FYI.

This story is over 5 years old.

Identidad

"Yo no acepto lesbianas en mi casa": así es ser gay en una familia homófoba

Yo no salí del armario, a mí me sacaron.

La palabra lesbofobia no aparece en el diccionario oficial de la lengua española y es un tipo de discriminación homófoba. El testimonio de Tania es un ejemplo, uno muy cruel, de su significado.

Impacientes, los padres de Itzel golpearon la puerta de la casa de Tania , como intentando demostrar su descontento: estaban ahí para exigir a la joven que les dijera dónde estaba su hija.

Tania caminó a la entrada de su casa y vio a los padres de su novia.

Publicidad

—¿Dónde está Itzel, Tania? Se ha escapado. Dínoslo ahora mismo—, ordenó el padre en tono agresivo, como si la adolescente fuera su peor enemiga.

—No lo sé. La vi esta mañana, pero no sé dónde está.

—¡Queremos hablar con tus padres, Tania! ¡Llama a tu padre!

—No, no lo voy a hacer.

—¡Que le llames, maldita lesbiana! Ya sabemos qué hay entre vosotras.

El padre de Tania oyó los gritos. Alarmado, camino hacia la puerta de su casa para averiguar qué pasaba. ¿Cómo se atrevían a llamarle así a su hija?

—¿Qué pasa aquí?—, preguntó.

—Necesitamos hablar con ustedes.

—¿Qué ha pasado?—, le preguntó a Tania.

—No sé.

—Entra.

Tania corrió a su habitación y llamó por teléfono a su novia prófuga. Le anunció que sus padres estaban ahí, hablando con los suyos. Itzel le informó de dónde estaba y le pidió: "Vente para acá".

Yo no salí del armario, a mí me sacaron.

Minutos más tarde, los padres de Tania entraron en casa, él visiblemente molesto.

—Dinos dónde está Itzel.

—No sé dónde está.

—¿Qué está pasando? Dinos—, exigió.

—Bueno, —comenzó ella; después hizo una larga pausa y tomó aire— lo que pasa es que creo que tengo otras preferencias sexuales.

Pese a sus nervios, a la joven se le ocurrió decir algo que podría atenuar la tensión del momento.

—Creo que soy bisexual.

En su mente, aquello no era tan drástico como decir: "Papá, mamá, soy lesbiana".

***

Yo no salí del armario, a mí me sacaron

Nací y crecí en La Pradera, en la Ciudad de México, y soy lesbiana desde que recuerdo. Siempre existió ese temor, las mismas preguntas: "¿Qué soy? ¿Por qué me gustan las mujeres si lo normal sería que me gustaran los hombres?"

Publicidad

En la escuela había una niña muy guapa. Me volvía loca. También estaba ese niño de quien todas mis compañeras estaban enamoradas. Yo les seguía la corriente. Decía: "Ah sí, qué guapo es Ernesto". Pero pensaba: "Uy, no, no, no".

Todos mis romances de adolescente fueron a escondidas. En la secundaria, Adriana, la niña más lista de clase, fue mi novia. Primero fuimos amigas y después mejores amigas. Un día le dije: "Me gustas mucho, ¿y si lo intentamos?" Nos besábamos en los baños cuando no nos veían. Nadie podía saber que éramos novias. Hablábamos por Messenger cuando acabamos la secundaria.

Cuando estudiaba en el Cetis 54 tuve una novia, Itzel, un año mayor que yo, de 16 años en ese entonces. Yo no salí del armario, a mí me sacaron.

Sus padres se enteraron porque un amigo de ellos nos vio besándonos en la estación de metro de San Lázaro. Corrió a contárselo, probablemente muy asustado, igual que una señora que ese mismo día se persignó cuando me vio abrazar a mi novia.

Por la tarde, un amigo en común fue a buscarme. "Los padres de Itzel se han enterado; dice que vayas mañana a buscarla a su escuela", me dijo.

No lo creía. Me asusté mucho. Prácticamente, yo vivía en su casa, cercana a la parada Villa de Aragón. Al salir de la escuela me iba con Itzel. Para los demás, éramos mejores amigas. Su padre bromeaba: "Vosotras dos sois novias". Nosotras, nerviosas, nos mirábamos y reíamos.

Sus padres me iban a dejar en mi casa. Vivíamos a unos tres minutos de distancia en coche.

Publicidad

Nos conocimos porque un tío, hermano de mi padre, tenía negocios en el Centro. Yo le ayudaba, Itzel trabajaba ahí por las tardes. Comenzamos a gustarnos y a besarnos a escondidas.

Itzel vivía en el armario al cien por cien. Sus padres eran homófobos al cien por cien. Me contó que ese día le echaron una buena bronca. Le prohibieron salir y le exigieron que se olvidara de mí.

