FYI.

This story is over 5 years old.

Cultură

Cómo ‘Marie Antoinette’ me ayudó a ser una chica adolescente

Entre todas las perlas y la pompa, qué cool es ser una chica adolescente; qué terrible e injusto es.
Hannah Ewens
London, GB

Todas las imágenes vía YouTube.

Las malas reseñas son devastadoras —eres un pésimo escritor, nunca vas a vender nada, tu rendimiento es deficiente, no "vamos" a financiar tu próxima obra, tu futuro es incierto—. A ciertas personas les encanta decir que no les importa lo que digan las reseñas y aseguran que no es un forma de medir el éxito porque la opinión popular es barata. Esas personas o mienten o son ricas.

Marie Antoinette de Sofia Coppola fue abucheada cuando se exhibió en el festival de Cannes. La falta de contexto histórico y político enfureció a los críticos y a algunos miembros del público, sobre todo los franceses. En el periódico Le Figaro, el historiador Jean Tulard la describió como "Versalles en salsa hollywoodense" porque "deslumbra" con su "uso de pelucas, abanicos y postres, una sinfonía de colores" que "ocultan errores imperdonables y anacronismos voluntarios". Algunos interpretaron la película como autoindulgente o como una exploración de la infancia privilegiada de Coppola. Se le acusó de ser un caso de estilo sin sustancia. Fue un fracaso comercial en comparación con sus éxitos de culto anteriores como Lost In Translation y The Virgin Suicides. Sin embargo, todas las razones por las que fue odiada son lo que la hacen su mejor película.

Publicidad

Compré el DVD durante un periodo de insomnio de seis meses. Todas las noches me acostaba y ponía ya sea Marie Antoinette o Vanity Fair con Reese Witherspoon como Becky Sharpe —no sé por qué los dramas de época me gustaban tanto en ese entonces pero supongo que era una forma de escapar de la realidad—. Después de verla seis o siete veces, te sabes la película de memoria tan bien que es reconfortante, como ponerte un suéter que te gusta y que es prácticamente tu segunda piel. Presionas el botón de reproducir y cada nota y cada broma visual queda perfecto con tu propio audio mental y los cuadros se vuelven hipnóticos. En todo caso, "Versailles en salsa hollywoodense" es un lugar de ensueño para las niñas y debe ser celebrado por su singularidad.

La producción recibió acceso completo sin precedentes al palacio de Versalles y el presupuesto de Sony Studios fue de 40 millones de dólares. No se escatimó en gastos para crear esa decadencia pura. Ladurée hizo los delicados postres y Manolo Blahnik diseñó los zapatos. Es asfixiantemente deliciosa, justo lo que necesitaba la Antoinette de Coppola cuando empezó a colapsar ante la presión de dar un heredero al trono de Francia. Estos visuales ridículos, junto con los planos generales artísticos con tonalidades nostálgicas de fuegos artificiales explotando lentamente sobre el famoso palacio de Versalles o las plumas de las cabezas de los invitados flotando en todo el salón de baile, hacen de la película una fantasía de la nunca quieres salir. Marie Antoinette hace que todos los disfraces de todas las películas que has visto parezcan salidos de una obra escolar.

Publicidad

El hecho de que es solo una película más Coppola sobre una mujer joven que busca su camino obviamente me atrajo como a cualquier otra chica de 18 años. En realidad, esta película se acerca más al género de adolescencia que al de drama de época. Los críticos condenaron que Coppola haya favorecido la vida emocional de una niña y no su estatus como una figura histórica polémica, lo cual dice mucho. "Es como una historia de sentimientos", dijo Dunst sobre la película, "en vez de una historia de hechos". Es una descripción muy inteligente. Igual que los personajes en las otras películas de Coppola que todos aman, Marie se define por su entorno. En este caso, el entorno es palacio distante al que la mandaron para casarse con un príncipe extranjero.

Marie parte hacia su destino sentada en un carruaje con otras chicas. El grupo de amigas susurra sobre un retrato diminuto del príncipe de la misma forma en que te reirías con tus amigas al ver la foto del güey con el que saliste el fin de semana. Marie mira melancólicamente al bosque mientras se pregunta cómo será su vida y qué significa crecer. Una y otra vez, el espectador regresa a esta simple idea: una chica viendo la vida desde la ventana.

