Edgeplay no es la escena sadomasoquista de tu abuela

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Edgeplay no es la escena sadomasoquista de tu abuela

Chupa pulpos e ingiere comida para gato.

Fotos por Edmund X. White

Frente a mí hay una mujer desnuda, encadenada entre dos hombres y siendo abofeteada con un pulpo muerto, mientras el público (una docena de personas) observa. No es una instalación de arte, aunque técnicamente es un “espacio artístico” y pagué diez dólares para entrar. Es un seminario edgeplay.

Edgeplay es una cosa sexual. Es una cosa sadomasoquista. Y aunque el sadomasoquismo entre adultos consensuales es bien visto por muchos, edgeplay no lo está tanto. Edgeplay se refiere a actos considerado no seguros, sanos o consensuales, lo que suele indicar travesuras sexuales. Este es el tipo de sado que nunca terminará en una novela erótica para madres.

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Así es como Madeline y Z —la pareja que dirige el seminario— lo explican antes de pasar a las cachetadas en su tinta:

“Edgeplay es tantas cosas, y con frecuencia termina siendo lo que tu círculo considere ‘atrevido’”, dice Madeline, quien está desnuda. Mientras habla, Z, completamente vestido, le clava una aguja en la espalda y comienza a llenar una taza con su sangre. Levanta el vaso y le da un trago, antes de fondeárselo como si fuera un shot.

“Nos han sacado de clubs por hacer esto”, dice Z. Sus dientes están cubiertos de sangre. “Me encanta”. Recorre el borde del vaso con su lengua como si fuera sal.

Como todo tipo de actividad kinky, los entusiastas del edgeplay hablan entre ellos en línea, y ahí fue donde me enteré sobre Z y Madeline. Hay un grupo dedicado al tema en FetLife, la red social basada en el sexo. En uno de los foros se le pregunta a los miembros qué es lo más “extremo” que han hecho. Las respuestas iban desde “jugar a las pistolas con un policía”, hasta “soy una mujer negra, y fui a una fiesta temática de los años veinte encadenada a mi pareja blanca” y “ponerle un parche Icy Hot en su piercing Príncipe Alberto, mientras dormía”. No me imagino cómo esto último puede ser sexy, pero sólo porque no sea lo mío no quiere decir que esté mal. Espera, quizá sí lo esté, dado que esto es edgeplay, y se supone que el edgeplay está mal.

Aunque la comunidad sadomasoquista siempre ha marcado una línea entre lo que está bien y lo que está mal (por ejemplo, tomar sangre no está bien porque así se transmiten enfermedades), la definición de algo edgeha cambiado con el tiempo. En los ochenta y noventa, cosas como la escatofilia, la zoofilia y las suspensiones estaban prohibidas, pero ahora son algo común en este tipo de eventos kinky. (Bueno, la escatofilia es un poco menos común, porque ¡qué asco!). Las opiniones sobre lo que debe y no estar prohibido han cambiado gracias a una mejor educación. Internet abrió las puertas a más discusiones sobre ética sexual, más guías y más sexo adulto en general. (¿No te encanta leer sobre temas sexuales que mejoran tu vida sexual, en lugar de leer sobre puras ETS?) Todo esto quizá empujó los elementos más extremos del sadomasoquismo a lugar más peligrosos y supuestamente divertidos.

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“El edge que nosotros hacemos se llama consentimiento para actuar sin consentimiento, es decir, rapeplay (o juego de violación)”, dice Madeline al público. Habla con cariño sobre su juego. Jura que mantiene su relación a la plazo viva y fresca, y a la vez, su relación de confianza les permite hacer esto.

Z dice que saber cómo hacer rapeplay tu pareja implica conocer a tu pareja. Lo compara con elegir un regalo de cumpleaños. “Te preguntas: ¿qué es lo que ya tiene? ¿Qué necesita? ¿De qué hablan siempre?” Se trata de observar, y Z dice que es lo opuesto de comunicarse, pero igual de importante.

