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Rivales en la pista, hermanos en la vida

Los hermanos Novellino comparten la pasión por el Midget, una especialidad del automovilismo distinta, donde el uso del freno no existe y solamente es puro derrape.
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Artículo publicado por VICE Argentina

Al encenderse la luz de largada, cada noche de sábado se vuelven rivales en una pista cercana al autódromo porteño, cuando les toca correr en el Circuito de San Andrés de Giles, alejado del murmullo de la Capital Federal y ubicado sobre el km 104.5, de la Ruta Provincial 7. Leandro y Gustavo Novellino, dos hermanos empapados por una misma pasión: el Midget, una variante del automovilismo alejada de las grandes categorías como el Turismo Carretera o el STC2000.

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Los vehículos son preparados por el padre de ambos, Miguel, de quien parecen haber heredado la adrenalina por estas carreras de autos de cabina abierta, chasis liviano, sin frenos ni cajas de cambio que alcanzan los 140 Km/h. Equipo al que, recientemente, se sumó Julián, de 22 años, primo de los hermanos Novellino. “Mi viejo es el pilar de todo esto, labura silenciosamente. Es la cabeza principal de la pirámide, es el que nos ayuda, guía y une”, expresa Leandro de 45 años.

La pasión por la velocidad atraviesa a un continente en distintas formas, aunque los amantes de los motores lo viven con la misma adrenalina tanto en Barranquilla, como Daytona o en Buenos Aires. Cuando las carreras son en el trazado de San Andrés de Giles, a 100 kilómetros del taller donde se hacen los autos, en la localidad de Lomas de Zamora, la familia comienza temprano para salir hacia el autódromo.

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En carrera

Una vez que cada auto fue cargado en el tráiler se inicia un trayecto de, aproximadamente, una hora y media hasta llegar al escenario marcado por la adrenalina de distintas categorías del mundo motor. Allí también participan los autos de la Asociación Argentina de Pilotos Midget (AAPM).

Independientemente del trazado donde se dispute cada fecha, los primeros pasos de la llegada siempre son los mismos. Primero se arman los gazebos que simulan ser boxes, carpas abiertas utilizadas como el sitio donde se preparan los autos antes de salir a pista. Allí, los Novellino también asumen el rol de mecánicos y ayudan a quienes sólo se ocupan de la puesta a punto de cada Midget.

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En los gazeboz

La pasión inexplicable por los fierros se materializa a partir de que los hermanos comenzaron como mecánicos de Carlos Violante, un amigo de Miguel. Esa primera experiencia bastó para que Leandro se diera cuenta de que el Midget se convertiría en su amor, el cual dio como fruto al primer Midget de la escuadra que corre en la AAPM. “Empecé a correr en la temporada 99-2000. A estos autos han subido pilotos de renombre, dieron pocas vueltas, otros directamente no lo hicieron y nos dijeron ‘ustedes están locos’. Capaz hay que estar un poco loco, pero se siente mucha adrenalina y en la carrera es todo muy rápido”, cuenta Leandro.

En cambio, la decisión de Gustavo de subirse a un Midget tardó apenas un poco más. Siempre fue mecánico de Leandro junto a Miguel, hasta que condujo uno de estos autos después de una carrera de su hermano. Sólo le bastaron dar unas vueltas para decidirse y comprar uno.

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Los hermanos Novellino junto a su padre Miguel

“En el 2003 habíamos ido a correr a la provincia de Córdoba, lo hice subir al mío, se calentó y se compró un auto. Dos años después lo invitamos a mi primo cuando lo llevamos a correr una carrera como piloto invitado, le gustó y ahora empezamos a correr los tres”, revela el mayor de los hermanos.

Toda escudería de carreras tiene un principio. “Tranki pero a fondo”, ese el lema bajo el cual Leandro, Gustavo y Julián se rigen cada vez que se suben a sus autos. Como un tipo de sentencia que los tres adoptaron para visualizar la victoria, sin perder el foco de que la pasión por la velocidad implica también tener cierto cuidado. La frase se encuentra ploteada en cada Midget de los Novellino, como una forma de evidenciar la identidad del equipo de competición.

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Además, la frase funciona como una pieza clave dentro de la pista luego de que se apagan las luces del semáforo que inicia cada carrera, y que se termina de inmortalizar cuando estos pilotos ven la bandera a cuadros luego de atravesar la meta de llegada.

“La frase nació a partir de una semifinal que estaba corriendo mi hermano y cuando vamos a la largada, antes de largar le digo ‘Dale Gusti, tranqui pero a fondo’. Desde ese momento quedó como frase del equipo Novellino y está impregnada en todos los autos del equipo. Significa que corramos tranquilos, pero siempre a fondo, lo que el auto dé”, recuerda Leandro.

“Rozar es correr”

Se corre en un óvalo de tierra, un circuito en el que los autos se caracterizan por girar solamente hacia la izquierda a través de un derrape controlado. Es decir, una de las piezas que integran el tren delantero del vehículo, el diferencial, es trabado y eso permite que las dos ruedas doblen a la vez. De esta manera, el corredor controla el auto a medida que dobla de cola a una velocidad intermedia para evitar un vuelco.

“El roce es constante con los otros autos, están las maniobras legales y las que no lo son. Más allá del refrán ‘rozar es correr’, siempre decimos lo mismo antes de salir a las series: ‘saquen ahora las fotos porque no sabemos cómo vuelve el auto”, admite Gustavo.

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En tanto, reconoce que las cuestiones que pueden llegar a producirse durante una carrera quedan en la pista y que la sangre “es más fuerte”, ya que el cuidado es mutuo, como así también el respeto.

“Tuvimos la mala fortuna de que en una carrera, un auto rompió el motor en frente de Leandro, al levantarse tierra, no lo veo y terminé volcado al chocarlo sin querer. Arreglamos su coche para que largue en la final porque estaba clasificado y, el mío terminó arriba del tráiler. Al otro día comenzamos a trabajar en el auto”, rememora el menor de los hermanos.

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Salida desde Lomas de Zamora

En el automovilismo cada piloto forja su propio destino cada vez que sale a pista, a cada Midget lo puede esperar la gloria emanada de la bandera a cuadros. Esa gloria que se materializa en un podio, cuando cada piloto recibe el trofeo de vencedor y celebra con un champagne la carrera ganada.

Como todo en la vida, también existe espacio para la derrota, los vuelcos en carrera, la rotura de los autos. El regreso frustrado del equipo al taller pesa, pero como con una suerte de “ave Fénix”, siempre se resurge de los golpes que dan cada competencia. Una vez en el taller, cada piloto y mecánico empiezan el arreglo de su Midget con vistas a un nuevo desafío. Como si nada hubiera sucedido y se pone el foco en la próxima fecha. Pero nada de esto sería posible sin un denominador común, la pasión por los fierros.