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Música

El loco del rap: De cómo Biz rompió el Récord Guiness de Arkano

El streamer y freestyler argentino Manuel Cuenca alias Biz, rompió el récord de más tiempo haciendo freestyle que sostenía Arkano. Aún no consigue la plata para que Guiness lo certifique.

Imagínate en Argentina. Rebobina 10 años. Mar del Plata, ciudad veraniega por excelencia, seis chicos en ronda y, en el medio, dos diciéndose cosas con rimas. Rapean, todos amigos. Lo único que quieren en el mundo es una frase ingeniosa que noquee al otro. Uno de ellos es Manuel Cuenca, tiene 16 y ni se imagina que lo bautizarán “Biz” por las bizarreadas que dirá, ni que a los 19 tendrá su primera competencia en el bar Nevermind, y que habrá mucha gente. Tampoco que a los 20 se irá a La Plata a estudiar música y que a los 25 llegará a cuartos de final de la competencia nacional más importante: la Batalla de los Gallos. Y no se da, ni ahí, idea de que a los 26 va a estar parado frente a una cámara para romper un récord mundial: rapear improvisando más de 26 horas sin parar. “Soy streamer”, dice Manuel. “Es un desafío que le prometí a mis seguidores”. Hasta el último año, el récord de freestyle –como le llaman a esta disciplina– del Guinness, lo tenía Arkano, el español que hizo, con pausas de no más de tres segundos, 24 horas 34 minutos y 27 segundos. Todo de un tirón.

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Una persona rapea un día entero. Se sienta y se para, se sienta y se para. Es todo el movimiento que hace. Así. Y canta. Eso: horas y horas. Sin parar. Como un payador acelerado. Esta es la historia de cómo Biz rompió el récord de más tiempo haciendo freestyle.

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En La Plata es 31 de agosto del 2018. Es un buen día para batir un récord. La noche anterior, Cuenca descansó. El lugar es “la cueva”, el departamento de 23 m2 donde vive, en el barrio Altos de San Lorenzo. Él y los dos amigos que lo van a acompañar. Martin (26) y Flexito (20). Uno productor y otro también streamer. Dos héroes anónimos que lo asistirán en todo. Y cuando digo todo, me refiero a todo. Incluso en vaciar su baño portátil, su botella de 2.25 lts de plástico cortado donde evacuará, en lo que dure el récord, los casi 15 litros de liquido que tomará en forma de bebidas isotónicas, licuados, mate y té.

El cuerpo de Biz querrá rutina, querrá vocalizar su hora diaria, querrá sus ejercicios de respiración y relajación, querrá correr sus 3,5 kilometros por calle 72. Pero no. Se acabaron los nueve días de preparación. Ya no más pruebas de cinco o diez horas rapeando. Hoy es el día D. Sus amigos llegan con 8 gatorades de 500 ml sabor manzana y 8 botellitas de agua de 500 ml, 6 manzanas verdes y 5 bananas para licuados. Ah, y dos potes de miel para cuidar la garganta. Todo sea por hidratar y alimentar al campeón. Martin, como integrante de Sucre Producciones (una productora platense que organiza eventos de rap desde octubre de 2016, donde Manuel es, hoy, dj), pagará los $1200 para que el rapero récord esté cómodo.

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El futuro récord mundial se levanta y desayuna liviano: té negro, miel y dos tostadas con queso. A las 11 enciende la compu, acomoda cámara y micrófono, prueba y abre la plataforma. “Expliqué, primero, a la gente que iba a rapear 28 horas, y que le iba a sacar el récord a Arkano”, cuenta Manuel. Y arranca la hazaña.

Una montaña rusa. Así son a veces estas cosas. “Tenía miedo de que me agarre un ataque de ansiedad. De pibito sufrí ataques de pánico”, dice Manuel. Y claro, con semejante desafío es entendible. “Pero bueno, puse mi mente en blanco, y me enfoqué”. Cuando arrancó, arrancó cómodo. Se fue sintiendo variado, iba y venía todo el tiempo. Martin y Flexito lo tocaban de atrás y él les decía rapeando si necesitaba algo. "Me estoy haciendo pis muy muy muy fuerte; no me conviene no volver a verte" rapeaba Manuel mientras esperaba su baño portátil. "Así que vamos a echar un pichín. Y hasta llegar al fin, sabes que yo te tiro un fichín".

