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Cultură

Historias de padres que pillaron a sus hijos ‘in fraganti’

Los momentos en los que nuestros padres se sintieron extremadamente defraudados con nosotros.

Una foto de una persona con cara de sorpresa, porque desgraciadamente ninguna de las personas con las que hablamos tenía fotos de cuando los sorprendieron con las manos en la masa. Foto vía usuario de Flickr Orin Zebest

Tus pobres padres. Párate a pensarlo un momento: te crearon, te criaron y te alimentaron para mantenerte con vida. Y luego vas, cumples 13 años y empiezas a decirles a gritos que son injustos porque no te dejan viajar a Francia sola para conocer a tu amigo de internet. Después cumples 14 y empiezas a decepcionarlos con la mayoría de las decisiones que tomas. Luego cumples 15 y todo se va a la mierda hasta que, años después, entiendes que en realidad tus padres lo único que quieren es evitar que mueras y que todo lo que hacen es por ti. Y luego todo vuelve a estar bien.

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Pero hasta que llegas a ese punto, los años previos suelen ser un infierno.

Pedimos a algunos amigos que nos hablaran de esos años, concretamente sobre los momentos en los que sus padres los sorprendieron in fraganti y terminaron extremadamente decepcionados.

No te tomes un Valium rosa

Unas pastillas de Valium. Foto vía usuario de Flickr Dean812

A veces he hablado por teléfono con mi padre estando colgado de ácido o le he ayudado a arreglar el jardín hasta arriba de 2cb, pero la peor de todas es la que más recuerdo. Bueno, más bien no la recuerdo porque quedé inconsciente y no supe qué pasó hasta que me lo contaron. Fue una noche muy intensa —MDMA, coca, hierba y alcohol; en fin, una de esas noches— y cuando nos fuimos de la fiesta ya eran las 9 de la mañana del día siguiente. Me sentía horrible y mis amigos me dieron unos "súper Valium" que pidieron en una página de internet que vendía "drogas legales". Me advirtieron que eran muy fuertes pero no hice caso y me tomé un puñado. Y luego me tomé otras tres. Seguía colocado y no había dormido nada, pero aun así volví con mis amigos a casa y vimos a mis padres tomando café y arreglando el jardín porque era una mañana de domingo muy soleada. Después desperté totalmente vestido a las seis de la tarde en mi cama y no supe bien qué había pasado hasta unos días después.

Por lo visto, decidí enseñarle a mis amigos todo lo que había en el garaje. Tardé horas en sacarlo todo para enseñárselo a ellos y a mi mamá con todo lujo de detalle. Encontré una caja con revistas eróticas de 1950 y decidí leerlas en voz alta. Hubo un momento en el que tiré una taza de té sobre mi portátil al intentar saltar una mesa. Me porté como los típicos tíos que te encuentras en los lavabos de las discotecas a las cinco de la mañana: dije incoherencias, hice ruidos extraños, grité, me reí a carcajadas y estuve dando vueltas por toda la casa mientras mis padres intentaban leer el periódico y disfrutar de su sándwich. Seguro que la lie mucho más pero no lo sé seguro porque nadie me lo cuenta. Tal vez lo hacen para que no pierda la cordura. Pero todos estuvieron muy raros conmigo durante un buen tiempo.

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Sé más o menos lo que pasó gracias a mis amigos. Mi madre estaba muy entretenida y mi padre se quedó callado, excepto por el clásico "Eh… ¿ya te encuentras mejor?". Estoy seguro de que hay cosas de esa noche que ya se me han olvidado, pero no tengo intenciones de volver a tocar ese tema. Nunca te tomes un Valium rosa.

- Ian

Uber parental

Un GPS en un coche de Uber. Foto: Tom Usher

Tenía 18 años y era Año Nuevo. Iba camino a una rave bestial a las afueras de la ciudad pero llegué casi a las doce de la noche sin haber tomado nada y empezaba a ponerme nerviosa. En aquel entonces tenía muchos amigos rusos y, en cuanto llegué, uno de ellos me pasó una botella de vodka con 80 por ciento de alcohol que trajo de Rusia. Con ese porcentaje no puedes saborear nada y como tenía 18 años y era una idiota, me empiné la botella. No sé cuánto bebí, pero en cuestión de minutos ya estaba con un pedal y ligando con un tío de 30 años. Poco después, todo empezó a dar vueltas y me puse a vomitar. Intenté salir para respirar aire fresco pero vomité en las escaleras. No recuerdo qué pasó después de eso. Solo sé que uno de mis amigos llamó a mi padre y le pidió que viniera a buscarme.

