El culto: Pavel Nedvêd

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la furia checa

El culto: Pavel Nedvêd

Tras ser el jugador revelación en la Eurocopa de 1996, Pavel Nedvêd se convirtió en un icono de la Serie A gracias a su dinámico juego y su lealtad hacia la 'Vecchia Signora'.
DE
ilustración de Dan Evans

Grado de culto: lealtad indiscutible

Durante toda su trayectoria en Italia, Pavel Nedvêd fue objeto de centenares de rumores que lo vinculaban con la Premier League. Primero fueron vagas especulaciones de una posible salida a Inglaterra durante su juventud en la Lazio; luego vino el enorme interés del Manchester United cuando Nedvêd ganó el Balón de Oro en 2003 y, más tarde, tras el conocido como Calciopoli, serían Chelsea y Tottenham los que harían saltar las alarmas en la prensa italiana. Los rumores de la llegada de Nedvêd provocaban que los fans de todos los clubes de Europa explotarán de emoción, especialmente durante sus años dorados en la Juventus, cuando era considerado el centrocampista ofensivo más ágil y dinámico del planeta. El Nedvêd más rentable de la Juventus era un futbolista que contaba con la gran admiración de Sir Alex Ferguson, tres títulos de liga en tres clubes de dos países distintos, y el premio individual más prestigioso del fútbol. Además, por si fuese poco, contaba con una melena envidiable.

Sacudidos por el ir y venir en el campo, los rizos de Nedvêd parecían una preciosa cascada rubia o una absurda cabellera medieval, dependiendo de la perspectiva con que se le viera. El mocho de Nedvêd fue un protagonista inconfundible del Calcio desde mediados de la década de los 90. Obsesionado por el trabajar duro, capaz de correr distancias inimaginables, y certero en el momento de disputar el balón, no hay duda de que Nedvêd habría penetrado con mayor facilidad en las líneas defensivas de la Premier League. Sin embargo, para la mala fortuna de los fans y entrenadores en Inglaterra que se frotaban las manos con su adquisición, Nedvêd tenía nulas intenciones de marcharse de la liga que en ese entonces era considerada la mejor de Europa. Nedvêd valoraba la lealtad más que nada, y decidió entregar toda la que tenía a la Vecchia Signora.

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Nedvêd se unió a la Juventus en verano de 2001 por la cuantiosa cantidad de 41 millones de euros. Llegaba al conjunto de Turín en condición de campeón de la Serie A con la Lazio bajo las órdenes de Sven-Goran Eriksson. Juntos, Nedvêd y Sven, ya habían ganado la Coppa Italia, la Supercoppa Italiana y la última edición de la Recopa de Europa de la UEFA, logrando una fructífera dupla que había generado éxitos sin precedentes para los Biancocelesti. Era una época dorada para la Lazio pero, desafortunadamente, después de formar un equipo fantástico con jugadores como Ravanelli, Mihajlovic, Simenone y Mancini, el presidente del club, Sergio Cragnotti, se dio cuenta de que había llevado las finanzas del equipo más allá de sus límites. Eriksson se marchó a Inglaterra, y los mejores jugadores del equipo empezar a recibir ofertas demasiado interesantes de otros clubes europeos.

Nedvêd en la Lazio, aún sin su característica cabellera // PA Images

Aunque Nedvêd se había adaptado bien a Roma y estaba contento de continuar en la Lazio, el panorama cambió por completo cuando la Juve se acercó para mostrarle su oferta. A pesar de las protestas de los fans contra Cragnotti, que en esos momentos también estaba ultimando la venta de Juan Sebastián Verón al Manchester United, la cantidad ofrecida por Nedvêd fue demasiado atractiva como para rechazarla. Después de una serie de intensas negociaciones entre el directo de operaciones de la Juve, Luciano Moggi, y el representante de Nedvêd, Mino Raiola, el futbolista checo terminó siendo presentado como el fichaje estrella de los bianconeros. Sería la última vez que cambiaría a un club por otro. Des de entonces, pasó el resto de su carrera en Turín, ganando casi todo lo que había que ganar con la notable excepción de la Champions League, torneo en el que quedó como subcampeón en su segunda temporada en el club.

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A diferencia de otros jugadores de lujo como Zlatan Ibrahimovic, Emerson, y Patrick Vieira, Nedvêd se negó a dejar a la Vecchia Signora después de la polémica del Calciopoli, pese a que la Juve se viera obligada por sanción a descender a la Serie B. Su gesto lo colocó como un jugador aún más fiel que algunos otros como Gianluca Zambrotta, Manuele Blasi, y Fabio Cannavaro, quienes se marcharon, y se ganó la enorme gratitud de los fans.

