El skate ayuda a las chicas afganas a sentirse libres

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El skate ayuda a las chicas afganas a sentirse libres

Cómo usar el skate como herramienta para potenciar un país roto por treinta años de conflictos y desplazamientos.

Hace siete años, el skater Oliver Percovich causó gran revuelo en las calles de Kabul y, sin proponérselo, inició una revolución sexual. Con su tabla y sus cuatro ruedas atrajo la atención de los chicos a su alrededor, la mayoría de los cuales no había visto una tabla en su vida. También se dio cuenta de que las chicas mostraban interés en el skate.

Skateistan empezó en 2007, cuando Percovich descubrió un sitio perfecto para patinar los fines de semana: La fuente Mekroyan, una construcción de hormigón abandonada de la era rusa ubicada en pleno centro de Kabul. A medida que aumentaba el número de chicos que se congregaban a verlo patinar y a practicar, lo que inicialmente iba a ser una breve estancia para visitar a su novia se convirtió en un compromiso de por vida para quedarse.

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Percovich canalizó sus esfuerzos en la creación de una escuela de skate sin ánimo de lucro en Afganistán en 2009. Ahora ya tienen dos: una en Kabul y la otra en Mazar-e-Sharif, al norte, cerca de la frontera con Uzbekistán. El objetivo es sencillo: usar el skate como herramienta para potenciar un país roto por treinta años de conflictos y desplazamientos. Los niños van a las escuelas para patinar y acaban recibiendo educación.

Pero lo que hace que Skateistan sea tan especial es que el 45 por ciento de sus 800 alumnos son chicas. Cuando Nelofar, de 19 años, se sube a una tabla y se desliza a toda velocidad por una rampa, asegura sentirse "muy valiente y fuerte". Se siente libre.

"Me gusta el 360, es una pasada", dice entre risas. Viendo a Nelofar, con el entusiasmo reflejado en los ojos mientras habla conmigo por Skype desde la escuela de Mazar-e-Sharif, le digo que creo que es muy valiente, también.

UNICEF considera a Afganistán uno de los peores países del mundo en los que nacer mujer. De los 4 millones de menores no escolarizados, el 60 por ciento son niñas. Las tropas internacionales siguen retirándose de Afganistán y, sin embargo, la violencia contra las mujeres sigue siendo un problema muy vigente. Al subirse a una tabla, Nelofar está rompiendo los límites de género establecidos.

En Afganistán, esos límites vienen impuestos, principalmente, por convencionalismos sociales que pasan de generación en generación. "El padre establece las normas para proteger el honor de la familia", explica Alix Buck, Director de Comunicación de Skateistan. "A veces habrá conflictos, por supuesto."

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Skateistan aprovechó en su favor el desconocimiento de la práctica del skate en Afganistán. Puede que el ciclismo, el fútbol y volar cometas se consideren deportes tabú para mujeres, pero nadie sabe a ciencia cierta qué son esas extrañas tablas con ruedas. "Lo consideran más un juego que un deporte", afirma Buck. Más que nunca, la ignorancia es motivo de felicidad para Nelofar y las 400 chicas que todas las semanas suben a sus tablas y vuelan por las rampas de Skateistan, mientras los coloridos pañuelos que cubren sus cabezas ondean al viento.

"Antes de entrar aquí no sabía nada sobre skaters", confiesa Nelofar. "Había visto practicar esquí por televisión, ¡pero nunca el skate!". Animada por su tía, un día se acercó a la escuela Skateistan para verlo con sus propios ojos. "Me preguntaba cómo podían bajar por esa rampa enorme sin caerse al suelo. Pensé que tenían algo en los pies para quedarse enganchados a la tabla. Era increíble", explica sin dejar de sonreír.

Ahora, 18 meses después, Nelofar no solo es una skater de primera, sino que también colabora en la escuela, trabajando en la administración del alumnado y con los medios. Además, está estudiando para ser médico.

Pero detrás de sus sonrisas también se esconde un conflicto interior. Fuera del caparazón de Skateistan, en Afganistán sigue estando mal visto que las chicas practiquen deportes. Allí fuera, las mujeres siguen asfixiadas por las tradiciones. Nelofar me cuenta una anécdota que le ocurrió días antes de nuestra conversación. "Hace dos días iba corriendo por la calle y quise unirme a una carrera. Corrimos unos diez kilómetros, pero una persona al otro lado de la calle intentó molestarnos, así que seguimos corriendo dentro de la escuela. Es muy difícil hacerlo fuera. Las chicas aquí no podemos practicar ningún deporte".

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"Molestar" es exactamente la palabra adecuada para describir las constantes trabas a su desarrollo. Muchos de los chicos que buscan refugio en Skateistan vienen de familias o entornos desfavorecidos o han empezado a trabajar en las calles a una corta edad, como Mursal, de 10 años, que habló conmigo desde Kabul.

"Antes de venir a Skateistan, mi vida era muy aburrida", afirma. "Todos los días iba a trabajar vendiendo chicles. Entonces se me ocurrió una idea: mi futuro no puede ser solo trabajar." Al igual que Nelofar, Mursal afirma que el skate la hace sentirse feliz, aunque esa felicidad tiene un precio. Tengo que recordarme a mí misma que estoy hablando con una preadolescente cuando la oigo decir: "Tengo que estudiar mucho para tener un buen futuro".

Parece que poco a poco todos esos prejuicios están cambiando. Para empezar, los padres y hermanos de Nelofar la apoyan incondicionalmente en su afición. "Les gusta cómo patino", dice con una sonrisita. "Me animan. Saben que todos tenemos derechos". Mursal también tiene la suerte de contar con una familia que la apoya. "Creen que es bueno para mí", dice. "Por eso quieren que vaya a Skateistan".

Buck me corrige cuando expreso mi suposición occidental –fundamentada, sobre todo, en los titulares sensacionalistas y en los tuits de @UN_Women- de que todas las mujeres afganas están "solas" en su lucha por la identidad y la independencia. "Mucha gente no se da cuenta de que hay experiencias muy diversas y muchos grados de conservadurismo en los entornos de estas chicas", afirma.

Cuando le pregunto a Nelofar sobre sus esperanzas para la mujer afgana en 2015, responde: "Mi sueño es que todo el mundo pueda practicar deporte en las calles, sobre todo las niñas, sin que nadie les moleste. Espero que las cosas cambien."

Su padre comparte estas mismas esperanzas. "Ve, hija mía, y lábrate un futuro", la exhorta.

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