Así se camella en cuatro medios que leen los colombianos por Internet

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Así se camella en cuatro medios que leen los colombianos por Internet

Nos dimos una pasada por las oficinas de algunos de los medios colombianos más populares por Internet para saber quiénes escriben, dónde estudiaron, hasta qué hora trabajan y a dónde van a farrear después.

Hace no tanto tiempo estaba sentado en una clase de Comunicación Social en la Universidad Javeriana de Bogotá en la que el profesor nos advertía cómo, en un futuro no tan lejano, los periódicos (los medios impresos en general) serían editados por un algoritmo de Google: a saber, dos o tres agencias de noticias producirían información y una máquina de la sala de redacción de cada medio la seleccionaría y la publicaría en su plataforma.

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Ya es 2016 y sé que no estamos en el futuro (en ese futuro, al menos) porque no tenemos patinetas voladoras y porque, sobre todo, en las oficinas de los periódicos siguen sentados seres falibles de carne y hueso.

Nos dimos una pasada por las oficinas de los medios más visitados por los colombianos en Internet para conocer un poco acerca de quiénes son y cómo trabajan esas personas que, al menos por ahora, hacen los artículos que usted comparte, alaba, comenta y critica en Internet.

Según los datos de Similar Web, una herramienta que mide las visitas a 80 millones de sitios en internet, El Tiempo y El Espectador son los dos medios que los colombianos más consultan en Internet. A parte de estos dos diarios visitamos las redacciones de La Silla Vacía y Pulzo ya que son dos medios que, a diferencia de los anteriores, nacieron para y gracias a Internet, el primero se ha legitimado a través de la calidad sus contenidos y el segundo a través de la cantidad de visitas.

Es posible que la gente no vea con mucha simpatía el hecho de que desde a comienzos de octubre de 2010 El Tiempo haya rediseñado la presentación de su impreso con categorías como "Debes hacer" (noticias duras), "Debes saber" (entretenimiento), "Debes leer" (reportajes, crónicas, opinión). Pero lo que sí es indudable es que se trata de un periódico que la gente sigue leyendo con paciencia y disciplina: según similar web, durante marzo de 2016, eltiempo.com recibió 24.9 millones de visitas.

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Si queremos ver su influencia uno podría simplemente visitar su edificio de dos manzanas que se levanta poderoso en la Calle 26 con Calle 68b, y que mira, de frente, a uno elegante que lleva su mismo nombre al otro lado de la avenida. El primero es el periódico. El segundo, el "Edificio de El Tiempo".

Las oficinas del primero son tan grandes que entre el momento en el que uno pasa el control de seguridad y el que pisa la redacción del periódico alcanza a comerse un Chocoramo entero, cosa que difícilmente se pueda decir de otro medio impreso o digital en Colombia.

La redacción es una sala grande y sin ventanas dominada por una rotonda de pantallas sintonizadas en varios noticieros. Cada quien está en su cuento y hay un computador de escritorio y un teléfono por cabeza, audífonos y Microsoft Word a lo que marca, todo ambientado por un murmullo de presentadores de noticias que interrumpe un poco la calma.

En un rincón de esta sala se encuentra la sección de Deportes. Gabriel Meluk, quien entró a este diario como practicante hace 22 años, hoy editor de la sección, se resiste a llamar a sus redactores así: "sus redactores". "Yo los veo más como mis compañeros de trabajo", me decía Meluk el viernes por la mañana. Su equipo está compuesto por siete reporteros, la mayoría de ellos principiantes a la hora de entrar a trabajar a esa cada editorial. Meluk atribuye este hecho a las restricciones de presupuesto y a la intención de El Tiempo de formar a sus periodistas.

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A pesar de que la experiencia le ha enseñado que "para ser periodista no es necesario estudiar periodismo", Meluk es de los que aún cree en la carrera de Comunicación Social. "Creo en ser un comunicador de academia porque fui formado en la academia y mi equipo también está compuesto por gente que estudió periodismo".

