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VICE World News

Acaba 2015, el año en que el mundo entero se entrometió en el conflicto sirio

La intervención extranjera en el conflicto es cada vez mayor. Rusia e Irán han intensificado su apoyo al régimen de Al-Assad, mientras que EEUU ha tejido una alianza con una coalición de rebeldes y kurdos que lucha contra Estado Islámico.
Restos de un edificio de viviendas tras un ataque aéreo en el que el miembro de de Hezbollah Samir al-Qantar fue asesinado, en el sur de la ciudad de Jaramana, Siria, 20 de diciembre de 2015. (Imagen por Youssef Badawi/EPA)
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La intervención extranjera en el aparentemente intratable conflicto sirio no es nada nuevo. Los adversarios del presidente Bashar al-Assad — especialmente Estados Unidos, Turquía, Arabia Saudí y Qatar — han estado apoyando a los grupos rebeldes, desde el levantamiento armado de 2011.

Los rebeldes se sublevaron entonces contra las brutales represiones infligidas por las fuerzas de seguridad del presidente sirio contra las manifestaciones surgidas como reacción a la primavera árabe. La guerra civil estaba servida. Desde entonces, el régimen de Assad ha contado con el apoyo de aliados como Rusia, Irán y el grupo chií libanés Hezbollah, que han prestado su apoyo a las fuerzas del gobierno a través de los canales más variopintos.

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La vecina Israel también ha bombardeado ocasionalmente el territorio de Assad durante los últimos tres años, casi siempre con el objetivo de atacar las posiciones de su archienemigo Hezbollah.

Pese a todo, este año, el quinto año de la peor crisis humanitaria de nuestro tiempo, ha vivido la implicación sin precedentes de los actores internacionales.

Las fuerzas extranjeras se han unido para combatir la amenaza del yihadismo, que ha cobrado una forma macabra e inasequible en manos de la recién formada organización terrorista Estado Islámico.

Estados Unidos arrancó en septiembre de 2014 su ofensiva aérea contra los combatientes yihadistas, tras erigirse en el líder de una coalición internacional que cuenta con otros cinco países árabes entre sus miembros. La improvisada alianza internacional fue suscrita en París. Desde entonces, la aviación estadounidense ha liderado la amplia mayoría de los ataques y ha multiplicado su influencia en Oriente Medio, donde, según afirman varias informaciones, ha permitido también a las naciones árabes de su coalición, que incrementen la violencia contra los rebeldes houtíes en el Yemen — unos bombardeos que han asesinado y herido a ingentes cantidades de civiles. El último estado en sumarse a los inclementes bombardeos fue Canadá, cuya aviación dirigió a sus primeros dos bombarderos en Siria durante el pasado mes de abril.

Los sangrientos atentados orquestados por Estado Islámico en París el pasado 13 de noviembre han provocado que Francia haya multiplicado su presencia en el país de Assad. Las fuerzas armadas dirigidas por François Hollande han atacado sin descanso las posiciones yihadistas en la capital de hecho de los terroristas, la ciudad de Raqqa. La intervención gala vino precedida por un llamamiento público de su presidente, quien declaró el estado de emergencia en su país y apeló al apoyo del resto de países de la Unión Europea.

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El pasado 2 de diciembre, la Cámara de los Comunes británica dio luz verde a los bombardeos en Siria, una medida que redobla la presencia de las fuerzas de David Cameron en Oriente Medio, donde los cazas británicos llevaban ya un año bombardeando Irak.

Sin embargo, ninguna intervención militar ha tenido un mayor impacto que la rusa. Moscú lleva suministrando armas y consejeros militares a las fuerzas de Assad desde el principio de la guerra. Sin embargo, después de que las fuerzas pro gubernamentales padecieran una cadena de derrotas, en especial la que terminó en la caída de la provincia de Idlib a manos de los rebeldes en marzo, las fuerzas del presidente mostraron unos signos de flaqueza desconocidos hasta entonces. La repentina debilidad despertó la preocupación de Rusia e Irán, quienes celebraron varias cumbres para suscribir un plan de apoyo coordinado a su aliado.

Rusia arrancó su ofensiva en agosto. Entonces las fuerzas de Putin destinaron una estimable flota de cazas, tanques y de personal a la base aérea de Latakia. Además, Rusia destacó a su Armada en el mar Negro hasta orillas de Siria, lo cual disparó los rumores de que las tropas de Putin se habrían sumado a las de Assad. El Kremlin ordenó también la creación de un "Centro de información conjunto" en Bagdad junto a Irán, Irak y Siria, con el objetivo común de combatir a EI.

El 30 de septiembre, los oficiales rusos anunciaron a Estados Unidos que sus tropas se disponían a bombardear el noroeste del país. El comunicado se produjo apenas una hora antes de desplegar un bombardeo que, según el Kremlin, había sido suplicado por Damasco.

