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Cultură

Los raperos agricultores de la Comuna 13 en Medellín

El AKA es uno de los voceros de Agroarte, movimiento de hip-hop agrario único en su tipo a nivel mundial.

Cuando me confirma el espacio y la hora de la entrevista que me concede, el AKA finaliza el mensaje de texto con un "mañana nospi". Así es él, un personaje tan sorprendente como generoso. Lo encontré vestido con dos camisas: una blanca sobre una gris, acompañadas de un pantalón ancho, una bandana y gafas de sol: tiene el estilo típico de un cantante de hip-hop.

Como otros artistas de la Comuna 13 de Medellín, el AKA vela con mucho interés por la (r)evolución de su ciudad, y se ha dedicado a trabajar en contra de brechas sociales y las desigualdades a través de su música y la cultura. Pero el AKA tiene un discurso más amplio que involucra el medio ambiente, la ciudadanía, y la comida. He llegado hasta la Casa Morada, para hablar de su proyecto AgroArte. Así como las plantas crecen en suelo fértil, este colectivo surge desde la Comuna 13 para construir tejido social, resistencia, memoria y seguridad alimentaria.

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El AKA es otro de los invitados al Foro Mundial de Ciudades Bajas en Carbono que se realizará el 10, 11 y 12 de octubre en Medellín. Enfocándose en lo verdaderamente importante, Agroarte es un ejemplo para tener ciudades sostenibles. Lo que para la Comuna 13 es una respuesta a la violencia, para el resto del mundo puede convertirse en un ejemplo.

AKA, contános, ¿qué es AgroArte? ¿De dónde surge?

AgroArte es la filosofía de hacer con el otro y la otra. Es una mezcla de hip hop y arte. Surge como un proceso de resistencia por todo lo que pasó acá en la 13 con lo de la operación Orión y los desaparecidos de la Escombrera. ¿Sí sabe qué fue eso? Fue una cosa muy tesa, pasaban los militares encapuchados, se disparaba indiscriminadamente, había helicópteros sobrevolando, muchos parceros y conocidos nunca más aparecieron. Entonces, hace 14 años, siete de las doñas y yo empezamos a sembrar. Dijimos "Si la violencia nos mueve, nosotros también nos movemos".

Hace cinco años a mí me desplazaron. Me tocó venirme para esta parte del barrio porque me tenían amenazado. Pero yo acá sigo y sigue Agroarte, que ya tiene 22 lugares que nos tomamos en lo urbano. Ahora somos 80 personas de equipo base y más o menos 200 o 300 integrantes.

¿Pero si empiezas sembrando hortalizas, qué tiene que ver el hip-hop en esto?

Pille, es que el hip-hop es calle, pero debajo de la calle hay tierra y esa tierra tiene nuestra historia, nuestra memoria. Entonces, ¿cuál es la filosofía de nosotros? Resulta que un discurso no es nada si no se hace con la gente. Nosotros no sembramos ni componemos solos. Mientras la comunidad siembra, se habla, se crea tejido social, se reviven las historias, se sacan las letras y nace el hip-hop agrario.

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Sembramos para encontrarnos, preguntarnos sobre el pasado y hablar sobre la tierra.

¿Cómo termina un pelao de San Javier ––la Comuna 13–– sabiendo tanto de agricultura?

Uno acá en la ciudad no aprende a sembrar, uno re-aprende. Sembrar está en el ADN del colombiano. Yo lo que sé es por empirismo: me acuerdo de cosas que me enseñaron mis abuelitos y unos familiares. Pero también sé mucho por las doñas del barrio. Hay otra cosa que nosotros pensamos y es que cualquiera puede sembrar, pero lo que se siembra debe cuidarse, y es ahí cuando se requiere del compromiso de la comunidad.

Buscamos una reivindicación de la tierra, porque este país fue construido por gente que vino y vive del campo. Además, hay otra analogía que aplica para esto y es que la semilla guarda la memoria. Por eso con la agricultura buscamos lo mismo.

¿Qué siembran vos y los de AgroArte?