Los siete redactores de la sección Deportes deben producir notas para la edición impresa del periódico y también para su página web. Generalmente, empiezan a trabajar a las 8 am y terminan a las 11 pm, aunque se reparten esa jornada en dos turnos. La pregunta de rigor que quise hacer en todas las redacciones que visité fue esta: ¿qué pasa después de la hora de cierre? "Pues nos vamos a dormir hermano", me dice Meluk, quien se declara "amigo de la rumba y la joda", y no entiende en qué momento la redacción de El Tiempo cambió y las farras post trabajo se fueron haciendo menos frecuentes.

Mientras el joven equipo de Meluk se alista para salir un viernes en la noche a dormir (hasta donde su jefe sabe), los redactores de la sección justicia se acomodan en su puesto y le suben el volumen a la salsa que los acompaña en su ritual del cierre tardío de viernes. Según Jhon Torres, editor de esta sección, salir de trabajar un viernes después de la medianoche es habitual para sus redactores. "Muchas veces los periodistas terminamos pasando más tiempo con nuestros colegas que con nuestras familias", me dijo, luego de correr la montaña grande de expedientes tamaño oficio que ocupaba su puesto cuando lo interrumpí.

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La elección musical de los periodistas de la sección Justicia delata una diferencia generacional respecto a sus colegas de Deportes. Torres calcula el promedio de edad de su equipo en unos 35 años y, a diferencia de Meluk, tiende a buscar gente experimentada para su redacción. "Por ejemplo Jair Buitrago, mi subeditor, es un periodista con 20 años de experiencia, otros cómo Leo Medina, también tienen varios años de experiencia haciendo lo que llaman periodismo de baranda", me dijo Torres, quien luego explicó que por "periodismo de baranda se refiere a esas historias que sus redactores se levantan en los juzgados, codeándose con los colegas e invitando a tintos a los funcionarios".

Creo que la universidad no es tan importante para formar periodistas, el periodismo debería ser un posgrado

Según Torres, quien es editor hace 10 años, esta predilección por los periodistas con experiencia se debe a lo delicada que es la información que maneja su sección. Según Jhon, los de Justicia "son temas con en lenguaje técnico, en el que la diferencia entre usar la palabra investigado, acusado y condenado puede significar un lío judicial para el periodista y el periódico". En cuanto a la procedencia de su equipo, Torres destaca que, en general, la redacción de El Tiempo no es bogotana sino nacional: "yo aquí he tenido redactores de todas las regiones del país y en hoy en día tengo gente de Pereira y de Cali". Eso se nota cuando uno está en medio de la gente.

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A diferencia de Meluk, Torres no cree en la carrera que estudió. "Creo que la universidad no es tan importante para formar periodistas, en mi opinión el periodismo debería ser un posgrado", me decía Jhon cuando le pregunté por la carrera que ambos estudiamos, "a veces la gente que tiene una formación en historia, en derecho o en ciencia política está mejor preparada para comprender la realidad del país, que es lo que hacemos aquí", concluyó.

Paradójicamente, su equipo de siete personas está compuesto enteramente por comunicadores, aunque Torres aclara que casi todos ellos han cursado estudios adicionales antes de hacer cubrimiento judicial. Él mismo tiene un mágister en ciencia política.

Mi entrevista con Torres sucedió un viernes a mediodía, una hora que, para la redacción de Justicia de El Tiempo se siente como la media mañana. "Yo hoy llegue a las 8 am y sé que voy a estar cerrando por ahí a las 2 am". En un día Jhon, y su equipo pueden hacer entre 20 y 30 artículos para el eltiempo.com y otros cinco con un enfoque más profundo, para la edición impresa. Si tenemos en cuenta que el viernes se hace el periódico del sábado y de domingo, estos tipos tienen suerte de salir a las 2 am. ¿Y qué pasa después de todo este esfuerzo? Según Torres, su equipo es amigo de salir por unos tragos tras un día largo de trabajo, solo que no lo hacen los viernes.