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Sin embargo, a pesar de que Putin proclamó a los cuatro vientos que su súbita y aparatosa irrupción en Siria obedecía al compromiso de su país en la lucha contra del terror yihadista, lo cierto es que la realidad fue otra muy distinta. Los bombardeos rusos fueron dirigidos contra los rebeldes sirios que luchaban contra Assad, nunca contra las posiciones de los combatientes yihadistas. Así, Putin orquestó ofensivas contra el Frente al-Nusra, la filial en Siria de Al-Qaeda, y contra las facciones islamistas del Ejército Libre de Siria, una formación respaldada, nada menos, que por Estados Unidos.

Rusia desmintió pobremente la naturaleza de su ofensiva y siguió asegurando que sus tropas estaban bombardeando posiciones yihadistas, por mucho que las imágenes y los datos revelaran que no era así. Finalmente, Putin decidió desenredar el entuerto con una afirmación todavía más sospechosa. "Estamos bombardeando a los terroristas", proclamó. "Terroristas" es, en boca de Assad, una muleta lingüística referida a todos los rebeldes armados que luchan contra su tiranía. Putin, como buen aliado, también se la atribuyó.

Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Francia, Turquía, Arabia Saudí y Qatar expresaron entonces su "profunda preocupación" ante la actividad militar rusa en Siria. Los países en cuestión suscribieron una declaración conjunta en la que hacían una llamamiento al "cese inmediato" de los ataques de Moscú contra los grupos de la oposición y contra los civiles. "La ofensiva militar rusa ha sembrado una escalada de la violencia y solo contribuirá a empeorar más, si cabe, el extremismo y la radicalización en la zona", rezaba el comunicado.

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Por su parte, Israel aprovechó para establecer un protocolo para coordinar la intervención rusa en Siria. Los israelíes, al igual que los rusos, siguen yendo por libre, y a principios de diciembre abatieron a Samir Kantar, uno de los miembros de la cúpula de Hezbollah, junto a varios de sus hombres, en un bombardeo dirigido contra un bloque de apartamentos a las afueras de Damasco.

Como era de esperar, Assad recibió con entusiasmo el intenso despliegue ruso. En declaraciones a la cadena televisión Phoenix, en Hong Kong, el líder sirio proclamó que "las cosas han 'mejorado' muchísimo desde que Rusia arrancó con sus bombardeos". Assad dijo también que sus tropas "avanzan ahora en casi todos los frentes". Pese a todo, el apoyo aéreo recibido todavía no se ha traducido en ninguna victoria decisiva de sus tropas en el campo de batalla.

Rusia también ha dirigido misiles teledirigidos contra suelo sirio. Los primeros 26 fueron disparados desde el mar Caspio en octubre. Y lo hicieron a través del espacio aéreo iraní e iraquí. Según informó la CNN, cuatro de los misiles estallaron en Irán, algo que tanto Moscú como Teherán se afanaron en desmentir.

Desde entonces, siguen lloviendo los misiles desde el mar Caspio, lo que provocó el cierre del espacio aéreo iraquí y el cierre de los aeropuertos semiautónomos controlados por los kurdos al norte del país durante 48 horas. Las autoridades rusas también informaron haber disparado misiles contra territorio sirio desde submarinos sumergidos en aguas del Mediterráneo.

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Rusia asegura que sus fuerzas aéreas están conduciendo bombardeos "precisos". Sin embargo, tanto las imágenes grabadas como las fotografías siguen mostrando la presencia de bombas sin rumbo que han sido lanzadas desde elevadas alturas. Y si bien Rusia ha alcanzado objetivos de EI alguna que otra vez, el grupo activista Raqqa is Being Slaughtered Silentily, ha informado que los bombardeos rusos apenas han afectado a la organización yihadista. De hecho, según la misma organización, las auténticas víctimas de la ofensiva de Putin están siendo los civiles.

En este mapa elaborado por IHS Conflict Monitor, se muestra cómo el régimen de Assad ha perdido el 18 por ciento de su territorio entre enero y agosto de 2015, justo antes de que Rusia se decidiera intervenir. 

Lo único que parece incontestable es que la actividad rusa ha sido fatal para la población civil. La organización Observatorio Sirio de los Derechos Humanos (OSDH) asegura que los bombardeos orquestados por Putin se habrían cobrado las vidas de 485 civiles en los primeros dos meses de intervención. Según la misma organización, Rusia habría abatido mortalmente a 419 miembros de Estado Islámico y a 598 guerrilleros de la oposición. Por su parte, la organización Syrian Network of Human Rights (SNHR), otro grupo que se dedica a monitorizar el conflicto, ha informado que, a mitad de diciembre, son ya 570 los civiles asesinados por Putin, entre ellos 152 niños y 60 mujeres. Solo el pasado 20 de diciembre, los bombardeos orquestados por el Kremlin, que alcanzaron un tribunal, dejaron un rastro de decenas de muertos en Idlib.

