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FIGHTLAND

Las implicaciones existenciales de una victoria por decisión dividida

Analizamos las implicaciones de un resultado debatible en un deporte que supuestamente tiene finales definitivos.
Photo by Josh Hedges/Zuffa LLC

Vi la pelea estelar de UFC Fight Night : Bisping vs. Leites en un bar con un montón de familiares de mi esposo. Habíamos ido a tomar un par de tragos y matar el tiempo entre una boda y la fiesta y le pedí al mesero si podíamos cambiar el canal de televisión para ver a Leites enfrentándose a Bisping, en lugar de ver beisbol.

Estaba a favor de Leites, ya que soy fan de su estilo de pelea y porque tiene un buen nombre, así que me emocionó verlo dominando la pelea, dictando el peso en el octágono y desatando una ráfaga de golpes para las que "The Count" tenía pocas respuestas durante al menos cuatro de los cinco rounds. Me confundí cuando me enteré que la pelea había llegado a una decisión dividida. Y aún más cuando supe que Bisping se había llevado esa decisión. Estaba segura de que le habían robado la pelea a Leites.

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Cuando volví a ver la pelea y las estadísticas molesta e indignada, me sorprendió mucho lo que vi. La pelea no fue tan cerrada como yo la recordaba y cualquier dejo de dominio que haya existido en la pelea, no fue por parte de Leites. El brasileño tuvo un intento de derribo exitoso y un par de patadas a la cabeza, pero fue superado en muchas otras áreas de la pelea. Pasé de tratar de explicar que Bisping no tenía una estrategia clara a admirar su ejecución.

Si fuera juez, habría favorecido su actuación.

Sospecho que la lección más obvia que debería aprender de esta experiencia es que una perspectiva humana bajo la influencia del ron, ansiedad y euforia es muy imperfecta. Las artes marciales mixtas, como cualquier otro arte, se ve a través de un lente de nuestras experiencias y preferencias. Es muy abierto a la interpretación en ocasiones. Y esas interpretaciones nos dicen mucho sobre nosotros mismos.

Las victorias por decisión dividida, en especial aquellas como la de Robbie Lawler sobre Carlos Condit en enero, se convierten en algo como un test de Rorschach del MMA. La manera en la que respondemos ante ellas y discutimos sobre las puntuaciones y victorias nos dice mucho sobre quienes somos y lo que valoramos del deporte.

Exponen no sólo nuestras preferencias por peleadores sino nuestras preferencias por los estilos de pelea y cómo aparentemente conceptos simples como la ofensiva y la defensiva pueden lucir para personas diferentes.

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La virulencia de nuestras respuestas también nos puede decir mucho. A veces va más allá de la lealtad que le tenemos a algún peleador, el disgusto que podamos llegar a sentir por un resultado o exasperación por el jueceo de una pelea.

Una de las cosas que nos llama la atención a tantos de nosotros sobre el MMA es lo definitivo que se siente el deporte.

Es una verdad aceptada que escucharás desde el peleador más experimentado hasta el fan casual: no hay áreas grises, no hay preferencias y hay poco espacio para el relativismo moral. Dos personas entren a la jaula y sólo una persona gana.

Y eso puede y ocurre cuando una pelea termina por nocaut, sumisión o detención del réferi, pero cuando ninguna de esas tres opciones ocurre la verdad esencial se vuelve algo más complejo.

El jueceo obviamente es imperfecto por muchas razones. Pero incluso cuando todos los involucrados acuerdan en un resultado y articulan detalles específicos e incluso si el deporte tuviera jueces educados de manera uniforme, esos jueces no dejan de ser seres humanos que ven las peleas desde sus propias perspectivas. Nunca habrá un momento en el que podamos asegurar que una pelea será calificada de manera perfecta y que el resultado será el justo. Sin importar cuanto queramos analizar esta parte de la vida que tiene sentido, nunca podremos confiar por completo. Y entonces aquello que nos emociona y elimina el estrés de nuestra vida se vuelve otra fuente de lo mismo.

Cuando nos declaramos en contra de una decisión que no nos parece, también jugamos con la incertidumbre del mundo que nos rodea. Cuando discutimos a favor de un resultado, también imponemos un aspecto nuevo a una narrativa reconocida.

A veces hay finalizaciones irrefutables, a veces el resultado es tan obvio que casi existe consenso general. Pero a veces, tenemos que relajarnos y sentirnos impotentes ante respuestas tan oscuras y confusas que no las entendemos y tratamos de encontrarle significado a nuestra búsqueda de comprensión cuando ni siquiera podemos comprender el resultado.

El deseo de ver este deporte como algo más grande, puro y noble que la vida misma es comprensible, y también lo es la frustración cuando se queda lejos de cumplir esos ideales. Pero cuando el MMA falla al superar a la vida real, comienza a ser la personificación de la misma.