Acá y en los otros espacios que nos hemos tomado tenemos pimentón, maíz, girasol, coliflor, limoncillo, heliconias, plátanos y guayacanes… O sea, a fin de cuentas, tenemos tres tipos de plantas: ornamentales, medicinales y aromáticas.

A veces hay gente que nos quita las matas, pero nosotros nos resistimos y volvemos a sembrar. Porque estas plantas no son de este o de aquel, son de todos los que participan en el proceso. Con esas verduras y plantas la gente de por acá se alimenta, se garantiza la seguridad alimentaria. La idea es democratizar la siembra. Pille que los terrenos son abiertos, no hay alambrados que los limiten. Esto lo cuidan los vecinos, los de las tiendas, las doñas, los niños y así.

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Es que ahora ese espacio público es para nosotros: los del barrio lo sienten como propio porque lo es.

¿Ustedes tienen algunos aliados o cómo se ha garantizado la continuidad del proceso?

Nosotros estamos en este momento con Casa Morada trabajando. Pero en general nosotros operamos de manera independiente. Además, tenemos algunas alianzas con medios de comunicación independientes y comunitarios. Lo que buscamos es rescatar también esa herencia de nuestros abuelos, que es la capacidad de juntarnos, de trabajar juntos.

Asimismo, como este es un movimiento social que nace de la voluntad de nosotros como comunidad que toma acción frente a un proceso de violencia, no dependemos de agendas políticas para garantizar la continuidad. Esto es resistencia.

¿Cómo involucran ustedes el tema del arte y del grafiti a las huertas?

Nosotros, con todo el tema de la siembra, buscamos rescatar las memorias de la gente. Por eso tenemos intervenciones que mezclan grafiti con agricultura. Son cosas muy bacanas que no hacemos solos, las realizamos con la comunidad. Por eso no se trata de obras de artes convencionales: no hay un artista que firme la planta y la valorice 10 veces su valor. Son obras colectivas.

(El AKA nos lleva hasta el cementerio de San Javier, donde nos encontramos con una huerta vertical hecha con botellas de plástico. En cada una está escrito un nombre).

Esta intervención se llama "Plantas de memoria, cuadros verdes vivos en los territorios". Hay tres como estas hechos por Agroarte. Lo que hacemos es hablar de la muerte a través de la vida. Pusimos a la gente a escribir el nombre de su familiar asesinado o desaparecido, y a sembrar y cuidar una planta. Hablamos también del resurgir de una comunidad y un territorio. Esto va acompañado de unos grafitis, algunos de personas de acá de la 13, algunos hablan de nuestras raíces indígenas. Es arte contextual, por eso está en un cementerio. Pero también es una obra viva que obedece al proceso que tenemos acá en el barrio.

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Esto también tiene una intención, y es ir más allá del discurso. Es decir, si siembras una papa te la comes. Si siembras el discurso, ¿qué te vas a comer? Esto nos lleva a una filosofía que funciona con la acción, no con promesas del Estado o la institucionalidad.

¿Cuál es la postura política de AgroArte?

Para nosotros es claro algo que pasa en este momento a nivel gubernamental: pensamos que no se puede hablar de innovación en una ciudad si no hay componente social. En este momento, los gobiernos se dedican a hacer obras de infraestructura: ¿y la gente qué? Hay inequidades y nosotros sentimos la presión que esto genera en las laderas. Hay una balanza entre la institucionalidad: el Estado vs. las necesidades de las comunidades. Y esta se inclina para el lado del Estado.

Por eso nosotros no nos quedamos en la crítica: AgroArte es construcción con un trabajo de base, pero también político. Esto no es hablar por hablar, porque a la vez vamos haciendo. También consideramos que es muy fácil hablar desde la academia, pero hay que entrar a la realidad. En este momento hay una política del ocultamiento: no solo es la 13. A nivel de país hay muchas fosas y escombreras, podríamos decir que Colombia es una gran fosa.

Por eso, para nosotros, Agroarte como proceso de resistencia es nuestro caballito de batalla.

* Del colectivo La Ciudad Verde.