Work Hard, play hard

Es difícil saber de qué color son las paredes en las oficinas del primer agregador de noticias que ha existido en Colombia ya que hay pantallas montadas en prácticamente todas las superficies verticales. En el centro de la oficina hay una pantalla más grande que todas las demás, en ella se muestra la información relacionada con los clicks, el dios sol de todo agregador de noticias.

Las oficinas de Pulzo tienen una vista privilegiada sobre el Parque de la 93, aunque no es frecuente encontrar alguien parado disfrutando de ella. "Aquí los agegadores no han terminado una nota y ya tienen asignada la siguiente", me decía Tatiana Munevar, editora de entretenimiento en Pulzo.

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¿Agregadores? Así es. A diferencia de los medios tradicionales, Pulzo no hace sus propias notas, sino que agrega la información que encuentra en las de otros medios. "Agregar es una práctica muy vieja en el periodismo. Los periodistas siempre nos hemos agregado unos a otros, Pulzo simplemente lo hace oficialmente y le da crédito al medio que agrega", me dijo Tatiana durante nuestra entrevista. Ella hace parte de un equipo de cinco editores en el que "casualmente" hay varios exredactores de eltiempo.com. ¿El futuro?

En realidad no es ninguna casualidad. Guillermo Franco, el fundador del portal, fue entre 1999 y 2009 el hombre encargado de la plataforma web de El Tiempo. En septiembre de 2013, Franco se embarcó en este proyecto de agregaduría, que busca emular lo que han hecho medios como Buzzfeed y Gawker en Estados Unidos. ¿Y cómo le ha ido? Pues, a pesar de que la gente a menudo acusa a Pulzo de ofrecer contenido superficial y titular las noticias de forma escandalosa similar web dice que Pulzo tuvo 3 millones de visitas durante marzo, cifra que lo pone encima de las páginas de W Radio y Noticias RCN.

Todo lo que sea, la embarrada de tal o la pelea entre este y ese, la falla de vestuario de tal actriz, las últimas de declaraciones de Trump todo eso jala.

¿Y qué les han enseñado estos 3 años de exprimir los clicks al máximo? Según Tatiana, los colombianos, particularmente los millenials a los que Pulzo apunta llegar (cosa que suena vagamente familiar), se mueven por el escándalo, la polémica y la desgracia ajena. "Todo lo que sea, la embarrada de tal, o la pelea entre este y ese, la falla de vestuario de tal actriz, las últimas de declaraciones de Trump, todo eso jala".

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Según Juan José Ramirez, editor de Nación, los lectores de Pulzo responden poco a lo que los periodistas llamamos las noticias tradicionales. Natalia se lo complementa: "a veces tú ves una noticia súper importante acerca del proceso de paz y resulta que está entre las menos leídas, lamentablemente". Y Juan José remata: "lo que toca hacer es ponerle a Timochenko al lado a la Kardshian para que lo jale".

Además de mezclar a la Kardashian Y Timochenko, parte del secreto de Pulzo está en trabajar como si fuera un casino o un Mcdonalds: 24/7. "Tú puedes venir aquí un domingo a las tres de la mañana y encontrar a una persona pendiente de todo lo que están registrando otros medios del mundo a esa hora".

Los 25 agregadores y editores de Pulzo se reparten estas 24 horas en tres turnos. La mayoría de ellos son jóvenes recién graduados y practicantes. Según Tatiana, la tendencia predominante en esta redacción es que sean egresados de La Sabana y, a juzgar por lo que vi en mi visita, también parace ser una redacción compuesta mayoritariamente por mujeres.