Esa noche se escapó de casa. Yo estaba en la mía cuando llegaron sus padres.

***

La propuesta de mi padre fue que, para arreglar la situación, me iban a enviar al psicólogo.

Mi madre, como siempre, no habló. Decía "sí" a toda palabra que pronunciara mi padre.

Él es muy machista. Si charlábamos nosotras, explotaba: "¿De qué habláis? ¿Qué escondéis?". No había relación madre-hija. Siempre fue: mis padres y yo, o mi padre y yo.

Yo era joven. Pensé: "A lo mejor sí me ayuda el psicólogo". Yendo, todo sería normal y me iban a gustar los hombres.

Mis padres me casaron con un chico, ellos y un psiquiatra dijeron que yo no era apta para decidir por mí misma

Quería despedirme de Itzel. "Solo me quiero despedir, fue genial lo que pasamos". Mi padre me insultó: "¡¿Cómo se te ocurre?!". Se puso muy agresivo. Yo estaba muerta de miedo. Mi madre continuaba en el sofá. Quería que dijera algo. No pasó nada. "Te vas a la cama porque mañana vamos al psicólogo".

Más tarde me escapé. De verdad quería decirle adiós.

Mi novia estaba dispuesta a marcharse. Dos días después se fue a despedir de sus amigas. Cuando llegó al lugar, sus padres la esperaban y se la llevaron. Durante dos meses no supe nada de ella. Una amiga me dijo que sus padres la sedaron, que estaba medicada. No salía. Fui a buscarla. No hablé con ella porque estaba con sus padres. Parecía ida. Me dio mucha pena.

Publicidad

La volví a ver hace unos cinco años. Me buscó: "Mis padres me casaron con un chico, ellos y un psiquiatra dijeron que yo no era apta para decidir por mí misma". Su esposo la violentaba.

Si te volvemos a ver por aquí, no la cuentas, vamos a hacer que desaparezcas. No te queremos cerca de mi hermana, lesbiana

No podía hacer nada por ella. Una vez, para tranquilizarme, la busqué. Sus hermanos me vieron y estuvieron a nada de golpearme. "Si te volvemos a ver por aquí, no la cuentas, vamos a hacer que desaparezcas. No te queremos cerca de mi hermana, lesbiana".

Eso le sucedió a Itzel. Por mi parte, aquella vez que regresé a casa, tras un par de días, mi padre me recibió con unas bofetadas.

—¡¿Qué te pasa?! ¡Yo no voy a aceptar en mi casa a una tortillera!

—¡Espera, espera! Me voy a curar, vamos con el psicólogo.

La psicóloga me dijo que no había nada de malo en mí. Eso me alivió, pero yo no podía decirle a mi padre: "La psicóloga me explicó que quien está mal, ¡eres tú!". Ella me sugirió que fuéramos los tres a terapia. Yo me negué. Decidimos trabajar otro asunto.

Miguel, el esposo de mi tía, hermana de mi madre, me violó de los ocho a los dieciocho años.

Mis padres, comerciantes, me dejaban al cuidado de mi abuela materna. Él tenía unos 30 años, no trabajaba. El primer abuso fue un 6 de enero, día en que los reyes me trajeron unas deportivas grises. Fui al bosque con mi prima y su padre, mi tío, a estrenar el jeep que a ella le regalaron. Esa vez, jugando a las cosquillas, me tocó.

Publicidad

Fue una violencia psicológica extrema. Durante años me manipuló para que no ppusiera resistencia. Cuando tenía 18 años fui sola a un Ministerio Público a denunciarlo. La denuncia no procedió por falta de pruebas. Antes, le conté a mis padres lo que había sucedido durante años. Mi padre le preguntó a mi tío si era cierto. "No, ¿cómo crees eso? Eres mi compadre. Para nada".

Nadie me creyó.

Dejamos de ver a los abuelos. Se cortó la comunicación con la familia.

Mi tía continuó con él. A mis primas les dijeron que yo malinterpreté la situación. Entré en una depresión. He sido depresiva desde los nueve años, pero he intentado que los demás no lo noten. Sufría conmigo. Escuchaba música y tocaba la guitarra.

Mis padres y yo no volvimos a tocar el tema. Nunca más.

***

A los 18 años acabé el bachillerato. Después estudié Ingeniería de Sistemas en la UNITEC de Ectapec. Yo quería estudiar Derecho, pero mi padre insistió en esa carrera desde que yo tenía 13 años: "Será Ingeniería y punto". Para no discutir más, accedí.

Tras lo sucedido entre Itzel y yo, continué saliendo con chicas, a escondidas de mis padres y del resto de la gente, pues no existen muchos lugares para lesbianas.

Mi padre me pagaba la universidad porque yo estabacurada. Yo les juraba a todos que así era.

