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transas

Planeta de ratas

Historias de rateros de varios colores, sabores y nacionalidades.

Ilustraciones por Sam Taylor.

La verdad éste era un ejercicio que reuniría las historias de transas de los países donde tenemos oficinas, pero seamos realistas: en Látinoamerica y especialmente en México somos los más chingones en cuanto a mañas se refiere. Las historias de estafas del primer mundo a veces nos resultan medio ñoñas, y eso es grave porque quiere decir que hemos aprendido a sobrevivir en una maldita jungla de chanchullos y porquería. Así que —con todo respeto— sacamos algunas de las anécdotas internacionales de esta compilación, y agregamos otras de nuestra región. Esperamos que las disfruten.

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COCHES SUDAMERICANOS A MITAD DE PRECIO

Hace un par de años, un conocido de Chiapas me ofreció comprar un Jetta —en ese entonces del año— a poco más la mitad de lo que costaba en la agencia. Como todo en este país, si algo es demasiado bueno, probablemente sea chueco. Cuando le pregunté si era robado, porque por el modelo no podía tener adeudo de tenencias, contestó que no exactamente. Resulta que este coche era procedente de un lugar de Sudamérica, pero, ¿por qué tan barato?

Allá abajo hay gente que, con identidad falsa, saca coches por medio de un financiamiento a equis número de meses. Lo usan un tiempo y después lo dejan de pagar. Cuando dejan de abonar a la deuda, lo cruzan por Guatemala hasta Chiapas y se lo dan a mi contacto. No sé en cuánto los compra él, pero acá lo vende a un precio bastante razonable, ¿por qué? Porque como fueron coches sacados con financiamiento, no tienen papeles, ya que la factura se entrega hasta que los terminas de pagar.

En nuestro país esto no cuenta como un coche robado porque ni siquiera salió de una agencia de aquí y no está registrado en el Registro Público Vehicular (Repuve), por lo que es imposible que tenga reporte de robo, ya que la gente de allá abajo no tiene la de certeza de que el coche haya cambiado de país.

Después de comprarlo, la manera de legalizarlo acá, por decirlo de una forma, es a través de otra persona que pueda hacerte una factura apócrifa (lee el artículo sobre los falsificadores de la Plaza de Santo Domingo, en página 52), después un gestor te ayuda a tramitar las placas y cuando menos lo imaginas, ya te hiciste de un buen carro a un gran precio y sólo violaste la ley, por lo menos, tres veces. ¡Bendito México!

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ALEJANDRO MENDOZA

EQUIPAJE PERDIDO

En la España post-crisis financiera, con una tasa de desempleo juvenil del 56 por ciento, las oportunidades para los jóvenes motivados son escasas. En esta clase de clima económico, para los chicos es algo natural recurrir a medios ilegales para financiarse las vacaciones.

Según un estudio publicado en junio por la consultoría especializada VFM Services, uno de los fraudes con mayor auge en todo el mundo es el del seguro de viajes. Las reclamaciones al seguro por el deterioro o pérdida de equipajes aumentaron un 140 por ciento entre el verano de 2012 y el de 2013; nada menos que un 45 por ciento de las reclamaciones investigadas resultaron ser falsas. Sólo en el Reino Unido, la aseguradora AXA recibe entre 20 y 30 reclamaciones exageradas cada mes.

Resulta imposible decir quién está cometiendo todos estos fraudes, pero por lo que he oído, los españoles son responsables de una cuota mayor de la que les toca. Una chica de 26 de Barcelona, a la que llamaremos Olivia, no tuvo problemas para contar cómo engañó al sistema.

“Esta fue la primera vez que hacía algo así, pero la chica que voló conmigo lo hace cada vez que viaja. Fuimos a Oslo en el mismo vuelo, pero en el de regreso nos sentamos en asientos diferentes, asegurándonos de que en el aeropuerto no nos vieran juntas”.