A diferencia de lo que vi en los demás medios, cada periodista de Pulzo tiene un puesto de trabajo con dos pantallas y ningún teléfono. Según sus editores, esto responde a la velocidad con la que los agregadores deben hacer su trabajo y la cantidad de tareas que deben poder manejar en simultáneo. "Yo nunca he estado en la bolsa de valores, pero imagino que debe ser algo muy parecido", me decía Tatiana acerca del ambiente laboral en Pulzo.

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¿Y estos banqueros de la información sí farrean al estilo del Lobo de Wall Street? Según los editores, el horario por turnos y la exigencia laboral hacen que la fiesta del bar que está ubicado directamente abajo de la redacción no se les contagie. "Cuando juega la selección pedimos piza para todos", me dijeron los editores acerca de sus ratos de ocio colectivo.

Las oficinas del diario más antiguo de Colombia tienen un control de seguridad tan o más sofisticado que las de su eterno rival. El periódico ha cambiado de sede varias veces en su historia por múltiples razones: notoriedad nacional por una parte positiva, y atentados terroristas y crisis económicas que llevan a sus espaldas. Hoy en día, las instalaciones están ubicadas en un complejo de edificios que comparte con Caracol Televisión en el barrio Morato, al norte de la ciudad, donde hay un trecho considerable desde la recepción hasta la redacción. Sospecho, sin embargo, que si hubiera hecho el mismo experimento que hice en El Tiempo me hubiera sobrado medio Chocoramo.

Una vez en la redacción, que ocupa un piso completo y está rodeada de ventanas que dejan mirar en parte las calles, en parte el complejo mediático, tuve que corretear a un afanado Élber Gutiérrez, jefe de la redacción impresa y web, por los puestos de varios periodistas. En el recorrido noté que los redactores de este periódico tienen y usan activamente el derecho a decorar sus puestos con lo que les venga en gana: el escudo de Atlético Nacional puede ser pegado orgullosamente por un reportero. Eventualmente, conseguí que Élber, quien lidera un équipo que durante el último mes recibió 15.4 millones de visitas, me parara bolas.

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La de El Espectador es una redacción en la que se encuentran historiadores, antropólogos, abogados, licenciados en lenguas, filósofos y politólogos. Ah, y periodistas, por supuesto. Según Élber, el hecho de que las redacciones de los medios estén compuestas por personas que no estudiaron periodismo se debe a que la experiencia colombiana indica que no es necesario estudiar la carrera de periodismo para ejercerlo con profesionalismo (de hecho, ni el director Fidel Cano ni el editor general Jorge Cardona estudiaron eso).

Aunque Élber me contó que hasta hace unos 20 años no era inusual encontrar en una redacción a periodistas que fueran 100% empíricos, hoy en día no hay ningún redactor de El Espectador que no haya pasado por la universidad.

Élber dice que, al igual su rival, El Espectador es un diario que busca formar y promover a sus propios periodistas. Y la prueba está en que hoy en día casi la mitad de sus editores ingresaron al periódico como practicantes, mientras que hace 10 años casi un 80% de los editores habían sido formados en otros medios.

Otra tendencia que ha venido cambiando en el El Espectador es la procedencia de sus redactores. A pesar de que los bogotanos sigan siendo mayoría en el periódico, los paisas (grupo en el que Élber incluye a los risaraldenses y caldenses), han venido ganando terreno en la readacción, al punto de que hoy en día el editor de la sección Bogotá, Alexander Marín, es manizalita.

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"Aquí tradicionalmente hemos tenido el chiste interno de que los javerianos son mayoría", me dijo. Sin embargo, esto también ha cambiado, con el tiempo, los egresados de la Javeriana, el Rosario, los Andes, la Sabana, fueron compartiendo silla con personas de la Nacional, Impahu, la Central y la Santo Tomás. Esto, sin embargo, es una característica de la separación que hay entre edición impresa y edición web, respectivamente.

Cuando le pregunté a Elber por la diferencia entre una y otra redacción, él contestó que "Los redactores de la edición impresa cuentan con más tiempo para investigar y desarrollar su propias historias que los del .com, aparentemente".

