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literatura

El recomendado literario del mes: 'La corriente' de Juliana Restrepo

COLUMNA // Gloria Susana Esquivel reflexiona sobre volverse otra cosa.

Dice Ricardo Piglia en su Tesis sobre el cuento que un cuento siempre cuenta dos historias. Resulta interesante hacer el ejercicio de intentar indagar cuáles son esos dos relatos que componen los cuentos que se compilan en La corriente (Angosta, 2016), primer libro de la escritora paisa Juliana Restrepo, en donde detrás del tedio de las fiestas y la angustia de domingo se asoma una manera de ver las relaciones y los roles que encarnamos dentro de esos rituales cotidianos que, a primera vista, parecieran no tener ninguna gracia.

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Lo primero que llama la atención de los relatos de La corriente son las narradoras que cuentan estas historias. Tal vez se trate de una sola narradora —a veces llamada Juliana— la que con desparpajo confía en el lector su deseo de escribir y las frustraciones que conlleva ese proceso de volverse escritora. El espacio entre narradora y lector se vuelve tan íntimo en momentos, que ella se atreve a corregir y reescribir aquello que está contando frente a los ojos de quien lee, permitiéndonos espiar sus notas y ser partícipes de la metamorfosis de la creación. Somos testigos de cómo una adolescente se transforma en estudiante extranjera, de extranjera a madre, de madre a nieta, como si los relatos de este libro funcionaran también como fotografías en un álbum en donde Juliana, la narradora, nos va contando aquello que se entreteje detrás de la cotidianidad que captura cada retrato.

Porque me gusta pensar en los cuentos de La corriente como fotografías instantáneas que están justo en el proceso de revelado de la imagen. En estos cuentos Restrepo construye imágenes, atmósferas y escenarios a partir de detalles que son imposibles de escapársele a quien observa con suspicacia, que a duras penas logran ser registrados por la cámara, y que lentamente van siendo expuestos sin muchos miramientos ante el ojo atento del lector. Una corona de flores artificiales se convierte en el símbolo de una estratificación social obsoleta; una cocina de baldosas rojas anticipa la enfermedad de un ser querido; el balbuceo de un niño es también la otra cara de la pérdida de lucidez de una anciana. Epifanías cotidianas que no hacen parte de un evento magnánimo dentro de la vida de estos personajes, pero que resultan definitivas y transformadoras gracias a la lucidez con la que están contadas.

Piglia diría que "un relato visible esconde un relato secreto" y, en el caso de La corriente, son también los personajes los que cargan ese relato secreto, esa revelación que los convierte en algo más, en otra cosa. Las mujeres de estos relatos cargan con vergüenza una clase social alta e intentan encontrar maneras de subvertir esas estructuras absurdas que las han intentado moldear. Bailan, se escapan, escriben… Buscan maneras de encontrarse con el otro y dejarse atravesar por él, tal vez como una manera de dejarse llevar por la corriente y rendirse ante aquello que merece ser contado con honestidad, audacia y agudeza.

La corriente
Juliana Restrepo

Angosta Editores, 2016