“Cuando aterrizamos, mi amiga se dirigió primero a la zona de recogida de equipajes, tomó mi maleta y la suya y se marchó. Después de quedarme un rato refunfuñando por ahí, fui al mostrador de información, monté una escena [sobre la maleta “perdida”] y me dieron un formulario para que lo rellenara. Eso sí, no tiene sentido poner en la lista mierdas como iPads o joyas porque la mayoría de aseguradoras sólo cubren la ropa. El siguiente paso es pedir a tu familia y amigos recibos de sus compras más caras. Puedes decir que son para desgravar en tu declaración de renta, si no quieres provocar sospechas. Las envías [a la aseguradora] junto con un formulario por internet y entonces esperas a que lo aprueben o rechacen. En mi caso, un par de meses más tarde recibí por carta un cheque por 1.300 euros, que no está nada mal”.

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PAUL GEDDIS

CARTERISTAS ELECTRÓNICOS

He estado involucrado con acciones ilícitas toda mi vida, desde que tenía 15 años de edad, y he ingresado y salido de prisión desde ese entonces. Me han agarrado por vender cocaína, armas, tres acosos a oficiales de policía… y la lista sigue y sigue. Si te siguen arrestando por el mismo crimen, te dan sentencias más severas, así que me alejé. Ahora estoy involucrado principalmente con fraude. Un amigo mío me dijo de una transa que llamamos “carteristas electrónicos”. Utilizamos un lector de tarjetas llamada RFID, que lee tarjetas de crédito. ¿Por qué robar carteras cuando todo lo que tienes que hacer es caminar a un lado de ellas?

Básicamente, puede leer tarjetas mientras caminas a un lado de ellas. En una calle transitada, puedes caminar a un lado de la gente, y lee los números de sus tarjetas de crédito y las guarda en la máquina. Las registra todas. Salimos y recolectamos los números, luego se los pasamos a mi amigo, quien es ingeniero en computación. Él hace lo suyo con los números que recolectamos, y ya.

Voy a lugares muy transitados y camino, recolectando números. Lo he hecho en partidos de futbol, fácil. Tienes que estar cerca de gente —casi tocarlos— para que el lector de tarjetas pueda obtener la información, pero nunca nadie me ha cachado haciendo esto. Soy como un Fagin moderno. No hay forma correcta de elegir a las personas —a veces funciona, a veces no— sólo tienes que intentar. Lo más que he ganado del lector han sido entre 9,500 y once mil dólares en una sesión.

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TOMMY SWIPE

COMPRA-VENTA DE CASAS FANTASMA

Limpiando mi casa me encontré con unos papeles de mis papás. Se trata de cientos de hojas que narran el juicio de una casa fantasma. A pesar de que no es una historia de espíritus, ésta me quitaba el sueño en mi niñez, allá por 2001.

Empezó cuando mi mamá vio un letrero de casas en preventa por la carretera a Cuernavaca. Entró a ver la construcción y habló con el arquitecto del lugar. Él le mostró las casas que se estaban levantando, planos y maquetas. Se la ganó.

Después nos dirigió con la persona que vendía las casas. Vivía en una mansión del Pedregal en donde recibió a mis papás con un mayordomo. Decidieron comprar. Y pagar de contado 1.2 millones de pesos; de otro modo, el precio de la casa aumentaba a unos dos millones.

Llegó la fecha de entrega, y la casa seguía a medias. Cada que íbamos a ver cómo iba, el vendedor nos daba sus excusas: “Se fueron mis trabajadores”, “Renunciaron todos”, “No hemos podido comprar material”, y otros cuentos.

Después de dos años mis papás empezaron a sospechar. Pero cuando ellos decidieron demandar a quien les vendió la casa, esa persona ya no vivía en su mansión y no podía ser encontrado. Su hijo, con quien solía hacer negocios, estaba en la cárcel.

En el juicio contra la empresa constructora descubrimos que la persona que les vendió la casa a mis papás no estaba formalmente relacionada con la empresa. También descubrimos que el terreno estaba hipotecado y no se había terminado de pagar por completo. El abogado explicó que los contratos y el pago de contado estaban hechos de tal manera que era imposible vincular a mis papás con el terreno o la casa. Después de buscar al vendedor fantasma por meses, el banco decidió poner en remate el terreno y las casas que nunca fueron terminadas de pagar por el vendedor. Lo único que hubiéramos podido hacer era comprar la casa de nuevo. ¡¿Cómo no?!