¿Te acuerdas de mi mejor amiga? Es mi novia

Cuando estudiaba en el instituto, tuve dos novios. Para aparentar, nada más. Al segundo de ellos, incluso, le conté todo.

Publicidad

—¿Sabes qué? No puede haber algo entre nosotros. ¿Te acuerdas de mi mejor amiga? Es mi novia.

—Ah. Pues… bien. Genial.

—Échame una mano, por favor, mis padres no se pueden enterar.

Aceptó. Mis padres siempre han sido homófobos. "¡Pero qué asco, quitad eso ahora mismo!", gritaba mi padre cuando aparecían en la televisión dos chicas besándose. Una vez íbamos en el metro y dos chicos se abrazaron. De nuevo me recordó que los gais le provocábamos repugnancia. Sentía mucho miedo.

Por eso le prepuse eso a mi ex. Salíamos los tres: él, Itzel y yo.

Mi amigo cómplice continuó haciéndose pasar por mi novio. A mi padre él no le encantaba, pero al menos era un hombre.

Tenía una doble vida. Inventaba cosas todo el tiempo

Después comencé a salir con una mujer mayor, de 40 años. La conocí en el chat. Ella vivía en Cuautitlán Izcalli. Un día nos fuimos de paseo a La Marquesa. Cuando regresé a casa, mis padres me esperaban: "Necesitamos hablar contigo". Habían revisado mis cosas. Dijeron que una vecina me había visto besándome con una chica en la esquina.

Eso no era verdad. Yo era muy precavida. No hacía nada cerca de mi casa. Tenía una doble vida. Inventaba cosas todo el tiempo. Ese día, por ejemplo, dije que me había ido con unos amigos. No había otra. Mis padres me pedían explicaciones de todo.

Esa tarde me echaron de la casa. Yo iba a cumplir veinte años.

—¡Lo he hecho todo por ti, sigues en las mismas, no vas a cambiar! ¡En mi casa no voy a aceptar tortilleras porque tengo a una niña a quien cuidar!

Publicidad

Mi padre se refería a mi hermana, 13 años menor que yo.

—Te vas como llegaste.

Cogí una mochila, el dinero que tenía guardado y mi teléfono. Caminé hacia la puerta mientras oía a mi madre llorar y preguntarse: "¿En qué fallé?".

Mi plan era irme con mis abuelos maternos, que viven frente a la casa de mis padres, pero le conté a mi novia lo que había pasado. "Vamos a adelantar los planes, vente conmigo". Así lo hice. Durante los últimos días de diciembre de 2010 comenzamos a vivir juntas. Mi padre me llamaba para insultarme. "Eres la peor cosa. ¡No entiendo por qué eres mi hija!". Apagué el teléfono y me desconecté de ellos durante tres meses. Mi novia me apoyó. Después nos casamos.

***

No estaba bien depender de alguien. Comencé a buscar trabajo, pero no había terminado la carrera. Acudí a David, un amigo de mi padre, a quien conocí porque, a veces, lo ayudaba en su negocio. Vende jerséis en el centro.

Siempre nos habíamos llevado bien. Se portaba bien conmigo. Él me invitó a comer y me dijo que no había problema, que me daría trabajo. Después me preguntó: "¿Para dónde vas?". Le dije que iba para la Zona Rosa y se ofreció a llevarme a un metro cercano. Él, que hoy tiene unos 60 años, me había llevado antes en varias ocasiones a casa. Le tenía confianza.

Yo te voy a hacer mujer, te voy a quitar lo de lesbiana

Me subí a su camioneta. Después de un rato se metió a una calle cercana a un metro. Me iba a despedir de él y cuando me acerqué, me agarró.

Publicidad

—Yo te voy a hacer mujer, te voy a quitar lo de lesbiana.

Quise abrir la puerta pero él echó el seguro. Sentí pánico, un terror como nunca.

Tengo bloqueado ese momento. Solo sé que quedé sin ropa y que cuando terminó me ordenó vestirme. Me dijo que si se lo decía a alguien se las iba a pagar.

Más tarde llegué a la parada de Insurgentes. "¿Qué te pasó?", me preguntó mi esposa. Fuimos a levantar una acta. Otra vez no procedió por falta de pruebas. Él dijo que había sido consensuado, pese a la marca de sus manos en mis brazos.

De nuevo me desconecté del mundo. Dos meses después me enteré que estaba embarazada.

No podría afirmar si mi violador es el padre de mi hijo porque por aquel tiempo me sometí a un tratamiento de inseminación.

Le propuse a mi esposa abortar. Charlamos, recordamos que nosotras buscábamos un bebé. Decidimos no investigar de dónde venía y tenerlo.

Nació el 14 de noviembre de 2011, en el Hospital de la Mujer. Mi hijo tiene tres nombres porque cuando quisimos registrarlo los funcionarios se negaron a añadir el apellido de mi esposa. Agregamos su nombre en masculino. Al menos mi hijo llevaría algo de ella.