No sería tan grave si no fuera porque mis padres son musulmanes superestrictos que no saben que bebo. Llegó mi padre y mis amigos me llevaron a cuestas al coche. Me pasé todo el camino de regreso a casa vomitando por la ventana y tratando de explicar cómo me había intoxicado con algo que comí. Mucha gente que andaba de fiesta, al verme vomitar, me gritaba "¡Sácalo todo, mi amor!". Mi padre no me regañó pero parecía muy decepcionado porque tanto él como mi madre se niegan a aceptar esta parte de mi vida. Estaba tan mal que no me metí en problemas; mi padre nunca volvió a tocar el tema y yo estuve en cama dos días vomitando y esforzándome para comer porque sufrí una intoxicación alcohólica leve. Desde entonces no he vuelto a beber vodka y sigo intentando que mis padres no se enteren de que bebo.

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- Zania

Diente caído

Foto: Jake Lewis

Creo que pasó un año antes de irme de casa para empezar en la universidad. Fui a una fiesta con mi novio y unos amigos y me puse tan mal que me incliné para darle un beso y nuestros dientes chocaron con fuerza. Se me rompió un diente y me puse como loca. El alcohol, las lágrimas y la hierba conspiraron para irritarme los ojos y decidí que era momento de quitarme las lentillas. El problema era que estaba tan borracha que no sabía lo que hacía y me hice daño en las córneas.

Mi novio llamó a mi padre, que vino por mí a las cuatro de la madrugada para llevarme al hospital. Obviamente estaba muy cabreado. Ya me había visto borracha pero esta vez me había pasado. En el coche, me preguntó si me había divertido fumando y yo me sentí indignada de que me creyera capaz de algo así. Traté de convencerlo de que estaba sobria y de que solo me había hecho daño en los ojos al querer quitarme las lentillas. En cualquier caso, estuvimos horas en el hospital. Tuve que usar parches en los ojos durante tres días y mi padre "no estaba cabreado, sino decepcionado". Lo peor de todo es que no volvió a decirme nada después del incidente y fue su forma de torturarme, algo muy típico de él.

- Raquel

Hasta arriba de MDMA

Mis amigos y yo fuimos a un concierto a otra ciudad y se suponía que nos íbamos a quedar en casa de una de mis primas. Compartimos unos gramos de MDMA antes de entrar. Era la primera vez que lo probaba. Mi prima estaba tan borracha que la perdimos y tuve que llamar a mi padre para que fuera por nosotros. Yo apenas tenía 17 años. Fue muy vergonzoso y preocupante porque no teníamos idea de dónde estaba mi prima o si seguía viva. Y yo no podía dejar de hablar. Le expliqué a mi padre que se me movía la mandíbula sola y no paraba de repetir lo genial que había estado el concierto.

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Al principio no le dijimos nada pero como me consiente mucho, no dejaba de preguntarme: "¿Te sientes bien, cariño?". Después de un rato, mi hermano se hartó y dijo, "Papá, está hasta arriba de MDMA", a lo que mi padre respondió "Oh, Rosy" y se empezó a reír. Supongo que tendría un aspecto muy gracioso porque tenía los ojos como platos. Él se portó muy bien conmigo, pero mi madre se puso como una loca cuando llegamos a casa. Montó un drama y se enfadó mucho con mi hermano y mi hermana, conmigo no porque era la pequeña. Empezó a decirme que podría haberme perdido igual que mi prima y empezó a llorar. Al día siguiente encontramos a mi prima. Estuvo desmayada en la tienda de los paramédicos toda la noche.

- Rosy

Falta de respeto a la madera

Foto: Pixabay, vía

Organicé una fiesta al aire libre en casa de mis padres cuando todavía vivía con ellos y como teníamos una chimenea en el jardín, nos pusimos a quemar toda la madera que no servía. Empecé a beber desde muy temprano y mis padres llegaron a la casa como a las tres y media de la madrugada. Para ese entonces, ya me costaba mucho trabajo mantenerme en pie. Les di las buenas noches y me subí a dormir pero unos minutos después me dijeron que bajara. Mi papá me llevó a la chimenea del jardín y me preguntó que de dónde había sacado la madera. Lo llevé al garaje y le enseñé la pila de madera. Se puso rojo y no dijo nada durante unos momentos. No recuerdo exactamente sus palabras, pero nunca lo había visto tan enfadado.

Resulta que durante la fiesta, quemé accidentalmente la cama desmontada de mi hermana, que costaba casi 500 euros, en la chimenea. Esa tarde me pasé un buen rato saltando sobre los bloques de madera para partirlos a la mitad y así poder quemarlos. Mis padres estaban muy enfadados. No sé porqué, al ver los trozos de madera, creí que eran basura y que no pasaba nada si los quemaba. Supongo que fue por el alcohol. Mi madre ya se había ido a dormir y se le pasó el enfado poco después, pero mi padre dejó de hablarme durante varios días. No era para tanto; a fin de cuentas, mi crimen fue faltarle al respeto a la madera.

- Joe

@williamwasteman