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El telón desciende sobre Yaya Touré: La despedida de un ícono de la Premier League

A pesar de que Yaya Touré podría salir por la puerta de atrás del City, nunca olvidaremos el espectáculo que nos ofreció en sus años dorados jugando en la Premier League.
PA Images

Marlon Brando fue uno de los mejores actores de todos los tiempos, pero en la última década de su vida apenas pudo actuar. En 1996, anunció la muerte de su carrera cuando apareció en The Island of Dr Moreau, la famosa y lamentable cinta en la que su actuación de segundo nivel, su exorbitante pago y su hostilidad evidente en set provocó que pocos en Hollywood quisieran contratarlo de nuevo. Vivió sus últimos años en vergüenza, apenas mostrándose en público, batalló miserablemente contra la obesidad y apareció en un puñado de filmes para el olvido.

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Yaya Touré no es precisamente el Marlon Brando de la Premier League (para empezar, aún le falta construir su propio reino en una isla), pero tampoco está muy lejos de serlo: Yaya es una figura de grandeza exaltada, al parecer, destinada a pasar sus últimos días en el exilo acompañado de un jugoso salario y con su reputación desgastada por los tropezones públicos.

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Sin embargo, también existe un límite para sentir lástima por un hombre que se lleva al bolsillo 220 mil libras a la semana a cambio de perder el tiempo con el balón dos horas durante los entrenamientos con las reservas del Manchester City todas las mañanas. Pero de todas formas, hay un elemento trágico que rodea la existencia de Yaya Touré en su última etapa en el futbol inglés —su decisión de quedarse callado y oculto ante los ataques hacia su reputación tampoco le ha ayudado—.

Dimitri Seluk, como probablemente ya lo sabes, es el agente y consejero de Yaya, autor del desastre de la reputación de su cliente. Seluk fue el hombre que en el 2014, posicionó la imagen pública de Touré a la altura de Charlie Sheen o Richard Keys, cuando se quejó que el Manchester City no le había regalado un pastel de cumpleaños a su jugador (historia atemporal y magnífica por el hecho que al club en realidad se le olvidó darle su regalo). Recientemente, Seluk reaccionó a la no convocatoria de Touré de parte del mesías del futbol y entrenador del City, Pep Guardiola, restregándole esto en su cara: "Si Guardiola quiere una guerra, la va a tener". Esto fue lo que Seluk declaró el mes pasado, sin darse cuenta que cavaría un hoyo en el que su cliente también quedaría atrapado.

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Dentro de su historial, también se encuentra aquella vez que Seluk dijo que el director deportivo del City, Txiki Begiristain, "es bastante estúpido y no conoce su trabajo", y hasta postuló a Touré como el candidato ideal para reemplazarlo. Podríamos citar muchos ejemplos, pero estos son algunos de los más sonados.

Casi al mismo tiempo en que el dinero empezó a caer a cántaros en el futbol, "rentar" un superagente defensor se ha convertido en una tarea bastante prominente en la era moderna. La presencia de este personaje nos trae a la memoria aquella descripción de Goldman Sachs para la revista Rolling Stones: "Una gran calamar vampiro aferrado a la cara de la humanidad, que deposita incesantemente su embudo de conversión sobre cualquier cosa que huela a dinero".

Desde hace tiempo hemos aceptado que estos superagentes necesitan hacer declaraciones polémicas, de parte de sus clientes, porque se trata de un acto obligatorio para poder cumplir con su papel en la gran pantomima del futbol. ("Arsenal tiene el dinero pero, ¿tienen los tamaños para gastarlo?", fue la respuesta de Mino Raiola luego de que el club se negara a gastar una millonada en Paul Pogba). Pero Seluk ha llevado este personaje a un nivel inimaginable.

Hasta qué punto su loca perspectiva de la humanidad representa verdaderamente la postura de Touré es algo que no sabemos, pero es cierto que Seluk parece haber terminado con cualquier posibilidad de regresar a su cliente al primer equipo. Guardiola, acostumbrado a este tipo de cosas, respondió a Seluk exiliando a Touré de los asuntos del primer equipo hasta que su agente se disculpe personalmente.

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En el verano de 2010, el City, dos años después de que los nuevos dueños tomaron el control y habían terminado en quinto lugar de la liga, era un club muy por debajo de las ambiciones de un jugador que había sido parte del triplete del Barcelona un año antes. Por ello, el club lo tentó de la única forma que pudo —con una ridícula cantidad de dinero— y Touré la tomó para elevar al club de mediocre a dos veces campeón de la Premier, además de una FA Cup.

Pero es exactamente la forma en que adquirieron a Touré —el enorme contrato— lo que ahora molesta al club porque ya no sabe cómo quitárselo de encima. Se trata de un jugador que deshonra al club por asociación, y aún así el City está obligado a utilizarlo hasta junio de 2017 pagándole 30 millones de libras al año.

Ahora, el hombre que transformó al City en un gigante, en gran parte por su propio talento —no es exageración, ya que Touré fue una pieza esencial para que el City ganara partidos trascendentales en el futbol inglés—, parece estar listo para salir por la puerta de atrás, mientras observa a un mercenario parasítico decir estupideces de su parte.

Para este punto, tal vez, es atinado regresar al ejemplo de Marlon Brando. Porque, a pesar de que la sabiduría popular sugiere que un tropiezo en la última etapa de una carrera, por más breve que sea, es suficiente para manchar la reputación de alguien —los últimos dos casos de los entrenadores de Inglaterra pueden corroborarlo—, Brando es prueba de que no siempre es así.

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A pesar de sus fechorías y actos vergonzosos en su última etapa, el Marlon Brando que existe en el imaginario colectivo es aquel del ícono cultural, el activista de los derechos civiles, y el actor que revolucionó el cine; su imagen para la historia sigue siendo la del Brando apuesto y fornido que aparece en A Street Named Desire en lugar del descuidado actor de sus últimas películas.

Por ello, esperemos que la carrera de Yaya Touré tome un camino similar. Porque es fácil olvidar en nuestros días el gran espectáculo que nos ofreció en las chancha cuando tomaba el balón, metía cuarta velocidad y se encaminaba hacia la portería, dejando oponentes que lo atacaban de todos lados.

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Hay un sólido argumento para decir que Touré es considerado el futbolista más complejo en la era de la Premier League. Nadie más nos viene a la mente cuando se trata de la elegancia de sus movimientos con el balón y el poder físico poseía, y su repertorio técnico —creación de jugadas, anotaciones, distribución del balón, tiros libres, penaltis— era tal que hace ver a Keane y Gerrard como jugadores promedio (cabe recalcar que el hombre que llevó al City a nuevas alturas como mediocampista, jugó como central para el todopoderoso Barcelona de Guardiola en la final de la Champions League). Y si la prueba consiste en poder relatar sus logros cuando la situación lo amerita, Touré pasaría con honores porque así lo ha demostrado. Cualquier desgracia o tropiezo en su última etapa como futbolista quedan relegadas por la grandeza de sus hazañas en sus tiempos dorados.

Brando se ganó al público luego de lamentarse que pudo haber aspirado a algo más, Touré hizo lo mismo al tomar las riendas de su club y llevarlo a otro nivel. En ambos casos, sus estatus como íconos que definieron toda una era no deberían verse amenazados por cualquier falta.

@A_Hess