Aquí tradicionalmente hemos tenido el chiste interno de que los javerianos son mayoría en la redacción.

La presión de los cierres de edición, que comienzan a las 2 pm y se extienden hasta las 11 pm para la edición diaria que circula en Bogotá, hace que las pausas estén descartadas de antemano para la gran mayoría de su equipo. Los viernes la cosa es aún peor, ya que se deben cerrar las ediciones del sábado (entrega en la mano de Élber) y la de domingo (en la de Nelson Fredy Padilla, entre las 6pm y las 2 am).

¿Y farrean duro estos manes despúes de tremendo derroche de esfuerzo? Pues tienen un bar de confianza a pocas calles de la redacción. Para que se ubiquen, tiene un nombre que suena a bachata, vallenato y reggaetón.

Las oficinas de La Silla Vacía están situadas en el primer piso de una casa impecable del barrio La Soledad. Adentro hay un ambiente de biblioteca: tecleo, papeleo y una sola conversación suave de tipo alumno-maestro. Los empleados de La Silla, como ellos mismos la llaman, también están en libertad de decorar sus puestos, pero las paredes siguen estando dominadas por un enorme mapa físico de Bogotá.

Aquí es donde se hace un medio que, a pesar de haber tenido 470.000 visitas en último mes (cifra que lo sitúa bastante lejos de los otros que visité), se ha posicionado entre los más relevantes de Colombia gracias a la profundidad de sus contenidos y a la calidad de sus investigaciones, que tratan, exclusivamente, temas que tienen que ver con el poder: sus personajes, sus historias, su ejercicio, las preguntas que acarrea. La Silla tiene una audiencia fiel.

Juanita León , su directora, cuenta con un equipo periodístico de solo tres personas aparte de ella, y entre todos deben responder por tres notas al día. Aquí los comunicadores de diploma son minoría: solo una persona estudió comunicación (y engalló su formación con un título en ciencia política). El resto estudiaron derecho, historia y, de nuevo, ciencia política.

Según Juanita (abogada, maestría en periodismo), su predilección por gente que no fue formada en las facultades de comunicación responde a que "es más fácil enseñarle a escribir periodísticamente a una persona que ya sabe cómo funciona el Estado a enseñarle cómo funciona el Estado a un comunicador".

Juanita tiene otra preferencia en su redacción: los uniandinos. Según ella, su decisión por contratar mayoritariamente a egresados de la universidad en la que ella misma estudió se debe a que los uniandinos suelen ser bilingües, puntuales y orientados a cumplir con sus objetivos, "aunque esto tiene todas las excepciones del mundo, aclaro".

Yo creo que la gente es feliz trabajando en La Silla por que puede contar todo lo que quiere contar, no porque se emborrache todos los día.

"Esto no es un banco, aquí nadie marca tarjeta", me dijo cuando le pregunté por los horarios de su equipo. Según ella, los reporteros llegan a la oficina los lunes a las 9 am para el consejo de redacción, donde se asignan las historias de la semana y su fecha de entrega: a ese día y a esa hora pactados se apegan religiosamente, a menos de que algún evento extraordinario suceda. Aparte de esa cita, los periodistas que trabajan en La Silla Vacía son libres de manejar su tiempo como les venga en gana.

En cuanto a las farras, la joda, el reggeaton y la salsa, Juanita afirma no ser muy amiga de ellas. Eso se lo atribuye a la influencia que tuvo formándose en periodismo en Estados Unidos. "Yo creo que la gente es feliz trabajando en La Silla porque puede contar todo lo que quiere contar, no porque se emborrache todos los días", me decía mientras nos tomábamos un café en el patio de su redacción. "Aquí se mama muy poco gallo".

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A Sebastián lee el periódico a veces y no le da pena admitirlo. Si quiere comentarle algo, escríbale por acá.