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Un borracho pasó una noche dormido en el baño de un bar y tuvo que llamar a la Guardia Civil para que lo sacaran

"Fui al baño, me quedé dormido de la borrachera y aquí estoy".
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No es el protagonista de la historia, pero podría serlo. Imagen vía usuario de Flickr jredneck2005

Hace unos días hablaba con un amigo sobre de qué hablamos cuando hablamos de que ciertos animales "son muy listos". En un arranque de antropocentrismo mi colega soltó una arenga vigorizante sobre nuestra especie: "¿en serio son muy listos los delfines por reconocerse en un espejo? ¿De verdad podemos hablar de la inteligencia de las hormigas ateniéndonos a su compleja organización social o de las ratas por ser capaces de aplicar la lógica? Joder, que hemos descubierto los principios de la termodinámica, hemos construido el Partenón con sus correcciones ópticas, hemos pintado Las Meninas y hemos inventado la Roomba y el jodido Satisfyer", me decía.

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Y la verdad que sí, somos listotes. Somos la obra cumbre del mamiferismo, la creación más pulida de Dios, capaces de lo peor y de lo mejor. Y nuestros deslices, nuestros errores y fallos de cálculo no son la refutación de lo anterior sino la mejor prueba de ello.

Eso debió pensar, o no, el hombre que se quedó atrapado en un bar de León durante una noche entera tras quedarse sobado en el baño. Se había mojado el labio. Había empinado el codo y en una de sus visitas al servicio se le debió de ir un decimal y le sobrevino una profunda somnolencia. Al despertarse y salir del aseo descubrió, seguramente con sorpresa, que estaba solo. Que aquello estaba más vacío y oscuro que el puto Club Silencio de Mulholland Drive aunque seguramente había más servilletas y más palillos en el suelo. E hizo lo que hay que hacer en los casos de extrema emergencia: llamar a la Guardia Civil, que para eso está.

"Hola, mira ehhh… ehhh mira, estoy aquí en un bar de la Virgen del Camino. Y me he quedado encerrado, lo han cerrado hace un buen rato y me he quedado en el baño y aquí estoy, y me han dicho que llamara a la Guardia Civil", arranca el buen hombre su conversación con el agente al otro lado del teléfono. "Pero vamos a ver, ¿en qué bar está usted de la Virgen?", le replica el funcionario de la Benemérita. "Pffff…pues no sé. Es este que está enfrente de la rotondita esta que hay un hotel enfrente", responde el señor. Y el agente no entiende, no acierta a comprender muy bien —normal— a qué se refiere.

"¿Que ese bar ha estado abierto por la noche?", interroga. Y el caso se esclarece al fin: "Claro, estaría abierto hasta las doce, pero yo fui al baño y me quedé dormido de la borrachera y aquí estoy". El agente no puede evitar soltar una risita sorda en el cuartel, probablemente acompañada de un gesto con la mano y de una mirada de complicidad a un compañero de cuartel que, de primeras, no entiende y quiere saber. Tras informarle de que mandará a la Policía Local y soltar un conato de "madre del amor hermoso" que no llega a completar, el Guardia Civil le pregunta que si al menos ha podido salir del baño y el señor leonés le dice que sí, que claro. Que, de hecho, se está tomando una cañita detrás de la barra. "Ah, mira qué bien, ¿qué vamos a hacer? Era mejor un café pero bueno", responde. Y se despide con un "ahora ya con tranquilidad, de perdidos al río".

Y este diálogo, esta situación que unirá para siempre a borracho y agente en forma de anécdota que será una y mil veces repetida, a la que se le añadirán variaciones e hipérboles, es, como el Partenón con sus correcciones ópticas y como el descubrimiento de las leyes de la termodinámica, un ejemplo más de que somos la sublimación de la creación. Y que nuestros errores y cagadas más grandes como especie -la bomba atómica, el liberalismo- así como nuestros deslices cotidianos, como este del buen leonés, o como el de este otro chaval al que le ocurrió lo mismo y que salió del bar ya de buena mañana y copa en mano, no son la refutación sino una de las mayores pruebas de ello. Somos sublimes.

Sigue a Ana Iris en @anairissimon.

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