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Lo último que supimos de ese pobre diablo es que estaba vendiendo casas en La Paz. Nosotros sólo nos quedamos con cientos de papeles que atestiguan una casa que no existió.

JOSÉ LUIS MARTÍNEZ LIMÓN

CUANDO BUSCAR TRABAJO TE CUESTA

Todos los mexicanos que no somos hijos de Carlos Slim o similares hemos entrado a esos motores de búsqueda de empleo. La mayoría de las chambas que ahí se prospectan son reales, pero algunas son otra historia. A continuación reproduzco un ejemplo.

De repente lees una chamba que ofrece un buen sueldo, puesto gerencial de zona, que no exige mucha experiencia; básicamente lo único que necesitas son “ganas de hacer las cosas”. La empresa en cuestión se dedica a rentar aviones y helicópteros, mandas tu CV y recibes esta carta en la que básicamente te piden que les deposites un 600 pesos para que empieces a vender sus servicios, el asunto que salta a la vista es el siguiente:

Esta empresa dice tener los medios para mantener una flota de aviones, hangares, combustible y oficinas, pero no pueden darte tu uniforme. Te piden dinero para comprobar de alguna manera que estás verdaderamente interesado en trabajar con ellos, pero cuando entras a su sitio te encuentras con una empresa que ofrece servicios facturables de entre mil y diez mil dólares.

Preguntando a empresas bien establecidas en el negocio de aerotaxis nadie parece conocer dicha empresa. El sitio señala que sus oficinas se encuentran en Texas, y en la carta se dice que la sede es Nuevo León. Una simple búsqueda en Google Maps indica que la dirección señalada en la carta pertenece a un Gym Sport World, al llamar y decir que estaba escribiendo para VICE acerca de su “empresa” me negaron toda información (sobre todo cuando pregunté la razón por la cual su dirección coincidía con la de un gimnasio).

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Este tipo de prácticas son muy comunes. Esta empresa fantasma tiene abierta al menos una vacante de empleo por estado; y en el mismo buscador puedes ver las personas a que se han interesado en el anuncio. Por la cantidad de personas que caen en el juego de los 600 pesos estamos hablando de que hay alguien por ahí haciendo dinero con tus ganas de encontrar una buena chamba.

Si algún trabajo te pide varo por adelantado, en serio ¡no lo hagas!

AL KAMINS

EL PUEBLO QUE ESTAFÓ A AMAZON

Es la madrugada de un sábado y Rolando —cabeza rapada, aro en la ceja, 17 años— está chateando con gente que no conoce en un canal de Undernet. En el Winamp corre Block Rockin’ Beats de los Chemical Brothers y en la pantalla de su Pentium II, conectado a internet mediante el teléfono, 56 kbps, figuran alrededor de mil números de tarjetas de crédito. Es agosto de 2001.

El muchacho abre Netscape Navigator y configura el servidor proxy para navegar en anonimato. Luego teclea “www.amazon. com” y le da click a sign in. En cosa de minutos comienza a llenar su canasta virtual de productos imposibles de obtener en el pueblo en el que vive.

Según la Organización Mundial de la Salud, Talca —el pueblo donde vive Rolando— tiene la peor calidad de aire en el mundo. Según el Instituto Nacional de Estadísticas de Chile, Talca tiene una de las mayores tasas de desempleo en el país. Y en este mismo pueblo, ahora ya ciudad, nació Don Francisco, el anfitrión de Sábado Gigante.

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“Donde crecí no tenías muchas opciones para divertirte. En el día jugabas pool en algún tugurio o al Street Fighter en los flippers [videojuegos]. En la noche te pasabas a la ribera del río a tomar vino o te quedabas en la casa viendo películas. Esas eran las opciones. A menos, claro, que consiguieras el password de una cuenta de internet. Eso te abría un mundo de posibilidades”, cuenta Rolando.

