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Qué se siente crecer en la fiestera isla de Ibiza

Siempre es fácil predecir la reacción a la frase: "Crecí en Ibiza." La suposición más común es que pasé mi adolescencia masticando MDMA.
Big Night Out: Ibiza

Este artículo fue publicado originalmente en VICE US.

Siempre es fácil predecir la reacción a la frase: "Crecí en Ibiza." La suposición más común es que pasé mi adolescencia masticando MDMA todo el tiempo, bebiendo sangria a las afueras de Amnesia y por lo general viviendo como un fénix fiestero e indestructible, levantándome cada día de entre las llamas en las playas y a las afueras de bares junto a esas mujeres en sudorosos corsés de piel y joyería inútil.

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"Oh, ¿Tus padres aún viven por ahí?" preguntan. "¿Tienen algún club?"

La realidad no podría ser más diferente a todo eso: mi madre es profesora y mi padrastro es abogado. Hay vida fuera de San Antonio, donde se localizan la mayoría de los clubes. La gente tiene empleos normales, tienen vehículos, compran jugo de naranja para beber en las mañanas y no lo mezclan con una botella de Glen, van a la escuela y, en mi caso, son acosados por su apellido o su palidez y son ignorados por su gusto de vestir prendas extrañas que van más allá de los limites de lo aceptable en una isla que, en esencia, es un montón de pueblos insulares que fueron exitosamente segregados del mundo real por el Mediterráneo.

El puerto en Pueblo Viejo. Fotografía por David Sim via Wikimedia Commons.

Stephen Armstrong escribió en el 2005 The White Island: The Extraordinary History of the Mediterranean's Capital of Hedonism, cuando Ibiza ya tenía la reputación de ser la isla número uno en Europa para las fiestas, pero eso fue antes de que la recesión golpeara a España con brutal fuerza que dejara alineados en las calles innumerables edificios en construcción sin finalizar y el porcentaje de desempleo sobrepasara el 25%—y para los jóvenes es el doble.

"Ibiza cambió mucho, pero aún es un lugar mágico," dice Stephen. "Es difícil de definir, y no soy un hombre religioso, pero hay una sensación de paz que me invade cuando conduzco desde el aeropuerto hacía la isla. Es como si pudiera sentir la isla. La gente va ahí para encontrarse, para disfrutar de lo despreocupado de sus habitantes."

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Es fascinante escuchar su percepción y algo con lo que concuerdo—aunque no lo relacione con el lugar en el que me criaron. El sentimiento de libertad al ser capaz de ser quien eres sin que te juzguen, el sentimiento de pertenencia, de saber que haz escapado a los grilletes de tu juventud—ese es el sentimiento que experimenté cuando dejé Ibiza por Londres a mis 18 años.

Cuando era adolescente, detestaba la mentalidad de la gente del pequeño pueblo ibicenco, esperando el día en que pudiera estar en una ciudad con una cultura excitante, donde me sintiera aceptada.

Lidia tiene 25. Fuimos juntas a la primaria y la secundaria y nuestros caminos se separaron cuando ella se fue a la universidad en Barcelona. Ahora, por tercer año consecutivo, ella trabaja de tiempo completo en el aeropuerto durante el verano, viviendo con su madre, esperando poder juntar suficiente dinero para pagarse la maestría—un requisito casi obligado para los jóvenes españoles que desean trabajar en el área de su elección. Ella es realmente talentosa, bilingüe, ordenada y trabajadora—aún así los trabajos son casi inexistentes y lo más importante es que ella vive en un lugar donde es perfectamente aceptable, o hasta esperado, que a los veintes sigas viviendo con tus padres, hasta que encuentres a un hombre para casarte (y le cocines y limpies). Si mi descripción hace que la sociedad suene como retrógrada, es porque lo es: una realidad completamente de acuerdo con lo que se retrata en los libros de cafeterias y en documentales de la BBC3.

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Ibiza es un lugar fantástico para visitar en vacaciones, pero la vida real ahí no es un paraíso para las almas solitarias ni se pueden conseguir bebidas y narcóticos baratos. Steven me comparte su punto de vista sobre por qué nuestra generación tiene opiniones de Ibiza tan divididas. "Se ha convertido en un lugar costoso para ir a vacacionar, lo que significa que la mayoría de lo que la isla tiene por ofrecer no es accesible para los jóvenes turistas," explica. "Pero más importante, ahí es a donde tus padres fueron a joderse, ¿Por qué querrías ir ahí tu también?

Él tiene un punto. Cuando estaba en la escuela la mayoría de mis compañeros tenían padres que habían experimentado la primera ola de hedonismo de Ibiza. Aquellos que no nacieron y crecieron en la isla llegaron en los 60s y los 70s para experimentar el sueño. Mientras yo crecía, la mayoría aun vestía jeans rotos y estampados tribales y fumaban hierba en sus jardines secretos. ¿La mejor parte de estar entre sus hijos de 13 años? Vestir polos desgastadas con estampados conservadores caricaturescos. La rebelión llega de diferentes formas.

Relacionado: Mira nuestro filme, 'Big Night Out: Ibiza'

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Antonio tiene un pequeño bar llamado Jazz in Figueretas, uno de los más llenos de turistas en la isla, pero también una de las áreas donde viven las familias de más bajos ingresos. El bar es tranquilo y obscuro, con fútbol en sus pantallas, cervezas baratas y asistentes regulares con los que Antonio sale a fumar un cigarro y hablar sobre el clima y la salud de sus familias y mascotas.

Su negocio está muy lejos de los bares de San Antonio, que tratan de recrear el ambiente británico bajo el sol, con tragos más baratos y menos ropa. No hace ninguna remembranza de los bastos edificios a lo largo de las calles que rodean los clubes de Ibiza y por lo cual se hicieron famosos. Él ve el lado real de la isla y piensa que a menos que algo cambie, Ibiza podría perder la única ganancia financiera que le queda.

"Los políticos necesitan involucrarse más si quieren mejorar el turismo," comenta. Traer de vuelta la percepción que tenían del océano, la playa, el flamenco. Hacerla menos elitista incrementando las ciclo pistas—la gente cree que las motocicletas son mejores porque son más rápidas y quizá eso es parte del problema: sólo quieren hacer todo más rápido, en lugar de dar un paso atrás."

Alentar las cosas no sería algo malo, pero la forma en que nos transportamos ha sido removida de las experiencias de nuestros padres y quizá nunca habrá otro lugar que junte a una generación de la misma forma. Podemos obtener boletos de avión por una libra, hospedarnos en Airbnbs por una fracción del costo del hostal más barato y conocer todo sobre este lugar incluso antes de planear el viaje. Hay 430 millones de personas en TripAdvisor cada mes, encontrando "joyas ocultas" y viendo en Street View su camino desde el aeropuerto.

"Quizá no queda nada más que descubrir," dijo Steven cuando hablamos sobre mis compañeros y nuestros puntos de vista en los viajes. Esto es verdad de muchas formas, pero interesantemente no en Ibiza—algunos de los mejores aspectos por descubrir están ocultos a simple vista, pero si los encuentras y los amas sálvalos para unas vacaciones. Usa algunas semanas al año para disfrutar la belleza, cultura, comida y la paz. No te muevas de ahí.

Vivir en Ibiza significa vivir en una isla con increíbles escenarios y un verano vibrante pero también significa pasar el invierno sin cultura ni entretenimiento, preocupado por la seguridad de tu empleo con la esperanza de agarrar un tren o un bus a cualquier lugar lejos.

Sigue a Sirena Bergman en Twitter.