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Rapea una hora, rapea dos. Y de la nada, a la una y media, se apaga la pantalla. Manuel fosilizado. Su alma se cae al piso. “Qué pasó”, pregunta boquiabierto. Voltea. Mira a los amigos. Nadie sabe por qué pero la computadora ahora se reinicia. Tiene dos caminos: o para o sigue. Los amigos le dicen que primero coma algo, que se hidrate un poco. “No”, contesta Manuel. “Sigo”. El destino es una mamuschka con problemas y soluciones. Será por eso que a mano tienen otra computadora.

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“Manuel tiene mucha resistencia al fracaso”, cuenta Vanesa Becherini (53), su mamá. “Atraviesa los dolores y después acomoda la cabeza”. Dicho y hecho. En cinco minutos, cableó, prendió y arrancó de nuevo. Pero de cero. Así es Manuel. Perdió dos horas que ningún registro de récord le reconocerá.

Un récord es una vida en miniatura. Compacto, intenso. Y como tal, tiene altibajos. A la hora cuatro, Manuel quiso largar todo. Se sintió cansado. Muy. Y en el silencio de su convicción, repetía un mantra: “Aun que me rompa la voz, no voy a dejar. No quería fallarle a la gente que había puesto un ápice de esperanza o me había bancado”, dice Manuel. “Lo hice por ellos, no por mí”. Otro motor fue la pantalla, una tele Samsung 4K de 40 pulgadas donde aparecía su filmación y, en grande, el chat de Twitch. Todo en vivo. Y como la vida, fue diverso. Pasaron desde quienes lo alentaban hasta quienes querían desanimarlo, desde gente cercana hasta amigos que no veía desde la primaria, lo arengaban.

Dese una idea cómo puede estar ese ser humano: desde llagas en los labios hasta la mandíbula dormida, desde sentir la garganta quemada hasta no sentir los dientes. “Es un enfermo”, dice Martín. “Un enfermo en el buen sentido. Lo que se propone lo logra”.

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Si no hay estímulos, no hay creatividad. En un principio, la idea era pasar imágenes para dar rienda suelta a la improvisación. Y al final fue solo el chat. “Es difícil estar manejando lo que querés que pase mientras estas rompiéndote el alma para poder rapear”, cuenta Manuel. “Eso me costó”. Todos los que pasaban, le ponían alguna palabra. Y con esa materia prima, él rapeaba. Cuando veía que estaba rapeando medio bajo, trataba de motivarse, trataba de no decaer musicalmente, cambiaba el estilo, la forma. “Es muy meticuloso con los flows. Tiene mucha técnica. No rima por rimar”, dice Krónico (23), un referente del rap platense que lo visitó durante el reto. “Más que un rapero, es un músico”.

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La actualidad tiene ese poder de atracción. Messi, dólar, Macri e inflación fueron las palabras más repetidas. La gente pedía eso. “Para entretener, primero tenés que entretenerte vos”, dice Manuel. “Si te aburrís, fuiste”.

A Cuenca lo apodaron Biz, pero no todo es bizarro en sus rimas. Por momentos se pone existencial: “De repente pienso en mi naturaleza, adónde quiero ir y todo lo que me pesa”. En otros momentos parecería estar de vuelta en la vida: “Somos personas que razonaban lo mejor del mundo, vos sabes que soy inmundo” canta en un momento. “Mi sentimiento sale bien y rimo muy profundo, lo hago muy tranquilo, lo hago en dos segundos”.