Afuera de la habitación de Rolando, el río Piduco fluye rabioso mientras un par de caballos resoplan en medio de la niebla. Rolando lo había obtenido ilegalmente hacía una semana, en CDNow. Fue su primera compra online. Acaso la primera que se hace donde vive. Para la tarde tiene citados a cinco amigos a un cibercafé. Va a enseñarles a comprar sin hacer que gasten un solo peso de sus bolsillos.

Vittorio, uno de ellos, actualmente arquitecto y grafitero, aporta: “Con Rolando vivíamos en una localidad aburrida y estancada culturalmente. Mis pasatiempos eran ir a los Enavi [videojuegos] o juntarme con mis amigos a fumar mariguana paraguaya en alguna plaza. A veces también iba a fiestas a las que no estaba invitado. Casi siempre me terminaban echando. Todo cambió cuando aprendí sobre el carding”.

Vittorio se refiere al uso ilegítimo de tarjetas de crédito pertenecientes a otras personas. Una práctica que, durante un año, transformó a la zona donde creció en el epicentro de la ciberdelicuencia.

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“Empezó por una equivocación”, afirma Rolando. “Estaba probando la vulnerabilidad de algunos sitios de comercio electrónico y entonces sucedió: el cartero, tres semanas después de hacer mi primera compra online, llevó a mi casa un paquete enviado por Amazon desde Seattle. Recuerdo que tuve que hacer una firma falsa, ya que venía a nombre del alias que usaba para comprar y que era un anagrama de mi nombre y apellido. De esa forma me libraba del seguimiento de Interpol. No podía aguantarme la alegría cuando recibí el paquete y a mi mamá tuve que mentirle ya que sospechó de inmediato que algo estaba ocurriendo. Le dije que el disco —y todo lo que me enviaran después— me lo había ganado en un concurso online. Desde ese día comenzó a llegar una montonera de mercancía a mi casa. Desde camisetas de bandas a tablas de skate”.

Vittorio, por su parte, lo recuerda así: “Lo primero que compré fueron unas Adidas Gazelle negras similares a las que usaba Chino Moreno en el video de ‘Be quiet and drive”. Después seguí con camisetas, pulseras, cinturones, encendedores, lentes de sol y relojes de titanio. Mis amigos me preguntaban de dónde sacaba todo lo que tenía. No estaban acostumbrados a verme con ese tipo de ropa o accesorios. Yo era de los que se vestía casi completo en Meicys [tienda de ropa americana usada]. Al principio les decía que eran regalos. Después empecé a enseñarles a comprar por su propia cuenta”.

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Rolando comenta que en esa época, el último año de colegio, realizó un archivo de texto explicativo donde enseñaba, con diez pasos simples, cómo realizar una cibercompra. Lo copió en cinco disquetes que distribuyó en sus amigos. “El procedimiento era sencillo”, afirma Vittorio. “Te metías a Amazon (o cualquier página de la lista) y elegías lo que querías. Era el momento más divertido. Luego abrías el disquete y escogías una cuenta al azar. Con los datos llenabas las casillas. A los días te llegaba un correo de confirmación. Eso indicaba que la compra había resultado exitosa. Luego era cosa de esperar”.

“En menos de dos meses había pendejos de distintos colegios comprando en Amazon”, recuerda Vittorio. Los disquetes que Rolando hizo se esparcieron por varios colegios del pueblo. Había huevones hasta de Curepto (una de las zonas más rurales de Chile) preguntando acerca de cómo realizar compras por internet.

“Yo quería ser como Zero Cool [el protagonista de la película Hackers]”, confiesa Rolando. “Ese personaje me motivó a buscar información sobre el mundo de los piratas. Comencé a descargar manuales y documentos y de este modo llegué al carding. Al lado oscuro”. Una tarde de diciembre a Rolando le llegó a su casa una postal de Amazon. Decía algo así: “Sabemos lo que tú y tus amigos están haciendo. Te pedimos que paren o tendremos que actuar con todo el rigor de la ley”.

