Preparé una cena con los platillos favoritos de Trump

Estaba sentado en mi escritorio un viernes por la tarde, como muchos otros, cuando me pegué al monitor para ver la toma de posesión de Trump, y me sentí enfermo. Mientras soltó su discurso ominoso para la nación, sufrí un poco. Cuando dieron las 6 PM, me di cuenta de que estaba tan agobiado que ni siquiera había podido comer en todo el día.

Ahora bien, cuando un email llegó a mi bandeja de entrada a principios de la semana, invitándome a "comer como Donald Trump" en el bar de un hotel de Kensington, en Londres, la noche de la ceremonia, lo ignoré. ¿Qué más podía hacer? "Asistir para disfrutar de los bocadillos favoritos de Trump durante la campaña", seguía diciendo, "siguiendo el verdadero espíritu 'hazlo bien o vete a casa' de Donald Trump". Todo parecía muy grotesco.

Pero con Trump sano y presidente oficial, una cuenta bancaria vacía y un hambre grave con la cual lidiar, decidí aprovechar la oportunidad. Una cena con temática Trump en un bar exclusivo en el oeste de Londres está muy por fuera de mi zona de confort, pero me dicen que la obstinación es lo que causó este desastre en primer lugar. Así que será una especie de acercamiento.

Esto sucedió.

Llego al hotel y tomo asiento en el bar relativamente tranquilo. No puedo evitar sentirme un poco abrumado. No hay banderas de Estados Unidos, no hay cartones con la figura de Donald. El único vestigio que percibo de Trump es el susurro de un tipo sentado cerca que murmura algo racista.

"Creo que no haremos nuestro menú Trump", me dice el gerente del bar cuando intento ordenar un cóctel 'Otro Lado del Muro' apretando los dientes. "Alguien de la oficina principal pensó que al final sería un poco inapropiado".

"No me digas", pienso para mis adentros, mirando el menú cancelado. Enumera una serie de cócteles con nombres problemáticos (¿alguien quiere un 'Inmunidad Democrática' o 'Toupee Infernal'?), así como los "snacks favoritos de Trump durante la campaña" incluyendo pastel de carne, huevos y la hamburguesa Trump Tower. En lo que debe ser una referencia al amor por los tacos y los "hispanos", el menú también incluye dos platillos de inspiración mexicana.

En este punto, estoy muy molesto. Primero Trump se convierte en presidente y ahora he viajado por media ciudad sin siquiera poder probar alguna delicia marina.

Impasible, me atraganto la botana gratis y me dirijo a la puerta, pero no sin tomar uno de los menús de Trump. Al diablo, si el bar lujoso no me prepara snacks de Trump, tendré que hacerlo yo mismo.

Son las 9 PM cuando finalmente llego a mi supermercado local, pero estudié el menú en el metro y seleccioné lo que voy a preparar. Tres bebidas y unos cuantos bocadillos es todo lo que puedo controlar, así que tomaré atajos cada vez que pueda.

¿Macarrones con queso? ¿Puré de chícharos? Ambos vienen enlatados. No hay hamburguesas o carne molida en los estantes, pero hay una alternativa vegetariana que no necesita cocción. Eso me ahorrará tiempo.

De vuelta en mi cocina, empiezo con el hot dog de pescado, ofrecido en el bar con "salsa tártara, chícharos triturados". Como las políticas de Trump, el menú no era muy detallado. Y al igual que las políticas de Trump, decidí que iba a improvisar.

Son las 10 PM ahora, Donald Trump es presidente y mientras sumerjo una tira de pescado en agua hirviendo, no puedo evitar entrar en desesperación. El agua burbujea y adquiere un color turbio, así que rápidamente junto todos los componentes dentro de un pan para hot dog.

Añado una capa de mayonesa y una pizca de alcaparras, voilá el hot dog a la Trump está listo.

A continuación, mezclo el pastel de carne con huevos, es decir la carne picada vegetariana, en un recipiente para hornear. No había avellanas en la tienda (Trump prefiere el platillo adornado, según el menú), así que trituro unas nueces de la India que encuentro debajo de mi cama.

El platillo final es la hamburguesa Trump Tower: macarrones con queso fundido de lata con el resto de la carne molida falsa, servidos en un bollo brioche, como sugiere el menú. Miré la variedad de platillos que había creado y, al igual que el electorado de Estados Unidos, no podía creer lo que había hecho.

Es más de media noche cuando paso al menú de bebidas, el momento que he estado esperando desde que esta extraña noche comenzó. Si bien ahogar mis penas es una opción tentadora, mis propósitos de Año Nuevo me lo impiden. Los haré sin alcohol, me convenzo a mi mismo. Estaré bien.

No está bien. El Swing State está en el menú, un brebaje emocionante con whisky de maíz texano ahumado, bourbon, amargo de madera, especias de maple y corteza. No es sorprendente que mi mercado local no haya tenido muchos de estos ingredientes, así que hago lo que puedo con lo que tengo en el refrigerador y la alacena. ¿Amargo de madera? Mi amigo, arborista, me lanza un trozo de abedul.

Mi 'Otro Lado del Muro' debió estar repleto de tequila, pero en realidad tiene más toronja, azúcar y corteza. Dejé de intentarlo para cuando llegué a la 'Dama Blanca'. Mi versión del cóctel de ginebra y claras de huevo es un limón entero dentro de un frasco y un huevo entero con el cascarón destrozado.

Al final, mi cena Trump es muy decepcionante, pero el simbolismo de lo que he creado no está perdido, aunque es la 1 AM. Muy parecido al nuevo presidente de EEUU, la comida es desordenada y desagradable, se ve asquerosa y me deja con un terrible sabor de boca.

Aún así, no ha sido enteramente un desperdicio. Mi compañero, un poco ebrio, llega tropezando y se come la cena. Todo es muy 2017.