Nedvêd no sólo fue leal a la Vecchia Signora en los momentos más difíciles, sino que también supo seguir dando un nivel ejemplar. Todo tenía que ver con su personalidad. Nedvêd admitió en 2013 ser un tipo obsesivo con su trabajo: "Conocía el campo de entrenamiento mejor que cualquiera. Cuando los demás salían a divertirse, yo dormía. Cuando los demás celebraban Navidad, yo salía a correr al bosque".

Nedvêd preservó esta dedicación monástica a lo largo de su carrera, al igual que sus actos esporádicos de indisciplina. Después de conseguir un sitio en el equipo titular del Sparta Praga en 1992, Nedvêd fue expulsado tres veces en seis partidos. Esto incitó a Karol Dobias, entrenador del Sparta en aquel entonces y leyenda del fútbol checo, a escribir una columna en el diario local sobre los problemas que Nedvêd tendría en el ámbito profesional por su comportamiento. Al final, lo que Dobias identificó como una de las debilidades del joven futbolista resultó ser una de sus características más fuertes, y que daría origen a su apodo: Furia Ceca.

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Sin duda, hubo varios momentos negros en el historial disciplinario de Nedvêd. Todos recordamos aquella entrada por detrás que contribuyó a la fractura de peroné de Luis Figo en 2007, cuando el veterano portugués jugaba en el Inter de Milán. Otro ejemplo perfecto del lado problemático de Nedvêd es la brutal entrada en tijera sobre Steve McManaman en las semifinales de la Champions League ante el Real Madrid en 2003. A pesar de haber disputado un fantástico partido que sirvió a la Juve para superar a los blancos, el checo vio por esa acción la tarjeta amarilla que lo privó de jugar la final del torneo ante el AC Milán, que perderían en la tanda de penaltis.

Punto de entrada: el nacimiento de la profecía

Aunque el destino había escrito que Nedvêd se convirtiera en una leyenda jugando en el fútbol italiano, donde realmente se empezó a ganar el reconocimiento internacional fue con la selección de República Checa en la Euro de 1996, cuando su cabello aún era sorprendentemente corto. Era el primer torneo internacional que disputaba el equipo checo tras lograr su independencia después de la desintegración de Checoslovaquia en 1993. Nedvêd no sólo ayudó a clasificar a su equipo para el torneo, sino que también fue un importante artífice de su camino hacia la final. El equipo estaba conformado por Antonin Panenka, Zdenek Nehoda, y Karol Dobias, y Nedvêd era el joven prometedor que cargaría con el peso de la historia en sus hombros.

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La Eurocopa del 96 predijo de muchas formas lo que después sería la carrera de Nedvêd: marcó su primer gol a nivel de selecciones contra Italia y después se quedó en el banquillo en cuartos de final contra Portugal por acumulación de tarjetas; en las semis fue nombrado jugador del partido y, tristemente, en la final no pudo colgarse la medalla de campeón por culpa de un gol de oro de Oliver Bierhoff, algo parecido a lo que le sucedería después en la Champions League con la Juventus.

El momento: el retorno de la 'Vecchia Signora'

Quizá sea el trofeo menos prestigioso de la carrera de Nedvêd, pero al mismo tiempo, quizá sea uno de los que mejor le definen. La Juve fue amenazada con una reducción de 30 puntos en la temporada 2006/07 en la Serie B, pero al final la cantidad se redujo a nueve tras la decisión final del Comité de Apelación. Con una sanción menos notoria, la Vecchia Signora tuvo la oportunidad de regresar al máxima categoría italiana a la primera. Nedvêd sería pieza clave del logro anotando 11 goles a lo largo de la temporada y dando infinidad asistencias a sus compañeros.

Aunque hubo algunos jugadores de la Juve que tuvieron problemas para aclimatarse psicológicamente a la Serie B, Nedvêd no fue uno de ellos. Fue, sin duda, el futbolista que sacó adelante al equipo cuando todo parecía romperse en mil pedazos. Es precisamente gracias a aquella temporada para el olvido en la Serie B que los fans de la Juve adoran tanto a Nedvêd: por su infinita lealtad hacia los colores blanco y negro.

Palabras finales:

"Este chico no tiene futuro".

Este fue el veredicto de Karol Dobias después de que Nedvêd fuese expulsado tres veces en seis partidos durante sus inicios con el Sparta Praga.

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