Todo esto es particularmente edgy dada la controversia reciente en la comunidad sado. Inspirados por la campaña por la Cultura del Consentimiento en Inglaterra, dirigida por las activistas sadomasoquistas, Kitty Stryker y Maggie Mayhem, muchas personas han comenzado a hablar sobre abusos sexuales y violaciones dentro de las escenas sadomasoquistas locales. Y muchas veces, estas historias eran escondidas, y los líderes de las comunidades preferían no lidiar con ellas. “Nos frustraba que la gente no hablara sobre los problemas de violar el consentimiento, y cuando la gente hablaba todo era descartado como un simple drama. Esto es muy peligroso porque el sadomasoquismo es ilegal en muchos lugares, así que acudir a la policía no es una opción”, me cuenta Kitty.

En FetLife, los miembros empezaron a nombrar a los abusadores. Al principio, el sitio prohibió esta práctica, y después el presidente y fundador de FetLife, John Baku fue acusado de asalto sexual en Tumblr. Durante la cúspide de todo esto, Crimson señaló la “glorificación del edgeplay” como parte del problema.

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Le pregunté a Kitty si cree que es más fácil sortear el tema del consentimiento con el rapeplay. “Creo que entre adultos que dan su consentimiento, jugar a cualquier cosa está bien, pero si te lo tomas tan en serio que no puede dejar de hacerlo, o no puede hacer que dejen de hacértelo, ya no está bien”, me contestó. También me dijo que esto requiere una gran cantidad de confianza. “¿Confías en que esta persona no romperá tus límites, y te dejará bien al final?” Quizá Crimson estaba ligeramente equivocado. Más que glorificarlo, la comunidad sadomasoquista está camino a erradicar la idea del edge por completo. Así, pueden enfocarse en cómo comunicar el consentimiento, y no en decir que es “bueno” o “malo”.

Aun así, es un poco perturbador que Z habla de amarrar a Madeline, quien le tiene pavor a los payasos, a una mesa, amordazarla y obligarla a ver escenas de Heath Ledger en El Caballero de la Noche. Madeline estaba encabronada, pero esto resultó en un sexo ardiente. Mientras cuenta su historia, Z amarra a Madeline a una silla, y la encadena entre dos participantes del público.

“Tengo una sorpresa”, anuncia Z, entrelazando sus manos. Saca un par de pulpos de una caja de unicel. No huelen a pescado, más como a orina caliente o ese olor que queda en el aire después de tener sexo. Madeline tose y Z le pide a los dos hombres (uno de ellos con una máscara de payaso)  que la sujeten. Se resiste, agitándose entre los dos hombres. Z le embarra los tentáculos en la boca y la nariz mientras ella protesta.

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Z le da una señal al hombre con la máscara de payaso. “Nooo”, dice Madeline. “Puedes hacer que el payaso se vaya”, dice Z, “si chupas el pulpo… o te arrodillas y comes comida para gato”. Madeline hace una mueca con los cachetes rojos: “¿Y el payaso se irá?” pregunta. Él asiente. “Chuparé el pulpo”.

Después de su acto, Madeline le dice al público que cuando ella y Z juegan en calabozos, la gente se levanta y le preguntan si están abusando de ella. Madeline dice que esto no le ofende; es la pregunta correcta.

Un día después, le marqué a Madeline y le pregunté si haber lamido el pulpo la había excitado. “¡No!” gritó. Dice que todo el acto fue asqueroso, pero que comer comida de gato es realmente repulsivo. “Aún así, camino a casa los dos estábamos calientes”, continúa. “Creo que de eso se trata el consentimiento para hacer cosas sin consentimiento, no te gusta en el momento, pero tres semanas después… quizá te prenda”. Al parecer, tres semanas es el tiempo que toma para que el olor a pulpo desaparezca de tu memoria. Y eso implica que te puedes masturbar a gusto con ello. Sin embargo, para muchas personas esa es una manera muy complicada de venirse.

Rachel Rabbit White es periodista, ensayista y tuitera. Escribe sobre sexo, género, relaciones, y otras cosas de las que uno no debe hablar.

Edmund X. White

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