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Cultură

Una guía para soportar las bodas de tus amigos

No importa si estás a favor o en contra del matrimonio, las bodas son una parte obligatoria de la vida social de un adulto. Algunas van a ser producto de una pésima decisión y otras van a resultar asquerosamente inspiradoras.

La hermosa boda de alguien más. Foto por John Hope.

La forma más tonta de gastar dinero cuando eres adulto es yendo a bodas. Para la mayoría de nosotros, el desfile interminable de invitaciones con la frase "aparta la fecha", fiestas de compromiso, despedidas de soltero/soltera y bodas que dictan tus planes de viaje y te obligan a comprar ropa bonita, empieza saliendo de la universidad y termina hasta una década después.

No importa si estás a favor o en contra del matrimonio, hay un momento en que las bodas son una parte obligatoria de la vida social de un adulto. Algunas van a ser en grande y otras muy sencillas. Algunas van a ser producto de una pésima decisión y otras van a resultar asquerosamente inspiradoras. Pero todas son la prueba, ya sea para bien o para mal, de que tú y tus amigos están fracasando tanto en la adultez como en la juventud.

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Recuerdo que la primera vez que dije que no quería crecer fue cuando tenía 15 años. Era la hora del almuerzo y mi mejor amigo —de quien estaba enamorada pero apenas me di cuenta— y yo estábamos pintando nuestros tenis Converse con corrector.

"¿No te encanta que siempre ganamos?", le pregunté.

"¿Contra los adultos?", respondió.

Asentí con la cabeza. En ese momento, el director de la escuela cruzó el patio mientras otro de nuestros amigos iba caminando detrás de él con un cigarro en la boca.

"Sí, siempre", dijo.

Mi cerebro sigue siendo de adolescente a pesar de que cumplí la mayoría de edad hace mucho tiempo. Aún tengo la multa por fumar en el metro y sigo acumulando la deuda del préstamo escolar que no pienso pagar.

Pero mis amigos —mis cómplices— ya se están casando. Los tipos con los que robaba en las tiendas y fumaba mota con una pipa improvisada con una manzana decidieron ser los esposos de otras personas. Poco a poco me arrebataron la ignorancia y la imprudencia. Me di cuenta de que, no importa lo que hagamos, ya no estamos en la plenitud de nuestras vidas.

Los novios no son los únicos que se enfrentan a la transformación incómoda que se avecina cuando deciden casarse. Las bodas también son una montaña rusa para los invitados. No hay asesoría para invitados previa a la boda que te prepare para los pensamientos que van a inundar tu mente, desde el momento en que tus amigos te llaman para anunciarte que están comprometidos, hasta el momento en que sales de otro hotel con el autoestima destruida por ver a otra pareja decir sus votos.

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Para corregir eso, hicimos una lista de todo lo que vives en una boda cuando eres lo suficientemente viejo para creer que eres demasiado joven para estas cosas.

Foto por el usuario de Flickr Kim Marius Flakstad.

LAS MESAS DE REGALOS

La agobiante monotonía de todo este proceso te pega cuando gastas el dinero, que tanto te costo ganar, al comprar una charola de quesos en una tienda departamental. Una maldita charola de quesos. ¿Por qué le pedirías a tu amigo que compre una charola de quesos? ¿Para restregarle en la cara la locura que es vivir como uno de "ellos"?

Las mesas de regalos son terriblemente aburridas. Son una letanía de objetos tan aburridos que no recordabas su existencia hasta que tu amigo imprimió una lista de objetos lindos (porque ya no se vale usar vasos de ICEE para comer cereal) que hacen juego (porque ahora el desorden les da dolor de cabeza) y que la pareja espera recibir. Hasta escriben el modelo del producto porque sacrificaron el elemento sorpresa en nombre de la funcionalidad.

Foto por el usuario de Flickr Deni Williams.

LAS IGLESIAS DAN MIEDO

Hay mínimo un amigo que te va a obligar a ir a la iglesia para que lo veas casarse a pesar de que nunca expresaron ningún tipo de orientación religiosa. En cuanto entras, escuchas ese eco perturbador tan familiar que se produce cuando caminas sobre el piso de marfil, hueles el incienso clásico de la iglesia y, cuando ves a Jesús desnudo y crucificado, recuerdas por qué nunca vienes a la iglesia por voluntad propia. En ese momento agradeces haber pedido cerveza en el desayuno.

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Foto vía Wikimedia Commons.

DISFRAZARSE ES DIVERTIDO

Tus primeras bodas —antes de que el "Canon en re" y las citas de El profeta dejen de tener efecto son como una novela y tan satisfactorias como abrir la caja de una Barbie nueva. Los años que pasaste espiando por las ventanas de las tiendas para novias y viendo episodios de bodas de tus series favoritas se descargan sobre el pobre empleado de la tienda mientras tú y tu mejor amiga la recorren como niñas chiquitas. ¡Ombligueras! ¡Chifón! ¡Todas nos vemos bien con éste! Creer que eres demasiado joven para esto te hace sentir como cuando eras una niña y te ponías los zapatos de tacón de tu mamá. Ya quieres ver los regalos que le van a dar a tu amiga. Estás feliz de que encontró al florista indicado.

Cuando llega el día de la boda, te despiertas feliz pero nerviosa. Tomas champaña vestida con un kimono que trae tus iniciales grabadas. Casi se te olvida que una de ustedes está a punto de cambiar su identidad para siempre. Lloras cuando la ves con su vestido de novia. (Yo todavía lloro cuando veo a alguien en vestido de novia. Es abrumador ver que alguien tan cercano puede verse tan bien.)

