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VICE World News

La gran solución de las bandas callejeras para reducir el nivel de delincuencia

Digan lo que quieran sobre las pandillas, su modelo funciona cuando se trata de atraer a los jóvenes. Es el momento de utilizar ese modelo para salvar a los niños y reducir la violencia y el crimen.
Jean-Marc Giboux

Este artículo es parte de la colaboración de VICE News con la Cumbre de Justicia estadounidense.

Chicago se ha convertido en una ciudad famosa por su violencia, con el mayor número de tiroteos registrado en su barrio de Englewood al sur de la urbe. Más de 260 personas han sufrido disparos en esta comunidad de 45 bloques en lo que va de año, y cuarenta y una de ellas han muerto.

Durante más de una década he trabajado en Englewood con jóvenes en situación de riesgo, que forman parte de bandas y del sistema de justicia de menores. Durante los últimos cinco años he vivido en Englewood con mis tres hijos. A pesar de que casi todos los bloques pertenecen a una facción de la banda, no corro el riesgo de convertirme en su objetivo — aunque, al igual que todos los que vivimos aquí, estoy muy atenta a las balas perdidas.

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Según la policía, el 80 por ciento de los asesinatos y tiroteos en Chicago son llevados a cabo por jóvenes y jóvenes-adultos integrantes de bandas. Hay una epidemia de jóvenes muriendo en las calles o entrando en el sistema de justicia o penitenciario para menores, y no está sucediendo únicamente en Chicago — todos los barrios marginales destruidos por las drogas y la violencia están sufriendo el mismo mal.

Por esta razón, tenemos que examinar las respuestas a dos importantes preguntas: ¿Qué es lo que lleva a los jóvenes y a los jóvenes-adultos a unirse y a permanecer en las bandas? ¿Y qué les motiva para estar dispuestos a matar, a ser asesinados, o incluso a ir a la cárcel?

En 2003, empecé a entrevistar a miembros de bandas callejeras en Harold Ickes Homes en Chicago, por aquel entonces un proyecto de viviendas públicas que se convirtieron en el centro de una estructura criminal de notoria violencia sumamente organizada, y en un lugar donde las bandas tenían absoluto control sobre edificios enteros. Cada vez que le preguntaba a un miembro de una banda por qué permanecían en ella, aun a sabiendas de que ello les iba a llevar a la muerte o a la cárcel, la respuesta siempre incluía dos palabras — "amor" y "respeto".

También constaté que la adhesión a una banda proporcionaba una necesidad emocional secundaria tal vez igual de importante: un propósito para vivir. Cuando los miembros de la banda me hablaron de sus infancias marcadas por conflictos y problemas de todo tipo, fue fácil conectar los puntos. Si los niños se desarrollan en un entorno familiar poco propicio, se vuelven vulnerables al atractivo de entrar en una banda, que no satisface únicamente esos aspectos emocionales, sino que además les facilita oportunidades para ganar dinero.

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Chicago cuenta con más de 150.000 miembros de bandas. Que digan lo que quieran, pero el modelo de las bandas funciona. Así que me di cuenta de que la clave para ayudar a estos niños y jóvenes — y, por extensión, para ayudar a reducir la cantidad de violencia que azota la ciudad — era duplicar el modelo de las bandas. Sólo que sin drogas, crímenes ni asesinatos.

Primero tuve que hacer que los jóvenes se entusiasmaran con el proyecto, así que encuesté a muchos de ellos en el barrio de Englewood en 2004 y les pregunté qué les podría hacer abandonar la banda. El boxeo fue la respuesta número uno, y por consiguiente el boxeo se convirtió en la primera plataforma que usé para atraer a los jóvenes miembros de bandas. La música, con el tiempo, se convirtió en la segunda plataforma. El modelo puede ser adaptado a cualquier actividad o deporte; la clave estriba en mantener tanto la propiedad como el funcionamiento orgánicos de las mismas en manos de los propios jóvenes.

Empezamos el programa piloto y el gimnasio de boxeo en el proyecto Crushers Club, donde pequeños grupos de los miembros más jóvenes son orientados por jóvenes de más edad, que son a su vez monitoreados por supervisores jóvenes-adultos. Damos empleo a estos grupos de líderes a tiempo parcial por menos de 5.000 dólares al año, ellos dejan de trabajar para las bandas y se comprometen a cambiar no sólo sus propias vidas, sino la de sus compañeros.

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Cabe destacar que el encarcelamiento de un menor durante un año le cuesta al estado de Illinois unos 90.000 dólares.

La clave es proporcionar el mismo sentido de pertenencia, amor, respeto, y propósito que mantuvo a éstos jóvenes como parte de una banda - en otras palabras, no sólo un cheque, sino su entrada en una segunda familia. Y el compromiso debe ser a largo plazo; debido a que si sólo tenemos a los jóvenes por un par de meses o incluso si fueran un par de años, pudiera ser que encontraran la estabilidad durante ese tiempo, pero la banda les estaría esperando a su salida para atraerlos nuevamente.

Encarcelar a los enfermos mentales nos haces a todos menos seguros. Leer más aquí.

Crushers Club centra sus esfuerzos en redimir y emplear a jóvenes en situación de alto riesgo e involucrados en el sistema de justicia de menores, con el fin de que terminen de cumplir la libertad condicional y que no se les amplíe la condena. Utilizamos el mismo lema que las bandas: Vivo para vosotros, moriré por vosotros. Las estadísticas muestran que un 85 por ciento de los jóvenes vuelven a delinquir dentro de los primeros 3 años en Illinois. Sin embargo, nuestros primeros resultados muestran a jóvenes que están acabando de cumplir su libertad condicional, dirigiendo su tiempo y atención al Crushers Club, y pasando menos tiempo en la calle.

Sally Hazelgrove es fundadora y directora ejecutiva de Restoring the Path- Crushers Club.
Sigue a Crushers Club en Twitter: @crushersclub