de animales en Instagram. De hecho, seguro que sigues a alguna mascota influencer porque te encanta ver a gatitos bebés en cajas de zapatos o, simplemente, porque la lleva alguien que te quieres follar y harías lo que fuera por conseguirlo. Si los influencers (personas) caen en depresiones y demás, me pregunto cómo afecta el hecho de ser una estrella de las redes sociales a los animales y, sobre todo cómo les repercute que los humanicemos.

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El veterinario Santiago García comenta que inevitablemente lo hacemos, pero “una cosa es acariciarlos, jugar con ellos e incluso hablarles y otra es volcar en ellos nuestras ansiedades en forma de comiditas especiales y que esto redunde en no enseñarles las reglas básicas de convivencia, lo que va a generar problemas psicológicos”. Queda descartado, entonces, eso de darle un trocito del pollo del KFC a tu perro. Lo mejor sería que le dejases lamerte las comisuras de los labios para que cate solo el sabor a grasilla. Por otra parte, el veterinario Marco Villén cree que lo preocupante está en cómo conseguimos que nuestra mascota haga la croqueta o cualquier otra monería.

¿Puede que obligar a nuestras mascotas a adoptar comportamientos de humanos esté alterando el suyo propio? ¿Les estamos provocando una crisis de identidad? Para entender un poco todo esto, busqué en Internet los perfiles de mascotas influencers, contacté y hablé con ellos (con sus dueños, o eso espero).

Pippa es la chihuahua de María. Creó la cuenta de casualidad, pero ya le dedica más horas que a la suya personal. En los 5 años que la perra leva de influencer, se ha disfrazado de Karl Lagerfeld, El Cuento de la Criada o Steve Jobs. María dice ice que a Pippa le encanta la cámara porque la tiene asociada con estímulos positivos.

"Cuando tu perro es casi tu única compañía es normal que llegues a humanizarlo”

No obstante, solo mantiene esta faceta de artista de cara a sus casi 63k seguidores. En casa se comporta como un perro normal, sin bisutería ni chalecos. Para ella, “lo importante es que cuides a tu perro y si para alguien eso incluye ponerle ropa, un gorro y hasta gafas de sol, me parece fantástico. Ojalá todos los perros tuvieran a alguien que los “humanizase” de esa forma, ¿no crees?”.

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Por otro lado, Marta solo tiene una cuenta de Instagram y es la de su perro Romeo. Cuando era un cachorro le paraban por la calle para hacerse fotos con él, así que pensó que sería una buena idea crearle un perfil en las redes. Sus casi 40k de seguidores aman su naturalidad, ya que, su dueña explica que no le aplican mucho retoque a las fotos. Reconoce que tiene muy humanizado a Romeo, hasta tal punto que tiene una silla para comer en restaurantes, en las terrazas… ya que si no, no para de molestar. No saben si es bueno o no, pero dicen que tienen un perro que es un “lujo”.

Bruma, la perra de Dani, se apoderó de sus redes. Al principio, su dueño comenzó con su propia cuenta de Instagram personal, pero al darse cuenta de que las fotos de su mascota eran las que más éxito tenían, comenzó a darle más protagonismo hasta tal punto que ya cuenta con casi 84k seguidores .

En su perfil se pueden ver fotos de Bruma con la famosa chaqueta amarilla del Zara que se hizo viral hace un par de años, haciendo yoga o leyendo un libro. La humanización de las mascotas le parece normal porque: “Los perros hoy en día están haciendo una gran labor para la soledad, en especial en personas mayores, cuando tu perro es casi tu única compañía es normal que llegues a humanizarlo”.

Prada y Cotton, los gatitos de Clara, son más fotogénicos que ella y, por eso, dedica más tiempo a sacar instantáneas de los felinos que a ella misma. Sus gatos “se humanizan solos”, dice, “juegan con el ipAd, ven la tele y se beben su café si se descuida”. Tiene ropa para ellos de Aliexpress que se la pone de vez en cuando, pero no mucho porque no quiere que la acaben odiando.

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De cara al futuro, le gustaría seguir enseñándole al mundo todo lo que son capaces de hacer sus gatos. “Veo muchos vídeos de gatos haciendo cosas de gatos normales que se viralizan y la gente flipa con eso y pienso que entonces si vieran todo lo que hacen los míos igual les explotaría la cabeza”.

“Se humanizan solos: juegan con el ipAd, ven la tele y se beben su café si se descuida”

Es evidente que ninguno de estos animales lleva una vida típica de mascota, ya que dedican algunas horas a posar para que sus dueños consigan una captura de su mejor perfil o de su momento más ‘cute’. Estos animales, además de jugar a coger la pelotita, dedican su tiempo de ocio a posar ante los focos. Llevan una doble vida, por así decirlo.

Pienso que todo este fenómeno, el boom de las cuentas de Instagram de mascotas, es un síntoma de que cada vez somos una sociedad más individualizada, asocial y egoísta. Compramos (o adoptamos) animales porque depositamos en ellos todas nuestras esperanzas para superar nuestros traumas.

Los queremos para ser más felices nosotros mismos. Creo que una de las razones por las que tanto gustan las mascotas es porque no hablan y no pueden decirnos lo patéticos que somos. Tan solo se comunican con nosotros lamiéndonos con su lengua, esa con la que se ha chupado antes sus genitales.

Me gusta mucho lo que dijo Carmen Castro, psicóloga coordinadora del área de terapias asistidas con animales, en una entrevista en El País. Fue esto: “La mera existencia de la tipología de razas ya es un reflejo de cómo manejamos al animal a nuestro antojo, con tamaños mini para facilitar nuestra movilidad, hasta sin pelo para mantener la limpieza en casa. ¿Y si en lugar de cosificar o humanizar empezamos a tratarlos como lo que son: nuestras adorables mascotas?”.

Lo único que he sacado en claro de este artículo es que cuando sea una anciana, no podré ir a darle de comer a las palomas porque me seguirán aterrorizando, y tampoco podré tener un gato que me coma cuando me muera en mi mecedora mientras veo ‘Acacias 38’.

@soycardo

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