Por su parte, el OSDH publicó en octubre un listado de las bajas infligidas por los bombardeos dirigidos por la coalición liderada por Estados Unidos. Estas habrían abatido a 226 civiles y a 3.276 guerrilleros de Estado Islámico. Según SNHR los civiles serían 225. Estados Unidos, por su parte, solo ha admitido haber asesinado a un puñado de civiles.

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Un informe reciente elaborado por Human Rights Watch (HRW) denunciaba a las fuerzas rusas y sirias de haberse sobrepasado en el empleo de bombas racimo en suelo sirio. Se trata de un tipo de armamento que ha sido prohibido internacionalmente, y al que se asocia con la muerte de un considerable número de civiles.

Igualmente, la ofensiva rusa provocó hace solo unas semanas un cisma internacional. El pasado 24 de noviembre un F-16 truco derribó a un bombardero ruso Su-24 que violó el espacio aéreo turco durante unos segundos — se trata del primer incidente entre Rusia y un estado de la OTAN registrado en décadas. La condena y el anuncio de represalias y de sanciones internacionales no se hicieron esperar.

Mientras Rusia ha apoyado al régimen sirio por aire, Irán lo ha hecho por tierra. El ejército sirio, lastrado por la gran cantidad de bajas y de deserciones, está corto de personal, algo que Assad reconoció en un discurso emitido en julio. Sin embargo, sus aliados han salido a rescatarle. Varias informaciones detallaron la llegada de cientos de efectivos provistos por los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica, lo que ha supuesto una expansión en el rol de Teherán.

Por su parte los cazas extranjeros han jugado un papel cada vez más decisivo a al hora de ayudar a las fuerzas pro gubernamentales. Un desertor del ejército sirio declaró al medio de comunicación Middle East Eye que la mayoría de los combatientes de su división, destacada al sur del país, provenían de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria iraní y de Hezbollah. Según reveló el mismo soldado, las fuerzas iraníes estarían a cargo de la división, y habrían arrinconado a los soldados sirios, a los que ni siquiera se estaría permitiendo el acceso a los salas de operaciones.

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En junio trascendió que los comandantes iraníes desplegados en Siria habrían ejecutado a tres soldados del ejército gubernamental al sur de Idlib por "traición a la patria", después que el trío hubiese abandonado sus puestos de control. Los oficiales sirios en el terreno no consiguieron detener la ejecución debido a que son los iraníes quienes conducen las operaciones en la zona, señalaba el informe.

Sin embargo, el aumento de la implicación iraní ha provocado también que el ejército islamista haya padecido las bajas de decenas de combatientes, entre los que se contaría un elevado número de oficiales, caídos o heridos en los últimos meses. El comandante de la Fuerza de élite Quds, Qassem Suleimani habría resultado herido a finales de noviembres en las afueras de Alepo, según relatan los rumores. Algunas informaciones aseguran ahora que, a consecuencia de ello, Irán estaría empezando a retirar a parte de sus tropas.

Por otra parte, se cree que Hezbollah ha redoblado su presencia en Siria en los últimos meses. Y que las milicias chiíes, apoyadas por Irán, habrían hecho lo propio.

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El masivo despliegue de la presencia extranjera por todo el territorio sirio también ha dado lugar a la erupción de algunas informaciones de lo más extravagantes que no han podido ser contrastadas. Estas señalarían que algunos de los agentes internacionales más improbables habrían deslizado también a efectivos en un país en el que ya han muerto más de 200.000 personas, y en el que 4 millones han sido desplazadas.

Durante el pasado mes de octubre, un oficial del ejército estadounidense que no ha sido identificado, declaró a la cadena de televisión Fox News que las fuerzas especiales del ejército de Cuba y algunos de sus grupos paramilitares estaban en Siria. Según informó la misma fuente, los soldados cubanos habrían acudido para dirigir tanques de fabricación rusa. Poco después, las autoridades cubanas desmintieron el rumor, mientras que el secretario de prensa de la Casa Blanca, Joshua Earnest, proclamó que no existe evidencia alguna para afirmar nada semejante.

Pese a todo, la denuncia ha provocado que hayan reavivado algunas de las viejas memorias de la Guerra Fría, cuando el bloque occidental y el soviético dirimieron una guerra silenciosa de intereses a través de sus aliados.

2015 ha sido el año en que gran parte del mundo se ha volcado en Siria. Mientras la presencia militar de las tropas de ejércitos llegados de todo el mundo se sigue redoblando, el único país que ha anunciado su intención de retirar a sus efectivos de suelo sirio es Canadá. Su flamante primer ministro, Justin Trudeau, ya ha anunciado que piensa desmantelar a sus tropas, que hasta ahora formaban parte de la coalición liderada por Estados Unidos que lucha contra Estado Islámico.

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