La tierra suspendida en el aire por el pasar de los autos dibuja un largo camino de terracería que llega hasta la puerta de un palenque en Tultepec, Estado de México. Adentro, el coraje recorre el cuerpo de los gallos.El instinto territorial satura de agresividad las venas del gallo. Esta ave es fecundada por una gallina y criada por otra, para separar a los machos y evitar que se maten desde pollos.
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Germán, gallero desde hace más de una década, cuenta: "al cumplir los nueve meses de edad el gallo deja de crecer y en ese momento se le quita la cresta; si se corta antes de esa edad, dicen que dejará de crecer"."Aparte de la selección del semental, al gallo que quieres jugar lo identificas con el tiempo por su carácter, su tamaño y aguante", continúa German.El gallo —también conocido como 'jugador'— es preparado de 20 a 30 días previos a la pelea. Su alimentación, que consta de frutas, verduras y granos, se complementa con vitaminas y minerales comprimidos. También se mete en distintas jaulas por día, preparadas e intercaladas con paja y tierra, para activar el instinto territorial que obliga a caminar y permanecer de pie al animal. Todos los días es correteado durante 30 minutos y lanzado varias veces de una altura de dos o tres metros para fortalecer sus alas.
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Antes de la pelea deberá pasar tres días consecutivos en la misma jaula. Dos días antes será alcoholiado (bañado en alcohol) y se pondrá a secar bajo el sol "para relajar los músculos", según German.La báscula determina las peleas. Por las bocinas del palenque suena el nombre de los criadores responsables de los animales. Dos gallos con una calza en el espolón izquierdo esperan a que un cuadro de metal forrado con cuero —llamado "botana"— se coloque sobre la calza. Un hilo de nylon sujeta la navaja, que puede ser de un cuarto de pulgada, hasta dos pulgadas. Un tercer gallo los "chilla", es decir, los hace enojar justo antes de enfrentarse, ya sea arrancándoles las plumas con el pico o pateándolos con un espolón sin armas.
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Mucho depende de la preparación, pero las "balas perdidas" o golpes de suerte de alguna patada certera se hacen presentes de vez en cuando, cambiando las expresiones en los rostros de los apostadores. Los gallos reciben un escupitajo en las rodillas, según algunos galleros del lugar, porque lubrica y calienta las articulaciones.Los gladiadores emplumados se colocan frente a frente en el centro del ruedo. Al soltarlos, las navajas —apretadas y esterilizadas con limón— cortarán toda la carne que toquen. Mientras, vuelan los billetes de los aficionados a las apuestas y se escuchan los gritos:"¡Voy y doy al rojo!""¡Voy y doy al verde"Al final, la tierra, húmeda por la sangre, desprende un olor que logra penetrar hasta la lengua, como si lo pudieras probar.