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Rolando quemó la postal al igual que todas las facturas que guardaba de recuerdo. Semanas después, en enero de 2002, iba camino al cerro La Virgen para andar en skate con Vittorio. Cuando cruzaba una de las calles de su barrio se dio cuenta que alguien, escondido atrás de un kiosco, le tomaba fotos con una Nikon. Rolando se puso paranoico y salió corriendo sin rumbo fijo. Semanas atrás, en diciembre de 2001, a Vittorio lo había ido a buscar a su casa la Brigada del Ciber Crimen.

El muchacho había cometido una de las prácticas que Rolando hasta el cansancio señaló como prohibidas: comprar en un sitio chileno. “Un día me llamó el administrador del sitio de Alfredo Lewin [ex VJ de MTV] donde compré unas camisetas de unas bandas nu metal. O sea llamaron a Vittorio Moreno, que era el alias que usaba para comprar. Recuerdo que hablé súper formal y dije: ‘¿Para qué sería, caballero?’ El tipo se identificó en nombre del sitio y siguió insistiendo si Vittorio Moreno vivía ahí. Dije que no. Que llegaban cajas a su nombre pero que yo las mandaba de vuelta al correo. El huevón me dijo que iban a investigar a Vittorio Moreno ya que había comprado productos de forma ilegal. Le insistí que no sabía quién era. Al final de la conversación me dijo que iban a enviar a la Brigada del Ciber Crimen a investigar. Desde ese día dejé de comprar. Le avise a la pandilla pero algunos siguieron. Estaban enviciados. Recuerdo que a los meses, cuando ya pensaba que todo se había tranquilizado, llegó la Policía de Investigaciones a mi barrio. Estaban estacionados afuera de mi casa. No les abrí la puerta y salí corriendo por la salida trasera. Nunca más volvieron. Nunca más compré”.

Rolando, hoy en día alejado de las computadoras, concluye: “Nunca nos consideramos criminales. Criminal es el trato que Amazon le da a sus empleados. Nosotros sólo éramos un grupo de adolescentes palurdos que soñaban con matar las tardes de verano tirando trucos en skates imposibles de conseguir. Pensábamos: Qué les va a importar a sitios gigantes como Amazon lo que les haga un grupo de campesinos de un país que parece caerse del mapa. De un país del que Estados Unidos conoce sólo dos cosas: la dictadura de Pinochet y los concursos de Don Francisco.

IGNACIO MOLINA

TRUCO DE CARTAS

En París los turistas atraen a los estafadores callejeros y carteristas, lo que significa que hay muchas ratas por todas partes. Ellas están en la Basílica del Sacré-Coeur, en frente de Notre Dame, y en la plaza Saint-Michel, en Chatelet, y especialmente bajo la Torre Eiffel. Es ahí donde un grupo de hombres —la mayoría de ellos migrantes rumanos y búlgaros— estafan a las personas a jugar bonneteau (un juego de cartas que es más bien una estafa).

“El bonneateau no es realmente un juego de cartas”, dice Georg, quien atrae a turistas a las mesas donde están los diestros artistas. “Es un juego de azar: una vez que las cartas son revueltas, debes elegir una de las tres que tienes enfrente. Sólo una es rey de espadas. Si le atinas, duplicas tu apuesta”.

Normalmente los jugadores ganan apuestas pequeñas, y luego, cuando se sienten con confianza, apuestan 100, 200 o incluso 500 euros; el lanzador de las cartas desapercibidamente esconde el rey de espadas en su bolsillo y el jugador pierde. Es un viejo truco, pero según la policía de París, los más de 80 hombres que trabajan estas mesas cerca de la Torre Eiffel ganan un total de dos mil euros al día.

Aunque no hay un vínculo obvio entre los grupos de crimen organizado de Europa del Este y los estafadores callejeros, un vocero de la policía de París a quien le preguntamos acerca de la situación —y quien arrestó a 33 rumanos estafadores de bonneteau en octubre— dice que no es improbable: “Viendo la cantidad de dinero que ganan, no es ridículo decir que son una verdadera mafia”.

JULIEN MOREL