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Cultură

Soy adicta a los hospitales psiquiátricos

Deberíamos pensar en cómo los factores sociales contribuyen a la enfermedad mental.

Las instituciones mentales en Inglaterra cayeron bajo fuego este fin de semana cuando la Sociedad Psicológica Británica (BPS) lanzó un ataque contra aquellos en la profesión rival de psiquiatría. La BPS argumenta que está mal tratar una enfermedad mental como un problema biológico que puede ser tratado con drogas. Dicen que es tiempo de “cambio de paradigma” en la manera de tratar a pacientes con enfermedades mentales; y que diagnósticos como el autismo y la esquizofrenia no son válidos ni útiles. Debemos asegurar a la BPS, enfocarnos en cómo los factores sociales contribuyen a la enfermedad mental.

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Un argumento a favor aparece cuando vemos el problema que implica dar de alta a pacientes psiquiátricos y reinsertarlos en la vida pública. No hay ningún problema con tratar a personas institucionalizadas, pero si no tienen la herramientas para lidiar con el mundo exterior una vez que los medicamentos se agotan, ¿qué posibilidades tienen de reintegrarse? Un efecto secundario lamentable de ese problema es que los pacientes se vuelven dependientes de los cuidados, pues saben que es la única manera de lidiar de forma efectiva con sus problemas.

Mi amiga Alice es una de esas personas, y describe su dependencia como una acción a hospitales psiquiátricos. Esto me pareció extraño al comienzo, pero cuando piensas en el mundo exterior como una fuente de depresión y pensamientos suicidas, supongo que tiene sentido. Alice tenía ocho años cuando fue internada por primera vez en un hospital psiquiátrico. Estuvo ahí siete meses tras haber sido indebidamente diagnosticada con autismo y desde entonces ha entrado y salido de estos lugar de forma regular. Platiqué con ella sobre su adicción.

Alice con una de sus pinturas.

VICE: Hola, Alice. ¿Por qué fuiste internada en un hospital psiquiátrico cuando tenía ocho años?
Alice: Tenía problemas de ira de pequeña, y los de servicios sociales en lugar de darse cuenta que esto se debía a los abusos físicos que sufría, decidieron enviarme a un hospital psiquiátrico argumentando que tenía autismo. Estuve en un internado durante seis años después del hospital. Los hospitales mentales son como mi segunda casa y hoy sigo luchando con enfermedades.

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¿Cómo se dieron cuenta que no eras autista?
Cuando tenía 15 años, los de servicios sociales hicieron una investigación con la policía sobre mi vida. La policía venía a mi casa todo el tiempo porque yo los llamaba cuando alguien cercano se ponía violento conmigo, pero alguien cercano a ellos llamaba de vuelta para decirles que estaba mintiendo.

¿Pediste ayuda?
Llamaba a las líneas de ayuda todo el tiempo. Siempre me sentía desesperada porque tenía miedo de mi entorno. Después de la investigación, se dieron cuenta de que mis problemas de comportamiento se debían a mi situación en casa y no a un caso de autismo. El autismo es una condición permanente; yo ya no mostraba síntomas y no es algo que puedas “superar”.

¿Te sentiste desilusionada del sistema?
Sí. Me preocupa que esto nunca termine, o que sólo termine cuando esté muerta. Estuve en la lista de espera para recibir terapia durante un año y medio antes de entrar a un hospital. A los 17, vivía sola sin apoyo familiar y luchando por salir adelante. Hablé con mi maestra y le dije que me sentía deprimida y con ganas de suicidarme. Nada pasó y esperé año y medio para regresar al hospital. Fue un alivio. Si hubiera tenido ayuda antes, no habría tenido que regresar al hospital. Terminé por dejar la escuela y ahora han pasado cuatro años y sigo esperando mi terapia.

Una selección de las pinturas de Alice.

¿Te monitoreaban mientras estabas en el hospital?
Sí, pero la gente metía mota, pastillas, alcohol; todo eso. Estaba rodeada de personas que eran un peligro para ellos y para otros, pero estas cosas no eran monitoreadas. Si nos sentíamos inseguros y teníamos pastillas o navajas, era nuestra responsabilidad informar al personal. No tiene mucho sentido si no tienes la mente clara y quieres hacerte daño; ¿por qué pedirías ayuda si estuvieras en ese estado?

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¿Había alguien en particular que te diera miedo?
Había un güey con un fetiche de pies que me suplicaba que le enseñara los míos. Le dije “buenos días” una vez y me agarró los pechos y empezó a gritar que era una perra, pero las dos enfermeras en turno siguieron con su conversación. Las chicas están en posiciones muy vulnerables, así que intento quedarme en mi cuarto y pintar.

¿Has escuchado de personas que mienten para poder quedarse más tiempo?
Sí, claro. Yo fui una de esas. Todos estábamos enfermos, pero querían darnos de alta antes de tiempo para que pareciera que los tratamientos en ese hospital estaban dando resultado. Corríamos despavoridos por la idea de que nos dejaran ir sin familia, amigos ni ayuda. Llegó un momento en el que ser dada de alta era el mayor de mis miedos.

¿Conoces a alguien más que sea adicto a los hospitales mentales?
Yo no diría que esta chica era adicta a propósito; estaba enferma y no podía sobrevivir fuera de ellos. Se llamaba Cotton, tenía unos 70 años y era bipolar. Iba y venía de hospitales psiquiátricos desde que tenía 18 años. Había otro güey en nuestro hospital que tenía su edad, y se conocieron en el hospital la primera vez que ella fue admitida. Así que era obvio que el ciclo de entrada y salida llevaba un rato.

Cotton terminó comprometida con este güey. Supongo que es difícil conocer gente fuera del hospital. Seguro se sintieron como almas gemelas, encontrándose una y otra vez. Hace como 40 años los encontraron teniendo sexo. Eso es lo más emocionante que pasa en estos lugares.

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¿La gente siempre tiene miedo de salir?
Sí. Había muchos pacientes jóvenes, de 16 años, que se rehusaban a cambiar. Querían quedarse porque el mundo de allá afuera no es agradable para personas como nosotros. Además, creían que si dejaban de cortarse y ser autodestructivos, a la gente le dejaría de importar y se olvidarían de ellos, pero ya fuimos olvidados.

¿Así te sentías?
Hasta cierto punto. Tenía una relación horrible con mi mamá, pero nos volvíamos más cercanas cuando yo estaba enferma. Era increíblemente cariñosa y linda conmigo; más que nunca. Supongo que creía que entre más enferma estuviera, más le importaría.

¿Cuándo fue la última vez que estuviste en un hospital?
Hace dos días. No fue un hospital psiquiátrico, estuve internada dos días porque me tomé 32 paracetamoles. Después me dieron de alta.

¿Por qué crees que los hospitales psiquiátricos son tan adictivos?
Cuando estás adentro, te sientes seguro. Te vuelves tan dependiente de otras personas en lugar de que te ayuden a tomar tus propias decisiones, así que ahora no sé como sobrevivir en el mundo exterior. Estás lejos de las realidad, viviendo en otro mundo. Me encantaba, y la idea de dejarlo me aterraba. Cuando te quitan toda la ayuda y el apoyo, puede ser muy aterrador. Cuando estás ahí no quieres salir, y supongo que eso explica porque son tan adictivos.

Sigue a Mica en Twitter: @MicaSpeaks