Era legal lo que solicitábamos pero, simplemente, no querían. En todos los registros civiles nos dijeron que no era posible, sin darnos más explicación. Acudimos a muchos. Y nada. "¿Por qué no es posible?", insistíamos. "Porque no lo es".

En una guardería nos dijeron que no iban a aceptar a un niño que tuviera dos madres

Publicidad

Mi esposa dijo que era mejor que lo registráramos de esa manera porque ya habían pasado tres meses sin suerte. Más tarde, por medio de una adopción, pudimos añadirle su apellido, cuando mi bebé tenía poco más de un año.

Justamente por esta situación conocí laRed de madres lesbianas de México. Como no podíamos registrar a mi hijo, buscamos en internet. Antes se llamaba Mamás Les México. Formo parte de ella. Cada tercer sábado del mes nos reunimos para hablar de un tema relacionado con la discriminación que sufrimos las madres lesbianas. La red es feminista. Aunque a mí me ha costado adaptarme porque mi esposa, aunque ella no lo sabía, era machista. Ella pensaba que el feminismo es equivalente al machismo.

También colaboro con un grupo que se llamaAsí nunca más, que busca erradicar el abuso sexual infantil. Sabemos que compartir nuestra experiencia puede ayudar a quien pase por una situación similar.

***

Cuando vivía con mi ahora exesposa, mi padre visitó a mi exnovio, el primero que tuve y quien ya era mi amigo, para ofrecerle dinero a cambio de que regresara conmigo.

Mi ex sabía de qué iba todo. Le dijo que no. Mi padre no sabía dónde estaba yo. Estaba muy preocupado por buscarme novio.

Pasó el tiempo. Mi abuela materna me aseguró que me aceptaba a mí, a mi esposa y a mi hijo. Comencé a ver de nuevo a mis padres en reuniones en casa de mis abuelos. Mis padres me dijeron que las cosas iban a cambiar. "Te vamos a aceptar". No dije nada.

Publicidad

Mentían. Pasó muy poco tiempo para que continuaran las groserías y los desplantes. Se apartaban de nosotras si nos sentábamos cerca. No se les fuera a pegar.

Mi hijo, mientras tanto, crecía en una familia lesbomaternal. Por asuntos laborales de mi ex, vivimos en San Juan del Río y en Tijuana, donde terminé la universidad y donde en una guardería nos dijeron que no iban a aceptar a un niño que tuviera dos madres.

Mis abuelos dicen que soy una mala madre porque no le doy a mi hijo el derecho de tener un padre y, sobre todo, por ser lesbiana. Me lo dicen en cualquier momento

Esos años sufrí varias depresiones. Al ver a mi hijo, pensaba: "Hayas venido de donde hayas venido, eres tú quien me anima a seguir", aunque no podía evitar sentirme mal. Me quedaba en cama. Estaba triste.

El tema de la violación no se volvió a tocar entre nosotras.

Después de separarnos, en agosto pasado, me fui a casa de mis abuelos.

***

En un piso en el Centro Histórico, Tania fuma cigarrillos y bebe agua natural, acompañada de su esposa actual, a quien conoció en septiembre pasado, y con quien se casó hace dos meses.

Cuenta que el miércoles pasado discutió con su padre.

—¡Sigues en las mismas! ¿Qué ejemplo le estás dando a tu hijo?—, gritó él una vez más.

Como es habitual, su madre no habló.

Tania lanza una bocanada: "Mi padre la golpeaba cuando yo era una niña. Ella, que tiene 45 años y es solo dos años más joven que mi padre, asegura que eso ya no sucede. Aparenta estar bien, pero no es así.

"Mis abuelos dicen que soy una mala madre porque no le doy a mi hijo el derecho de tener un padre y, sobre todo, por ser lesbiana. Me lo dicen en cualquier momento. Yo les digo que mi familia está bien, que está conformada por tres madres porque mi ex ve a su hijo. Pensaba que mi familia materna me aceptaba, pero me equivoqué. No es así".

La mujer, que cumplirá 26 años este 21 de mayo, cuenta que un primo también la discrimina: "Estudia Psicología y dice que por 'mi seguridad lésbica' le voy a crear un conflicto a mi hijo. Cree que ser gay, lesbiana o bisexual se cura. Dice que estamos traumatizados.

"Aunque mi padre me discrimina todo el tiempo, con mi hermana es todo lo contrario. Se lleva superbien con nosotras.

"Cuando la familia de mi padre se enteró que era lesbiana y vivía con una mujer, se cortó la comunicación. Saludan a mis padres, pero nadie de ellos me dirige la palabra. El problema es conmigo, porque soy lesbiana".

@riveravazg