Cuando Marie sale de Austria y cruza la frontera de Francia, tiene que dejar todo atrás. Hasta su perrito se tiene que ir. Igual que con el tema de la ventana, Marie Antoinette está enamorada del ritual donde la visten y la desvisten. En esta primera vez, le quitan hasta la última prenda de ropa austriaca y la visten como una muñeca para mandarla al otro lado. Claro, es una oportunidad para mostrar las prácticas de la realeza francesa en el siglo 19 y para deleitarse con los vestidos con holanes que parecen pasteles. No obstante, cuando está desnuda es una chica vulnerable, aun si estéticamente debe arreglar su cuerpo todos los días para Versalles.

Publicidad

En la primera "ceremonia de vestimenta" en el palacio, las cortinas de la cama se abren y muestran a Marie, una chica rubia pequeña en una cama enorme. Una docena de mujeres se reúne a su alrededor y una le explica que la que posea el rango más alto tiene el privilegio de vestirla. Marie se desviste y trata de cubrirse mientras cuando entra otra mujer de un rango mayor y reemplaza a la anterior. Es absurdo y necio; una pantomima interminable de reverencias y enaguas. "Esto es ridículo", dice Marie. "Esto, madame, es Versalles", es la respuesta. Y todo lo que le sigue es igual de ilógico y rígido. Acaba de entrar a un mundo de locos.

Con el tiempo, la presión de dar a luz a un heredero es demasiada y resulta difícil no sentir empatía, incluso si no eres una chica adolescente. Pues toda la riqueza y lujo que acaba de heredar no es totalmente suyo. Su cuerpo está ahí para el escrutinio, el disfrute y las tareas de otros. No es su culpa no quedar embarazada —su patético esposo es flácido en todos los sentidos de la palabra— y la injusticia es exasperante. Llega un punto en el que se encierra en una habitación a llorar por el miedo a no ser capaz de completar la única misión que le encomendaron. Entre todas las perlas y la pompa, qué cool es ser una chica adolescente; qué terrible e injusto es.

Lo que hace que está película sea más que solo estética y sentimientos, es que, más que nada, Marie Antoinette es divertida. La banda sonora de la década de los 80 y los 2000 te recuerda que, claro, es una historia de la realeza francesa pero la experiencia de ser una chica adolescente es universal. ¿En realidad cambia mucho según la época? ¿Y, además de los críticos, a quién le importan los detalles cuando la película es tan agradable?

Publicidad

Tomemos como ejemplo la secuencia de "I Want Candy". Es la escena de compras que hemos visto en cientos de comedias, donde el personaje gasta un dineral, se pone guapo, queda en la ruina y se divierte como nunca antes. Aquí, es más que exquisito.

Con holanes, zapatos de tacón de diamantes y decenas de abanicos hermosos sobre una superficie, tres chicas ríen a carcajadas y toman champaña mientras les muestran las sedas más finas y un pug corre por la habitación. Después vemos tartas de fresa y postres ridículamente grandes de colores pastel colocadas por los sirvientes en tomas rápidas, montones de fichas de poker color rosa y durazno volando por los aires y, al final, Kristen Dunst tiene el cambio de look más radical: un pouf ridículamente alto con el que queda fascinada al punto en que le lanza un beso a su estilista.

Todos conocemos nuestra respuesta a esta escena, es algo culturalmente impartido. Suena "I Want Candy" de Bow Wow Wow, con un ritmo rápido una letra que queda muy bien. Es capitalismo, mercantilismo. Estos podríamos —deberíamos— ser nosotros en otra vida y por eso disfrutamos cada segundo. Solo en esta película entramos a un mundo estéticamente más agradable que cualquier cosa que nuestra vida urbana pueda crear.

Pero claro, la diversión debe terminar. Todos conocemos la historia de Marie Antoinette —muere decapitada en la guillotina revolucionaria— pero Coppola evita todos esos hechos y toda es vulgaridad. En su versión, después de que una multitud enardecida se reúne afuera del palacio, ella y su familia se suben a un carruaje y escapan. El sol se levanta en la mañana sobre la famosa fuente y Marie, otra vez, contempla el mundo desde su ventana. La película cierra con una toma fija de una habitación del palacio destruida. Abajo la familia real, abajo el sexo, abajo los pasteles, las fiestas, la extravagancia y abajo Marie, una chica que llegó y no logró hacer su trabajo.

Normalmente me dormía más o menos después de una hora de ver tantos colores pastel y el hermoso rostro de Kristen Dunst. Desde entonces no he vuelto a ver la película. Si algo he aprendido además de engañar a mi cuerpo para que se duerma y de la teoría de autor pop de Sofia Coppola, es que las grandes obras siempre son objeto de crítica, o peor, como en este caso, caen en el olvido. Pero con el tiempo puede mantenerse sola como una obra clave de atrevimiento y visión.

@hannahrosewens