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Tras los barrotes: Guantánamo

​¿Por qué Obama no ha cerrado Guantánamo?

Quizás el presidente y sus asesores fueron ingenuos, quizá subestimaron el deseo del Congreso de recuperar su influencia en temas de seguridad nacional. Tal vez la crisis económica atestó la mente del presidente e impidió su pensamiento profundo, o...

Un mes antes de que se posesionara, uno de los asesores más influyentes del presidente Obama en temas de seguridad, me dijo que en su estadía en la Casa Blanca encontraría una manera de reparar el daño hecho por George W. Bush para la autoridad moral de Estados Unidos. Haría eso, según el asesor, sin comprometer su habilidad de perseguir activamente las amenazas terroristas. En el centro de esa ambición estaba el cierre inmediato de la prisión de Guantánamo. El mundo nos odia, razonaba, por lo que representa Guantánamo: torturas, Abu Ghraib, guerras innecesarias, detenciones sin juicios e instintos imperialistas desenfrenados.

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Prohibiría la tortura, me dijo, y no estipularía la detención indefinida en la ley. Nunca. No dejaría que el Congreso dictara el término en el que Guantánamo estaría cerrado. Se gastaría su capital político para luchar junto al fiscal general Eric Holder, quien pasaba 16 horas al día ideando maneras de repatriar a la mayoría de detenidos y llevar a otros tantos a los Estados Unidos para un juicio.

Le pregunté al asesor por qué estaba tan seguro de que Obama haría algo así, suponía que debía ser algo complejo. No recuerdo la cita exacta, pero fue algo como: "por su legado, él no quiere ser recordado por eso".

Pero cinco años después, con poco más de dos años para terminar su mandato, las posibilidades de que la prisión cierre con Obama parecen cada vez más reducidas. En la historia quedará registrado que el Congreso sometió a la Casa Blanca.

Lo más interesante es que Obama no ha hecho nada para asegurar que el próximo presidente no pueda expandir, o incluso crear un nuevo Guantánamo en algún lugar en el mar. (Mitt Romney, en un arranque de orgullo desmedido y geográficamente imposible, prometió duplicar su tamaño durante su fallida campaña presidencial en 2012). Un gran número de prisioneros probablemente morirá en custodia. Y el presidente Clinton o Paul tendrán un fuerte precedente para detener (sin juicio) muchas otras muertes, si deciden que deben hacerlo para proteger al país.

Quizás el presidente y sus asesores fueron ingenuos, quizá subestimaron el deseo del Congreso de recuperar su influencia en temas de seguridad nacional. Tal vez la crisis económica atestó la mente del presidente e impidió su pensamiento profundo, o pudo ser que Obama simplemente cedió al establishment de la seguridad nacional.

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Yo pienso diferente, creo que el presidente se dio cuenta, muy pronto, que el cierre de Guantánamo y el rechazo a las detenciones indefinidas eran promesas que tenía que romper con el fin de darle aire al resto de su política antiterrorista.

Correr contra la corriente siempre es un negocio arriesgado, pero creo que Obama pudo haber cerrado Guantánamo si hubiera querido. ¿Cómo? Declarando que las hostilidades permitidas por las autorizaciones pos-9/11 para el uso de la fuerza militar (AUMFs) llegaban a su fin. Eso le hubiera permitido hacer cualquier cosas que quisiera con los prisioneros, incluso llevarlos a Estados Unidos. Y entonces, claro, habría tenido que negociar con el Congreso por una nueva autorización para luchar contra el terrorismo, una nueva AUMF, lo que hubiera parecido una propuesta muy arriesgada. Pero tenía la opción. En cambio, decidió mantener las AUMF de 2001 (Afganistán) y 2002 (Irak) vivas y vigentes, y con ellas sus instituciones, de las cuales Guantánamo es la más infame.

Con el fin de librar su masiva guerra de drones, para ampliar sus poderes de vigilancia, para sacar a los asociados de Al Qaeda del campo de batalla en Irak y Afganistán, Obama tuvo que desechar el cierre de Guantánamo, a sus detenidos y todo lo que representa.

Aunque la administración continúa diciendo hoy en día que el presidente intentó fuertemente cerrar Guantánamo y que debería llevarse el crédito por el intento; creo que Obama hace mucho se desengañó a sí mismo de la ficción de que había una solución fácil para estos problemas. Y entonces, pienso, eligió el camino de la menor resistencia y de buena voluntad.

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El efecto de todo esto, como dice el exoficial del Departamento de Defensa de la administración Bush ​Matthew Waxman, es que Obama esencialmente institucionalizó las comisiones militares para los sospechosos de terrorismo. Esto se logró al hacerlas "un instrumento más legítimo", al añadir (algunas) protecciones a los prisioneros, al cambiar la manera en la que las evidencias de los casos de los reclusos eran revisadas, y al permitirles abogados no militares. Obama también respondió de manera constructiva a las sugerencias de la rama judicial sobre cómo un presidente podría, legalmente, aplicar estas normas "más allá del actual conflicto armado con Al Qaeda para no privilegiar en el futuro a los beligerantes". Esto incluye una subvención específica de la autoridad al Congreso y la oportunidad para los detenidos de solicitar la revisión de su estado en el futuro.

Pero al rechazar una "aplicación de la ley" o un enfoque puramente "militar" en la lucha contra el terrorismo, Obama ha confundido nuestros mapas mentales, generalmente basados en nuestra fe en uno de esos extremos, sobre lo que la dimensión legal debería ser y parecer al tratar de luchar contra el terrorismo.

Eso significa, en la práctica, que mientras a un prisionero de Guantánamo se le otorga el derecho de presentarse frente a un juez, puede que no se le permita hacerlo con el beneficio del consejo sin restricciones de un abogado, cuyas conversaciones, por supuesto, serían monitoreadas por la inteligencia porque al beligerante aún se le considera como tal.

La política de Obama no agrada a nadie, a excepción de los abogados conservadores bienintencionados que utilizaron el segundo mandato de Bush para comenzar a limpiar el primero. Pero sirve a los intereses del presidente, y por eso creo que la historia debería otorgar a Obama algo de mediación en esto. Él pudo haber luchado por cerrar Guantánamo, pero escogió no hacerlo.

Marc Ambinder es un periodista que vive en Los Ángeles. Es excorresponsal de la Casa Blanca para National Journal, editor político de The Atlantic y jefe consultor político para CBS News. Siguelo en ​Twitter.