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VICE World News

El acusado del ataque en Francia declara no haber tenido motivación religiosa

El hombre acusado de decapitar a su jefe y provocar una explosión el pasado viernes cerca de Lyon confiesa ante los investigadores que “quería suicidarse como parte de la estrategia mediática”.
Imagen por Emmanuel Foudrot/Reuters

Yassin Salhi, el hombre acusado de decapitar a su jefe y de causar una explosión en un fábrica el pasado viernes cerca de Lyon, en el sudeste de Francia, ha declarado a los investigadores que su ataque no tenía ningún fundamento religioso.

Salhi fue detenido el viernes. La tarde siguiente, supuestamente, habría confesado su autoría en la decapitación de su jefe, Hervé Cornara, tras lo que procedió a depositar su cabeza sobre una reja de la fábrica de la empresa Air Products en Isère, Francia. Cornara, de 54 años, era el director comercial de ATC Transport, una compañía de transportes en la que Salhi trabajaba como conductor desde marzo. Tras decapitar a Cornara, la policía informa que Salhi lanzó su coche contra la fábrica, en la que se almacenaban gases líquidos para uso industrial. El impacto provocó heridas en dos personas.

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Salhi, de 35 años y padre de tres hijos, sigue bajo custodia policial en las dependencias antiterroristas en París. Allí fue desplazado este fin de semana, después de presenciar el registro de su domicilio, efectuado el domingo. La agencia AFP citó a una fuente cercana al caso que aseguraba que Salhi, de religión musulmana, ha negado cualquier relación entre su fe religiosa y el ataque.

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Un trabajador de la empresa habría declarado que Salhi y su jefe tuvieron una discusión dos días antes del ataque. El intercambio se desató después de que Salhi derribará un palé cargado de hardware para ordenadores. Una fuente cercana a la investigación citada por Le Monde, también señaló que la mujer de Salhi le había amenazado con el divorcio y le habría echado en cara que no era suficientemente religioso. Según informa iTelé, Salhi declaró a los investigadores que "quería suicidarse como parte de toda la estrategia mediática".

En las horas posteriores al ataque, el ministro del interior francés Bernard Cazeneueve anunció que Salhi había sido investigado por su extremismo entre 2006 y 2008. Y, de nuevo, entre 2011 y 2014 por sus vínculo con un movimiento ultra conservador salafista integrado en el islamismo suní.

Un investigador declaró a Liberátion que "el principal objetivo de Salhi parecía, ciertamente, el de matar a su jefe. Y comoquiera que llevaba 10 años seriamente radicalizado, procedió a hacerlo según la metodología yihadista".

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En las horas posteriores al ataque, el ministro del interior francés Bernard Cazeneueve anunció que Salhi había sido investigado por su extremismo entre 2006 y 2008. Y, de nuevo, entre 2011 y 2014 por sus vínculo con un movimiento ultra conservador salafista integrado en el islamismo suní.

Un investigador declaró a Liberátion que "el principal objetivo de Salhi parecía, ciertamente, el de matar a su jefe. Y comoquiera que llevaba 10 años seriamente radicalizado, procedió a hacerlo según la metodología yihadista".

Según cuentan los investigadores Salhi se hizo un selfie con la cabeza decapitada de su jefe y envió la imagen a través de WhatsApp a un ciudadano francés asentado en Siria, llamado "Yunes-Sébastien". Según consta, Salhi describió al destinatario de su mensaje, un individuo que se traslado a Siria en noviembre de 2014, como su "único amigo". El periódico local L'Est Républicain también informó que Salhi trabó una estrecha relación a principios de 2000 con un predicador islamista radical conocido por el sobrenombre "Grand Ali", un tipo convertido al islamismo que había sido sospechoso del atentado terrorista en Indonesia.

La presunta negación de las motivaciones religiosas de Salhi parece contradecir varios hechos del caso. Fuentes cercanas a la investigación han asegurado que Salhi entonó el "Allhabu Akbar" (Dios es el más grande), mientras era reducido por los bomberos. En el momento de ser reducido, Salhi estaba intentando prender un bidón de gas en un hangar cubierto de la fábrica. El fiscal parisino, François Molins también dijo durante la tarde del ataque que las banderillas blancas y negras encontradas junto a la cabeza decapitada de la víctima "estaban cubiertas con el Shahada", la profesión de la fe islámica.

Los investigadores también han averiguado si Salhi había viajado a Siria previamente. Según Libération, Salhi le habría contado a un conocido que se habría desplazado al país musulmán para atender a una escuela coránica entre 2010 y 2011. Sin embargo, los servicios de inteligencia franceses no tienen "evidencias" de ese desplazamiento. Pese a ello, quiénes sí confirmaron dicho desplazamiento fueron la madre y la hermana de Salhi, aunque según ellas sucedió en 2009.

Los investigadores escoltaron a Salhi hasta su casa en Saint-Priest, cerca de Lyon, para comprobar si había viajado. Sin embargo, no encontraron su pasaporte. Según el periódico Le Monde, Salhi dijo que "había quemado el documento durante un viaje a Marruecos".

El primer ministro francés Manuel Valls quitó hierro a la lluvia de críticas que le cayó de la izquierda francesa, tras referirse al crimen como a una "colisión de civilizaciones". Horas antes había descrito el ataque como un caso de "terrorismo islámico". Por su parte, el presidente François Hollande lo calificó, simplemente como "terrorismo". Sin más.

Sigue a Matthieu Jublin en Twitter: @MatthieuJublin