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Antes de hacerse realidad, los sueños son, a veces, pesadillas. Los primeros meses del año, Manuel trabajó, durante doce horas diarias, en una cocina. Llegaba y streameaba. Estudiaba, tenía amigos y todavía estaba de novio. Casi no dormía. Hasta que llegó julio, largó la cocina y se dedicó de lleno a streamear y a hacer lo que es: productor musical y beatmaker. Era ––es–– su sueño vivir del streaming.

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¿Cómo es que a alguien se le ocurre romper un récord mundial? ¿Quiere fama, quiere dinero, quiere a Eminem felicitándolo por teléfono? Para nada. Manuel quiere más seguidores. “Sabía que si ponía una meta muy complicada, la gente se iba a acercar al stream y le iba a gustar”, dice. La plataforma tiene más de un millón de usuarios diarios. Ahí es donde Manuel se convierte en Cabech. Y tiene varias actividades: desde filmarse jugando al Counter Strike hasta enseñar cómo musicalizar un corto, desde rapear sobre temas concretos hasta dar misas bizarras donde, entre otras cosas, se confiesa a streamers en vivo. Todo esto desde febrero del año pasado. Cuando llegó mayo, dijo: “cuando alcance los 1000 seguidores, voy a rapear 24 horas seguidas”. En ese entonces lo seguían solo 600. Con la ayuda de streamers famosos, le llovieron seguidores. Puso fecha y redobló la apuesta: 28 horas y su nombre en el Guinness. El día del récord, lo esperaban ansiosas siete mil almas virtuales.

“Al final final, ya tenía miedo”, cuenta Manuel. “Estaba volviéndome loco”. Por suerte, su amigo Martin lo ayudó bailando las últimas, escuche bien, catorce horas. Y eso le dio nuevas energías cuando a las 3 AM Cuenca ya era un hilo de voz. Manuel estaba cansado. El chat se vaciaba y con él sus estímulos. El paso de Martin era un tanto monótono pero simpático: subía y bajaba los brazos a la altura del pecho, mientras rotaba cadera y hacía temblar las manos. Todo al compás del ritmo de Manuel. Eso divertía al chat. Pero dejó de serlo a la hora diez, cuando Martin no pudo apoyarse en la mesa de vidrio imaginaria. Y le cayó la ficha: no solo no podía agacharse, sino que había alucinado. Ahí empezó a tomar descansos. Pero todo valió la pena. Porque Manuel descargó el peso de entretener él solo a toda la audiencia. En España, el récord Arkano tenía todas a su favor: siempre amigos y seguidores le daban letra para no decaer la inspiración, tenía músicos invitados. Y además habían dispuesto para él la sala vidriada en la plaza más famosa de Madrid. Todo con el auspicio de la multinacional Red Bull. Cuenca, por su lado, necesitó seleccionar, él solo, 100 pistas de youtube con más de 30 horas de rap. Todo sin sponsors y a pulmón.

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En esas 26 horas y media de récord mundial pasó de todo. Desde los tres amigos que lo visitaron hasta las 60.000 que lo vieron, desde las 10 pavas de mate hasta los 20 baños portátiles, desde picos de 6000 personas viendo al mismo tiempo hasta 7000 seguidores nuevos. Cuando paró, habían pasado 26 horas 34 minutos y 43 segundos. Habemus récord. Cuenca superó, en más de dos horas, al español Arkano.

Ahora bien, ¿por qué no llegó aún al Guinness? Porque los tramites son online y la cola es larguísima y, básicamente, no tiene los U$6.000 para que el Guinness certifique personalmente el récord. Pero Manuel no se queda de brazos cruzados y ya busca mecenas que paguen el precio para demostrar al mundo, de nuevo, quién ostenta el verdadero récord.

Poco después de la hazaña de Cuenca, entrevistaron en el programa radiofónico de Buenos Aires, Damn!, especializado en rap, al español Arkano. Y le comentaron sobre la proeza del argentino. “Ah, mira tú, qué bueno”, dijo levantando las cejas. “La cosa es hacerlo primero”. Y sonrió. En los papeles aún es numero uno. Beneficios de ser rapero con sponsor.

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