Ríes y lloras todo el día. Todo es importante: La ceremonia. La entrada. El pastel. Sigues bebiendo. Sigues llorando. Nunca te das cuenta de que quizá haya una relación entre esos dos actos.

LA ÚNICA MANERA DE SOPORTARLO ES BEBIENDO

Después del curso para aprender a controlar la bebida que cuesta muchísimo dinero, también conocido como "universidad", crees que eres un oponente digno de una barra libre. Pides whiskey doble porque quieres y para cuando anochece, ya enseñaste el pezón mínimo una vez. Robas un poco de champaña y te lo tomas antes de que empiece el brindis a pesar de que te dijeron muchas veces que el alcohol es gratis y hay suficiente para todos.

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Foto por el usuario de Flickr Sylvar.

LOS NIÑOS Y LOS VIEJITOS SON LO MEJOR

Las viejitas y los niños sirven como distracción. A veces se llevan muy bien a pesar de que nunca antes se habían visto. ¡Deberías salir con bebés y abuelitas más seguido! ¡Son tan lindos!

SIEMPRE HAY ALGUIEN PARA COGER

¡Shots! ¡Brindis! ¡Deberían dejarte hacer un brindis! Acorralas a un hombre con una camisa desabotonada y le dices que la novia es tu mejor amiga, que son como hermanas. Te sientas en la oscuridad y ves las diapositivas. Suena una canción de los Beatles de fondo y ves cómo en cuatro minutos tu amiga pasa de ser un bebé a una niña con dientes chuecos, una adolescente y al último se convierte en un adulto hecho y derecho.

Volteas a tu alrededor y ves que el tipo de la camisa desabotonada ya se la quitó y anda en playera. Está un poco rojo y sigue tomando. Decides que te lo vas a dar esta noche.

Todas tus amigas traen una bebida en la mano. Todas ven juntas el primer baile. Te dan ganas de llorar otra vez. Ver a tu amiga bailando con su esposo bajo los reflectores parece un sueño. Se susurran cosas al oído que sólo ellos pueden escuchar. Tú sueltas un eructo gigante y le dices a tus amigas que te vas a dar al tipo que está rojo. Una de ellas responde: "vas".

Te llevas al tipo rojo a la suite matrimonial. Le das sexo oral sobre una montaña de ropa. Te das cuenta que no sabes cómo se llama.

Mierda. ¿A qué se refiere el DJ con eso de que la noche está por terminar? Te tomas otras dos cervezas por si acaso. Tú y tus amigas toman el micrófono y se ponen a cantar "Gimme That Nut" mientras los abuelos y el hombre al que le acabas de dar sexo oral las ven con horror.

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En ese momento te das cuenta de dos cosas: no están demasiado viejas para esto y nunca se sabe qué puede pasar en una boda.

Foto por el usuario de Flickr Ben McShea.

¡QUÉ BUENO QUE NO ES MI BODA!

Durante todo el proceso de la boda, desde la invitación hasta la resaca espantosa, la emoción que te mueve es el alivio. Recuerdas el malestar estomacal que te daba cada que creías que tu ex te iba a proponer matrimonio. Recuerdas que querías terminar con él desde que empezaron a odiar el día de San Valentín. Te alegras de haber tenido el valor suficiente para romperle el corazón. Tus amigas comprometidas no salen por la noche y dicen que son "viejas" por eso.

Estás feliz de tener que vivir por todas ellas. Dices que tienen mucha suerte, pero dentro de ti sabes que te dan lástima y temes ser la próxima. En la recepción, haces lo posible por no atrapar el ramo. Cuando se acaba el fin de semana, te deshaces de tus responsabilidades temporales de dama de honor, como el vestido que tiraste en un rincón de tu habitación de hotel, y vuelves a ser libre. Puedes regresar a tu departamento desordenado y no va a haber nadie ahí para cuestionarte si quieres comer nachos en tu cama. Vas a poder masturbarte mientras ves alguna serie en tu sala y nunca nadie se va a enterar.

Foto por el usuario de Flickr Heidi Heller.

DESEARÍA QUE FUERA MI BODA

Como buen ciudadano, también quieres que te pongan atención y hagan fiestas en tu honor durante todo un año. De hecho, hasta haces notas mentales "para cuando llegue el momento indicado". Quieres una despedida de soltera en otro estado y una boda local. Empiezas a robarte ideas para centros de mesa. La ceremonia en sí es un programa perfectamente diseñado que funciona como el GMS en tu cerebro. No importa si sirve de algo o no para la novia y el novio. En este momento, con toda esta gente y este cuarteto de cuerdas tocando, estas dos personas se están mejorando la una a la otra. Y tú quieres un poco de eso. Piensas en tu ex y en cómo solía llegar a casa con vino y un paquete de tus galletas favoritas. Te preguntas si él era el indicado. Pero no, no lo era. Dejas de creer en el amor verdadero hasta el próximo año, cuando regresas al juego, sólo que en otro lugar y con un amigo con derechos con el que saliste a desayunar demasiadas veces.

Después, cuando cumples 30 años, te tatúas algo en la espalda baja para superar tu miedo al compromiso. Al día siguiente, cuando todavía tienes el plástico, bebes demasiado y coges con uno de tus mejores amigos. Después descubres que siempre te ha gustado, demasiado, tal vez. Una semana después, te despiertas en su cama y te despides temprano porque tienes que ir a una boda. En camino a la boda, te das cuenta que estás en una relación seria, o algo así.

Sigue a Tess Barker en Twitter.