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Cultură

La Nueva York mitológica de Daniel Arnold

Justo cuando creías que ya la habías visto toda en cines

A estas alturas, tal vez ya te sea familiar la mitología de Daniel Arnold. Desde que se mudó a Nueva York hace 13 años, la documentación honesta, emocional y voraz del fotógrafo lo ha hecho merecedor de nombres como "el paparazzi de los desconocidos". Si bien su exitosa cuenta de Instagram lo llevó a tomar fotos para Vogue, Arnold es mucho más que sus fotos de personas que duermen en el subway y de pendencieros de andenes.

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Una tarde, hablé con el fotógrafo sobre fama, censura, la evolución de Instagram, y el por qué las jóvenes creativas feministas de hoy son "putas guerreras".

Has vivido en Nueva York por 13 años. ¿Cómo la has visto cambiar?

Todos quieren aferrarse a un momento en el tiempo que tiene ciertas tiendas, ciertos restaurantes y ciertas actitudes, algo que sientan que da forma. Pero pienso que hay algo realmente agradable sobre lo rápido que las cosas cambian en Nueva York. Parpadeas y el sitio desapareció completamente, y en el único lugar en el que subsiste es en tu cabeza o en tus fotos o en cualquier manifestación creativa de él que tengas en tu vida. La Nueva York de mi cabeza probablemente no existe. La Nueva York de mi cabeza se basa en la visita que hice cuando tenía nueve años con mi primo rebelde que nos llevó a Chinatown a buscar nunchucks y viví la sordidez de Times Square. Fue hasta hace poco que me empecé a dar cuenta el gran impacto que esas visitas de la infancia tuvieron en mí y lo mucho que en realidad están representadas en las fotos que tomo. Esta idea ha evolucionado más allá de eso, pero un impulso inicial muy grande fue encontrar evidencia de lo que quedaba de la Nueva York imaginaria, los lugares donde la realidad se alinea con mi percepción.

Tú fotografiaste el Met Ball para Vogue, lo que parece completamente opuesto a lo que normalmente capturas. ¿Cómo fue la experiencia comparada a fotografiar en la calle?

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La idea de mí como un fotógrafo callejero es técnicamente justificable, pero es más circunstancial que definitiva. Lo que soy es simplemente un junkie. Quiero una nueva foto para sentirme orgulloso cada día. Lo que pasa es que el mejor, inagotable y siempre interesante recurso que tengo todos los días justo al otro lado de mi puerta es la calle. Me emociona tanto estar en una habitación en la que no pertenezco, ir a cualquier lugar donde sienta que estoy en un planeta nuevo y tenga que descubrir las reglas y romperlas. Por eso el Met Ball fue un puto sueño: aceptaría al Met Ball en la calle cualquier día. Hubo un punto en el que me quedé invisiblemente en un río de 700 celebridades que pasaban sobre mí como si fuera una piedrita.

Sentí al cien por ciento que esas eran mis fotos, pero en realidad sentía una presión física que nunca había sentido antes. Como si tuviera esta oportunidad demente y tuviera que fotografiar a todo el mundo o no los podría ver nunca más. Pero nunca pensé que fuera capaz de ese nivel de desvergüenza y de audacia que llegó a mí ese día. No podía decirte quién era esa persona, agachada en esa esquina del salón entre Madonna y J. Lo mirándole la nariz a Rihanna. Trece años viviendo en Nueva York me han dado esta sensación de licencia para presionar hasta que alguien me diga que pare, para cruzar cada puerta que se abra hasta que alguien me diga que me largue.

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Te censuraron en Instagram en 2012 por postear una foto topless. Tres años después, las políticas sobre el cuerpo y la censura online se han puesto realmente sobre la mesa. ¿Cómo ves eso?

Freetheniple no es una gran cuestión personal para mi porque la gente no necesita estar en absoluto desnuda para mis propósitos, pero en verdad pienso que es algo muy interesante. En primer lugar, tratar de ilegalizar la desnudez en Internet es simplemente demente, es como una playa sin arena. El porno ha hecho más por el avance tecnológico que los viajes espaciales. Pero más que tener un problema con la censura, que es un remanente estúpido de un tiempo anterior que probablemente no va a durar, siento que la resistencia hacia ella recientemente —la manera en que las mujeres están tomando el poder de vuelta— es increíble. La pelea contra la censura está cambiando las cosas de una manera muy interesante para las mujeres. Lo que Ally Marzella, India Salvor Menuez, y todo este grupo de chicas están haciendo con su sexualidad es muy poderoso, interesante y va mucho más allá del sexo. Después de una larga vida de "déjame morir a los 25, deja que me caiga un piano encima, deja que me arrolle un camión", ahora es como '¡déjame tener 300 años!' quiero ver cómo termina esta mierda.

Es interesante ver lo específicos que nos hemos vuelto al documentar el mundo.

Una vez que empezamos a pensar en algo, ahí está, en todo lados. Lo que, combinado con el ritmo y el apetito de Instagram, hace de cualquiera un adicto. He hecho muchos amigos interesantes de generaciones previas del mundo de la fotografía, y me han advertido que cuide mi ritmo. Aunque me he contenido un poco, pienso que hay algo realmente valioso en el hecho de que tengamos esta plataforma tan mainstream que constantemente demanda atención. Ha fomentado la formación de un lenguaje. Hay un montón de nuevas expresiones: señales de neón, placas de carros, aros de basketball. Instagram revela y motiva su propio proceso, ves cómo evolucionan las cosas.

En el prefacio de The Ballad of Sexual Dependency, Nan Goldin escribe sobre desear a veces que la cámara no fuera un aparato, que ella simplemente pudiera parpadear y guardar el momento. ¿Alguna vez te sientes así?

Cuando caminé hoy por el parque, dos chicas jasídicas (una línea del judaísmo), hermanas, usando exactamente la misma camisa verde y falda negra, medias veladas y zapatos negros estaban saltando hacía mi con lazos iguales, a toda mierda. Tomé esa foto, pero es interesante que digas eso. Es muy raro que mire a través del visor, nunca lo hago. Yo disparo desde la cintura, disparo emocionalmente, la mitad de las veces la cago, pero no hay tiempo de componer [la foto]. Así no es el mundo. Las cosas, las buenas cosas, no duran nada.