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Cultură

El arte de coger con frutas

Hay un punto en la vida de todo hombre en el que la mano deja de ser suficiente y es necesario tomar una decisión.

Ilustración por Alex Jenkins.

Hace no mucho, cuando todavía era adolescente, mi atuendo marca registrada era un sombrero de fieltro, pants y una chamarra deportiva. Me metía a 4Chan todos los días. Tenía una carpeta de 12GB de memes estúpidos. Era la epítome del adolescente chaqueto.

Solía ver mucho porno —demasiado, incluso para un adolescente— y llegué a jalármela cinco veces al día para satisfacer mi eterna necesidad de estimulación. Sin embargo, hay un punto en la vida de todo hombre en el que la mano deja de ser suficiente y se vuelve necesario tomar una decisión.

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Algunos, la mayoría, opta por personas reales: formamos relaciones, tenemos muchos encuentros sexuales raros o increíbles hasta que jalársela deja de ser una necesidad y se convierte en una salida de emergencia durante la falta de sexo. Pero para mí eso llegó mucho después. Durante esos años, improvisé intimidad física con objetos inanimados DIY. Lo probé todo, desde melones calentados en el microondas hasta guantes quirúrgicos envueltos en una toalla. Era como un adicto en busca del mejor orgasmo.


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Improvisar un amigo para coger no tiene nada de nuevo pero casi no existe información de qué tan populares son los juguetes sexuales DIY. En mi caso, los juguetes estilo Fleshlight —o "fundas" como a veces se les llama— eran lo único que me gustaba, algo muy aburrido considerando lo vasto que es el mundo de los juguetes sexuales.

Muchos de nosotros somos demasiado tímidos como para entrar a una tienda y entregarle efectivo a un desconocido a cambio de una vara de piel sintética producida en masa para ponerla en nuestros genitales, así que nos ponemos creativos. Las páginas como YouTube y Vimeo contienen una infinidad de guías y reseñas de cómo crear y utilizar objetos domésticos para tener un orgasmo, las cuales hacen del mundo cibernético de artefactos caseros para el placer un lugar profundo y vibrante. En mi caso, en cuanto vi los anuncios de Fleshlight en 2010, quise mejorar mi juego de masturbación con la ayuda de una vagina hecha de plástico.

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Sin embargo, enfrenté una gran cantidad de obstáculos para lograr mi plan. El primero, en ese entonces, era que no tenía ni dinero ni tarjeta de crédito para pedirlo por internet. Y aunque convenciera a mis padres de que me prestaran su Visa en vez de darme dinero, me preocupaba que abrieran el recibo y leyera "VAGINA DE BOLSILLO 5000 – 999.00 pesos" justo después de la orden del súper a domicilio.

Otro problema era la entrega del producto. Probablemente iba a estar en casa y mi madre iba a ser la primera en verlo. Pensar que mi madre podría abrir el paquete y encontrar una vagina mecánica que parece capaz de succionar los hoyuelos de una pelota de golf hasta dejarla lisa era aún peor a que me cachara masturbándome.

Entonces, con la imaginación como mi única opción, tuve que crear mis propios Frankensteins. El primer video que salió cuando busqué "Vagina de bolsillo casera" (el cual me enorgullece decir que sigue en YouTube) me enseñó cómo podía hacer un túnel de amor temporal con cinta adhesiva, un plátano y un poco de calor en tan solo tres minutos.

Por solo 10 pesos el medio kilo, esta era la mejor opción para mis bolsillos. Es decir, solo pagaría 2 pesos por cogida y mis padres nunca se preguntarían porque había una escases de plátanos en la casa o por qué de pronto tenía un exceso de potasio. Lo malo era que ensuciaba mucho. Las sobras de plátano se caían al piso o se me quedaban en las piernas. Además, después de cogerte la cáscara de un plátano, el sentimiento de culpa que te invade se vuelve tres veces peor.

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Probé más de una decena de tutoriales y me di cuenta que algunos son mejores que otros. Por ejemplo, calentar un melón apesta. Aunque hacerle un orificio del tamaño de un pene a una fruta calentada en el microondas suena como una experiencia sexual muy interesante, la falta de presión debido a la dureza de la cáscara del melón te deja con un desastre flojo y pegajoso. No tienes el mismo control y agarre que con el plátano. Lo peor de todo es que como eres un adolescente debilucho, te cuesta mucho trabajo cargarlo y necesitas usar un mueble para tener un poco de estabilidad.


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También puedes hacer tu propia funda con un proceso complejo de moldeado, como en este video. En mi opinión, esta mierda es demasiado complicada y en general solo lo hacen los chaquetos más entusiastas. Después de todo, si tienes la habilidad, la fuerza de voluntad, el dinero y los recursos para hacerlo, probablemente sería más fácil que te compres un Tenga motorizado.

El mejor descubrimiento (después del plátano) fue que era posible usar un guante quirúrgico dentro de una toalla envuelta de forma en que quede muy bien apretada. Este método se volvió muy popular en la cárcel y se le conoce como "fifi". Es una opción fantástica y mucho menos vergonzosa que limpiar las manchas de pulpa y semen que quedan en los muslos. Es lo más parecido a una vagina (antes de que hubieran vaginas reales en mi vida) que he sentido. Ponle un poco de tu loción favorita, envuélvelo y diviértete. Cuando termines, solo tiras el guante y ya. Lo malo es tratar de explicar porqué te estás cogiendo la nueva toalla que compró tu mamá cuando entre a tu habitación y te sorprenda con las manos en la masa.

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Cuando me la pasaba buscando en foros y viendo tutoriales sin censura en páginas como Liveleak o Pornhub, vi y escuché de todo. Había tipos que cogían gelatinas o carne empaquetada. Se cogían todo lo que tenían al alcance. Digo, por algo llegamos a la cima de la cadena alimenticia. ¿Por qué conformarnos con una mano llena de callos cuando podemos comprar donitas de pan, juntarlas y meterles el pito como Jim the Pie Fucker?

Al final, lo que más me molestó de todo esto —cuando dejé de tratar de cogerme almohadas, colchones con hoyos y frutas— fue que mis amigos se pusieran a la defensiva y se burlaran de mí cuando toqué el tema. Aunque después confesaron que en algún punto habían tratado de utilizar algo además de su mano u otra persona para eyacular, recuerdo a la perfección cómo se burlaron cuando les conté de mis escapadas cogefrutas a la hora del almuerzo. Pero bueno, eran niños de preparatoria; no sé qué más podía esperar.

Ahora, cada que puedo, trato de contar estas anécdotas en fiestas y en desayunos, cuando la gente come los alimentos que solía cogerme. Lo hago para tener un tema de conversación, para sacar nuevas ideas (hace poco me sugirieron usar una rebanada de pan, algo que suena increíble y que debo probar) y lo más importante, para hacer que la gente se sienta cómoda hablando de las cosas raras que hacen en privado.

Además, por más extraño que suene, es muy buen tema de conversación en la cama, seguido de un desayuno, claro.

Puedes ver más ilustraciones de Alex Jenkins Instagram.