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¿Nos extrañaron?

Un gordo que pelea medio desnudo

Un buen día de 1987, Marcelo decidió dejar todo para instalarse en Japón, comer arroz a toneladas y competir en la liga de sumo con el nombre de Hoshi Tango.

Foto cortesía de DDT Pro Wrestling.

El nombre de Marcelo Salomón Imach, maestro de natación, quizás no diga mucho por sí solo. Ni siquiera en Japón. Pero si hablamos de la estrella de sumo Hoshi Tango, la cosa puede cambiar. Esta es la historia de un hombre que, desde un país obsesionado con la pelota, se animó torcerle el brazo al destino y derribó las estúpidas metáforas sobre la vida y el fútbol que tanto abundan. Esta es la historia del primer luchador argentino de sumo en llegar a profesional en la tierra del sol naciente.

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Marcelo nació en Buenos Aires en 1965. Jamás imaginó la cadena de sucesos que desembocarían en dejar para siempre su ciudad natal, trasladarse a un país lejano y ganarse la vida compitiendo en un deporte que en Argentina resultaba más raro que un alfajor de pollo. Esa cadena de sucesos podría explicarse de forma tan sencilla que no haría justicia a lo que significa. Además de natación, Marcelo practicaba judo. Su profesor, que era japonés, le mostró el mundo del sumo. "En ese tiempo, las comunidades japonesas en países como Brasil o Paraguay tenían equipos de sumo. Mi profesor un día dijo: 'Argentina también tiene equipo'. Y así empezó todo", nos relata. Comenzó entonces a practicar sumo de forma amateur, igual que otros miles de deportistas que practican disciplinas poco difundidas y menos aún apoyadas en este lado del mundo.

El sumo es un deporte de lucha originario de Japón, con más de 1500 años de historia, donde prima muchísimo el respeto y además de ser un espectáculo, consiste en toda una ceremonia. El mismo Hoshi nos destaca eso como diferencial por sobre cualquier otra disciplina deportiva: "Existe mucho respeto hacia el contrincante. No como en otros deportes donde se insultan. Por la vestimenta y los peinados, es lo único que queda de la época samurai".

Un buen día de 1987, Marcelo decidió dejar todo para instalarse en Japón, comer arroz a toneladas y competir en la liga de sumo. Pero, ¿cómo llega un judío porteño a luchar en la cuna de este deporte milenario? La explicación parece, una vez más, demasiado sencilla: "Competí en torneos de Latinoamérica durante un año. En esos torneos participaban equipos 'japo'. Me propusieron entrar al sumo profesional. Y bueno, me vine", nos cuenta por Facebook desde Oriente.

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Fue así como nació Hoshi Tango. Su nombre surge de la combinación de "hoshi" (estrella) con la popular música ciudadana. En lo deportivo llegó a la segunda división japonesa (la última del profesionalismo con paga), tuvo algunos descensos, ascensos y ningún título. Disfrutó de una larga carrera de 1987 a 2004.

En sus comienzos, Hoshi se las arregló a la criolla. Se fue a un mundo completamente diferente sin conocer un solo kanji del idioma. Al principio, lo veían con el kimono y al no reconocerlo como luchador de sumo, lo confundían con un monje: "Como era flaco, y estaba con esa ropa 'japo', en la estación de tren me llegaron a pedir unas plegarias." Tuvo que adaptarse a mil cosas distintas: "Me pasó de quedarme dormido en el tren bala. Y si te dormís 10 minutos, aparecés en la otra punta del mapa". Hoy Marcelo está naturalizado japonés, y si bien vuelve al cono sur cada dos años, dice que ya no sufre más la nostalgia del asado.

Como todo adelantado, Hoshi Tango fundó escuela. Quizá se trate del primer argentino en haber desembarcado en el sumo japonés, pero no ha sido el único. Otro pionero lo siguió en su aventura: Hoshi Andes (nacido como José Suárez), quien también se retiró en 2004 y actualmente es un importante promotor del sumo en Sudamérica. En la época donde los Hoshis aterrorizaban los tatamis de segunda, no era común ver peleadores caucásicos y los pocos extranjeros aceptados en los establos japoneses eran hawaianos e isleños del Pacífico. Hoy, la liga también echa mano de rusos y mongoles.

Tras su retiro, Tango se rehusó a dejar de combatir y comenzó a practicar una lucha libre japonesa muy teatralizada —al estilo de las luchas mexicanas— llamada Dramatic Dream Team. Hoy, con 50 años, sigue siendo un verdadero ídolo del pancracio. Un volador empedernido cuyo peso no le impide desafiar las leyes de gravedad. Entre sus técnicas favoritas figuran las enigmáticas "Buenos Aires Midnight" y "Argentina Back Bleecker". Y en cuanto a palmarés, en la categoría libre obtuvo mejores resultados: un título de la Extreme Division, dos por equipos en la KO- D-6 Man Tag, y tres en la Ironman Heavymetalweight. Si yo hubiera ganado algo, cualquier cosa, con ese nombre, no necesitaría nada más en la vida.

Le pregunto si cree que su carrera ha servido para promocionar más la práctica del sumo en su país natal. "Quizás. Pero en Argentina, unos gordos que pelean medio desnudos no interesan". Más allá de los logros deportivos, nadie le quita a Hoshi Tango haber sido el primer argentino loco que decidió cambiar una vida de choripán y cloro por plantar bandera en el lejano oriente y seguir una pasión: la de lanzar a otros pesos completos fuera de un círculo de arroz. Hoy en Argentina existe un torneo que lleva su nombre y los pequeños sumatoris argentinos lo miran como modelo a seguir. Si me lo preguntan, de eso se trata la trascendencia y no de cosas como ganar otro clásico de verano más con gol sobre la hora.