FYI.

This story is over 5 years old.

exposición

Me senté a tomar con el artista que instaló un bar para su exposición

La instalación tuvo lugar en Espacio Odeón el pasado 26 de abril y seguirá hasta el 10 de junio.

El pasado 26 de abril, a las 6:00 de la tarde, se abrieron las puertas de un bar. Allí, Felipe Arturo —el artista expositor— decidió montar el bar de un peruano llamado Huerequeque en el espacio del teatro. Dio viche, chicha y cerveza, mientras los invitados se empapaban —como él alguna vez lo hizo— con las historias de su protagonista.

Huerequeque actualmente tiene 87 años. A sus 15 llegó a Iquitos, en el Amazonas peruano con el objetivo de empezar su vida de nuevo. Cuando Felipe lo conoció tenía 78 y era el dueño de un bar que resultó siendo su escenario personalizado para el relato historias en las que tambalea entre realidad y ficción y con las que hace partícipe a su interlocutor con tragos artesanales que él mismo produce.

Publicidad

Imagen tomada del álbum de Huerequeque. Cortesía de Felipe Arturo.

Felipe, por su lado, es un artista colombiano que se ha especializado en las instalaciones artísticas, las videoinstalaciones y la escultura. Conoció a Huerequeque porque quería seguir la historia de producción de caucho en el Amazonas y, como cualquier turista, se dirigió a Iquitos, por la película alemana de Werner Herzog llamada Fitzcarraldo. Siguiendo esa ruta, varias personas lo guiaron a conocer a Huerequeque. Lo que no sabía en su momento es que dicho personaje fue actor de esa película de Herzog; ha actuado en dos más; ha sido guionista y es, sin duda todavía, un constante poeta de su vida.

Al maravillarse con cada una de sus facetas, Felipe quiso hacer un documental de la vida de este personaje que parece sacado de una novela. Luego, al ver las incontables anécdotas que variaban según los días, quiso dedicar una exposición que cubriera diferentes plataformas.

Primero hizo un corto en el que presenta a Huerequeque; montó su bar en Espacio Odeón; hizo pequeños cortos que cuentan las historias del personaje expuestas en diferentes sillas del bar y, finalmente —y como una especie de homenaje— decidió recopilar manuscritos, poemas, fotografías y anécdotas de su personaje estrella en un libro editado por él.

Ahí fue cuando yo lo conocí: en la inauguración, entre viche, chicha y cerveza, en un bar simulado mientras pasaba gente y oía fragmentos de sus relatos. Con intriga y con la necesidad de tener un momento propio con Felipe y con Huerequeque por medio de sus proyecciones, los cité unos días después sin tanta algarabía y alcohol para que nos tomáramos una única cerveza en la que me contara cómo fue de crear una exposición sobre un hombre que podría tener mil historias.

Publicidad

—¡Salud!— le dije mientras levantaba mi cerveza.
— Muy chévere que hayas querido pasar un rato en el Bar Huerequeque.

Todas las fotos restantes son de Daniela Echeverry.

Me sentía en una conversación con más personas además de Felipe, y, aunque el espacio lo ocupábamos los dos y un par de curiosos que deambulaban cerca de nosotros, logré incluir a Huerequeque en las intervenciones del artista.

En sus historias —contadas por Felipe, que ahora era él quien me sumergía en el mundo del poeta—descubrí que Huerequeque fue alguna vez peón de deuda, casi esclavo, maderero, comerciante, actor y ahora dueño de un bar. Viajó a Europa un par de veces como actor y escribió un guión para una película que nunca le compraron.

Me contó Felipe, también, que se sentaba por horas enteras a tomar —como hacíamos en ese momento nosotros— para aprender de su vida. Mientras tomaban trago, a Huerequeque se le soltaba la lengua e iban saliendo poco a poco historias que variaban según el día. Documentó todas las charlas de sus viajes completando dos discos duros y con eso quiso hacer un documental. Al ver la cantidad de material que tenía, se dio cuenta de que tenía que hacer cosas distintas: varias maneras de mostrar su experiencia.

Mientras conversábamos se oía la voz que lograba salirse de los audífonos conectados a la silla de Huerequeque, que estaba proyectado como si estuviera ahí, conversando. Sobre nuestra charla estaba la de él, la que relataba poemas y nos sumergía en Iquitos, Amazonas.

Publicidad

¡Ah!, pero a ese idílico lugar
donde imperaba la paz y la prosperidad
llegaron los hombres, con afiladas herramientas
y su innata maldad y en poco tiempo arrasaron con todo
sin mirar atrás

Y el buen Dios viendo eso, apenado, dijo:
Y los creé a mi imagen y semejanza
Pero jamás me imaginé que la estirpe de Caín
depredase con tanta saña esta paradisiaca montaña
Pero felizmente más numerosos son
Los que aman a la Flora, la Fauna y al Medio Ambiente
y por eso, ellos son los que vivirán eternamente en mi corazón.
—Uno de los poemas de Huerequeque en el libro Poemas y Cuentos de la selva peruana, editado por Felipe Arturo.

—Huerequeque creó toda esta serie de poesías y cuentos pero nunca los publicó. Lo interesante es que esos cuentos y poemas son una literatura que nos permite conocer ese post-caucho del Amazonas, esa historia de colonización —afirma Felipe.

Según él, lo interesante de este proyecto es mostrar otra idea del Amazonas, una que no es romántica, estereotipada. Para él, Huerequeque puede ser el abuelo de cualquiera de nosotros porque es la historia del colono que vino a buscar una vida a un país ajeno al suyo. Con esto, quiso entonces romper esa dicotomía.

Así pues, la exposición de Felipe no es más que una materialización de los recuerdos de Huerequeque, para exponer, por un lado, esta idea de paisaje selvático, inmigración y cultura post caucho y, por otro, la historia de un personaje que, mientras coloniza la selva, crea una obra narrativa y poética de su vida.

Por eso, dice, que esta exposición, con libro, con video, con todo, es un bonito final para una película que nunca se hizo.

Poemas y cuentos de la selva peruana.