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FIGHTLAND

Pelear contra el culto a la domesticidad

En los cincuenta, un grupo de boxeadoras desafió la expectativa cultural de ser "esposas abnegadas" y, en cambio, se convirtieron en grandes peleadoras.

Este articulo fue publicado originalmente en FIGHTLAND

El siglo 20 trajo un crecimiento sin precedentes en ciencia, industria y tecnología, con frecuencia catalizado por la guerra. Durante la Segunda Guerra Mundial, las mujeres realizaron los trabajos que antes habían ocupado los hombres para poder mantener el crecimiento industrial y apoyar a las tropas que peleaban en el extranjero. Mientras que los hombres individualmente se hayan sentido molestos con la idea de lidiar con mujeres en el trabajo, el apoyo gubernamental a las mujeres trabajadoras aplastó cualquier tipo de hostilidad que existiera entre los hombres. Las mujeres estaban completamente integradas al esfuerzo militar y, dada su nueva posición fuera del hogar, ahora formaban parte de actividades atléticas que antes solo realizaban los hombres. Fue famosa la liga de beisbol exclusivamente femenina que ocupó el sitio que dejó la liga de beisbol profesional durante la Segunda Guerra Mundial.

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Cuando teminó la guerra, se esperaba que la mayoría de las mujeres dejaran sus puestos en las fábricas y en la industria y permitieran que los soldados que volvían ocuparan esos sitios de trabajo. En esta década posterior a la Segunda Guerra Mundial la cultura popular insiste en recordarle a la mujer su papel como esposas y amas de casa. Mientras que durante los cuarenta vimos un cambio histórico en los roles femeninos fuera del hogar, los cincuenta recibieron todo el impacto de la reacción a estos cambios. Antes de la Segunda Guerra mundial, el hogar era la esfera de la mujer, mientras que durante la guerra, la fábrica se convirtió en el nuevo hogar femenino. Después de concluida la guerra y una vez que a las mujeres se les animaba, si no es que se les obligaba, a regresar a sus hogares, la siguiente década en la cultura popular norteamericana buscó perpetuar la fantasía doméstica de la esposa abnegada y buena, pasiva y femenina. La ropa ha sido utilizada con frecuencia para regular el cuerpo femenino; en la era post Segunda Guerra Mundial, los artículos de vestimenta femenina restringían el movimiento, y significaban una vuelta al hogar y la salida del ámbito laboral, donde el ajuar había sido lo suficientemente amplio como para poder trabajar. El New Look de Christian Dior, no obstante su increíble belleza, es recordado como el regreso del corset restrictivo y las faldas limitantes. La moda de post guerra le recordaba a la mujer sus deberes ante el hogar, sus maridos, como madres y esposas.

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Sin embargo, el final de la guerra no echó para atrás lo ganado por las mujeres en los años bélicos. La mayoría de las mujeres casadas abandonaron el trabajo para volver a sus papeles esperados como amas de casa y madres, pero las jóvenes solteras siguieron trabajando. El deseo de mantenerse en forma significó que todo tipo de ejercicio, incluidos los deportes de combate fueron practicados con mucha mayor regularidad por las mujeres.

En 1948, una joven británica de 18 años, Barbara Buttrick, conocida como "Battling Butt" era una peleadora diminuta y tozuda, que apenas alcanzaba el metro y medio y pesaba menos de 45 kilos. Capturista de día, Barbara lanzó su primer desafío público ese año, a pelear contra cualquier mujer de entre 44 y 50 kilos. Tres jóvenes respondieron de inmediato. Su madre estaba perpleja porque esperaba que su hija boxeara únicamente como pasatiempo, no en público. Pero Barbara enfrentó más dificultadas en su carrera pugilística, no solo la consternación de su madre. Primero, dada su constitución pequeña, le era complicado hallar oponentes de tamaño propicio. Llegó a las primeras planas antes de que comenzara su carrera no solo por lanzar el desafío en 1948, sino por aceptar participar en un combate de exhibición contra un hombre. La pelea se canceló, pero el año siguiente Barbara combatió con el boxeador profesional Bert Saunders en un encuentro de exhibición a tres rounds. Desafortunadamente, hacer sparring de exhibición era la única opción real para Barbara en Gran Bretaña en esa época, lo que significaba que los espacios en los que aparecía eran teatros principalmente y no en una arena de boxeo.

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El Comité de Control del Boxeo Británico se negó a darle una licencia para pelear oficialmente a pesar de su promesa de representar al país como la gran campeona femenina de boxeo. Y la Comisión de Boxeo no fue la única institución que se plantó en controa de Barbara. La Federación de Artistas de Variedad, un sindicato formado para proteger los derechos de distintos artistas, se manifestó en contra del boxeo femenino, al asegurar que "degradaba los intereses mejores del entretenimiento de variedades, la profesión boxística y a la mujer". La declaración de la Federación de que el evento sería degradante para las muejres fue ridiculizada por Nat Tennens, el promotor de la primera pelea de Buttrick, quien dijo que la VAF (por sus siglas en inglés) daba su aval a strip teases y otros espectáculos de desnudos, que eran mucho más degradantes para las mujeres que el boxeo femenino.

A pesar de los muchos críticos que denunciaron a Barbara Buttrick, la pequeña peleadora continuó su camino en pos de la gloria pugilística. Durante su carrera de casi 15 años, Barbara se apuntó 12 nocauts y una única derrota contra Joann Hagen, casi 15 kilos más pesada que la diminuta Barbara al momento de la pelea. Barbara trabajaba como copista durante el día y pasaba las tardes entrenando en la YMCA, bajo la tutela de Leonard Smith, con quien eventualmente se casaría. Era famoso su duro jab, con el que le rompió la nariz a su esposo y con el que derribó a un reportero impertinente que "sugirió que las mujeres eran mejor dentro de un sueter que en el ring". La campaña británica contra el boxeo femenino y en particular contra Barbara provocó que se reubicara en Estados Unidos para continuar con su carrera. Una nota en el Dallas Morning News por fin le daba a Barbara el respeto que sin duda se merecía, cuando cubrieron una sesión de sparring, entre ella un peleador "regordete" veterano llamado Jose Andres. Barbara puso a Jose contra las cuerdas, y después del segundo round, este le dijo al reportero, "Es buena, pega tan fuerte como un hombre. Boxea como profesional. He peleado desde hace 14 años y he peleado contra profesionales que eran mucho peores".

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A los 26 años, Barbara finalmente recibió su oportunidad de pelear por el título mundial, pero el evento tuvo su dosis de críticas. Una anuncio particularmente grosero en el Seattle Dauily Times de 1957 presentaba a Barbara Buttrick y a su rival, Phyllis Kugler, pero informaba a los lectores que "podían olvidarlas en cuanto se enteraran que estaban por pelear por 'el campeonato del mundo'". Phyllis Kugler creció en South Bend, Indiana, y fue reconocida internacionalmente en la comunidad boxísitca de los cincuenta. Según una entrevista en el South Bend Tribune en 2005, Phyllis se retiró con un record impresionante de cincuenta y cinco victorias y solo una derrota. Recordaba ella que la mitad del combate era lograr que las dejaran subir al ring nada más. Los eventos se cancelaban con frecuencia porque dos mujeres aparecían en la tarjeta. Por un rato pasó desapercibida, porque se le nombraba como Phil en lugar de por su nombre completo, más femenino, Phyllis.

Phyllis era conocida por su feminidad, además de sus proezas en el ring. En 1957, la Orden Fraternal de Policía la nombró "boxeadora y reina de belleza del año". Cuando no estaba peleando Phyllis utilizaba vestidos por insistencia de su entrenador quien debe haber asumido que esa práctica de feminidad normativa le ayudaría a su peleadora a ser más aceptada fuera del ring. Barbara derrotó a Phyllis en esa histórica batalla, ganó unánimemente cada uno de los seis rounds, y se quedó con el título de campeona de boxeo. Tres años después, y con cuatro meses de embarazo, Barbara se retiró de los enconrdados, pero no del mundo del boxeo. Barbara fundó la Federación Internacional de Mujeres Boxeadoras y fue elegida para integrar el Salón de la Fama del Boxeo y la Lucha Internacional en 1990. Barbara también fue presidenta de la Asociación de Boxeadores Veteranos de 1988 a 1990.

JoAnn Hagen, la boxeadora que le propinó la única derrota a Barbara fue otra famosa peleadora de la época. La mayor parte de la información de los deportes de combate durante la década de los cuarenta y los cincuenta viene de entrevistas con las personas involucradas realizadas años más tarde. El hermano menor de JoAnn recordaba ver a su hermana hacer sesiones de sparring en el gimnasio y cómo sus compañeros se burlaban de él porque su hermana lo podía noquear. Sus padres no estaban del todo contentos al enterarse de la carrera de JoAnn, pero uno de sus hermanos aseguraba que en una ocasión su padre la vio pelear y dijo, "Bueno, parece que te puedes cuidar sola". JoAnn derrotó a la famosa Barbara Buttrick en 1956. Ese mismo año fue derrotada por Phyllis Kugler, y con eso esta triada de campeonas femeninas quedó vinculada en la pequeña comunidad de peleadoras. Phyllis y JoAnn aparecieron en programas de televisión populares como el Steve Allen Show, What's My Line y I've Got a Secret. JoAnn casi no habló sobre su carrera como boxeadora aunque según sus hermanos, ella se divertía. Cuando JoAnn murió en 2004, su familia donó todo su equipo y los recortes de periódico a un museo local para montar una exposición para que el legado de su hermana sobreviviera.

Otra peleadora que acaparó titulares en los cincuentas fue la campeona peso gallo australiana, Cath Thomas, que ganó 14 de sus 18 peleas y supuestamente noqueó a cinco rivales masculinos. Después de un accidente automovilístico devastador, dejó el boxeo, pero su naturaleza competitiva la llevó a incursionar en el mundo del baile de salón. Los reporteros se formaban para verla bailar tango mientras utilizaba un vestido rosado elegante, y explicaba como su juego de piernas en el boxeo le ayudaba para el baile. Ganó una medalla de oro en una competencia de biale en Sydney y practicaba frecuentemente con sus dos hijas, quienes también disfrutaban del baile y del boxeo.

Cath, JoAnn, Phyllis y Barbara compitieron en el deporte del boxeo a pesar de las duras críticas lanzadas contra ellas. Las mujeres que no se ajustaban a los requisitos del culto a la domesticidad de los años cincuenta eran censuradas en revistas para mujeres como Good Houskeeping y el Ladies Home Journal. Y contrario a muchas de sus antecesoras, quienes boxearon durante una época en la que los combates eran arreglados y buscados por promotores y empresarios, estas mujeres se veían limitadas por los organismos rectores y las comisiones de boxeo que las creían poco aptas para representar al deporte del boxeo. Aún así, estas cuatro mujeres recordaban sus épocas en los encordados con afecto, y las mujeres que boxearon en las décadas posteriores las recuerdan a ellas como pioneras.