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Cultură

Cuatro horas en el nuevo infierno de José Luis Moreno

220.000 euros de nuestros bolsillos por programa para hacer esta mierda. Pero, ¿por qué?

Francisco interpretando el himno de Valencia rodeado de falleras y una orquesta; Mari Carmen, mitad del dúo Mari Carmen & Sus Muñecos, enseñándonos la entrepierna ya entrada la madrugada; Doña Rogelia, la otra mitad del dúo, ya con apariencia y look más joven que el de su socia; Jaimito Borromeo tirando de hits añejos en una sección que pretende enfrentar al humor de la vieja escuela con el de la nueva, aunque horas después seguimos sin saber dónde estaba el de la nueva; Marta Sánchez marcándose un cameo presuntamente ingenioso en el monólogo de un tipo poseído por el espíritu de Billy Crystal, o en todo caso de un Billy Crystal que hubiera preferido dedicarse a la medicina forense antes que al humor; Rafael Amargo, que a los diez minutos de intervención ya estaba enviando whatsapps a sus amigos para que fueran haciéndole sitio en el reservado VIP de algún after madrileño, metido a miembro de un jurado de talentos infantiles; Soraya Arnelas cantando un medley de hits de tecno-pop 80s y aprovechando la actuación para recuperar la clase de fitness que se había saltado esa tarde; un grupo de patinadores en línea haciendo acrobacias y coreografías surrealistas encima del escenario; un desfile decadente de modelos en la sección "Fashion Show", con muy poca fashion y aún menos show; cuatro entreactos cómicos, con Charo Reina o Eva Pedraza como grandes guest stars, que consiguen que los sketches de "Matrimoniadas" ahora nos parezcan obras de David Mamet; un brindis final más propio de la arquetípica gala de fin de año que de un programa de entretenimiento de 2015; y un elenco de presentadores/as, capitaneado por Berta Collado, dispuesta a dilapidar su carrera por la vía rápida, y por Jota Abril, una especie de versión "depurada" de Joaquín Prat Jr., que en apenas media hora de programa ya habían recibido centenares de mensajes de pésame de amigos y familiares.

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Esto es lo que vimos en "Alfombra Roja Palace" el sábado. La1. El regreso por todo lo alto de José Luis Moreno. Cuatro horas de televisión. 220.000 euros de presupuesto; por programa, que quede claro. Prime time y late night servidos en bandeja y con un lacito a la competencia: 5,8% de share y que ahora lo levante otro. Convencimiento pleno de que un capítulo de "Amar en Tiempos Revueltos" con el audio de la versión original japonesa de algún capítulo de "Dragon Ball Z" hubiera sacado más audiencia. Trend Topic número 1 en Twitter la noche del sábado, pero quizás no como uno espera: le pongo un piso al que encuentre tres tuits comentando el programa sin signos o muestras claras de estupor, indignación, ironía o fascinación kitsch. En los 80 se hacía mejor televisión y a mitad de precio. Y en los 90. Y la década pasada. Y hoy. Y estoy seguro de que también mañana. Lo que vimos el sábado es otra historia, otro nivel, otra liga. En primer lugar, uno de los desafíos más inexplicables e incendiarios que un gobierno le plantea a la oposición en materia de utilización de dinero público. Si el Partido Popular sale de esta de rositas entonces es que en el ente público hay carta blanca para casi todo. Y en segundo término, uno de los órdagos más alucinantes que una televisión pública ha lanzado nunca a su audiencia, a la poca que le queda. Id pidiendo la renovación de El Ministerio del Tiempo, id, que nosotros vamos a lo nuestro.

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Uno de los milagros de "Alfombra Roja Palace" es que se ve más apolillado, artrítico y fuera de onda que "Noche de fiesta" en su época de máximo esplendor. Es el metavintage: lograr que un programa que ya parece vintage sea aún más vintage que el referente en el que se basa. No exagero si digo que a su lado "Qué Tiempo Tan Feliz" parece actual, ágil y estético. A ver, es que es doblemente chocante y demoledora su propuesta: primero, por este desfase temporal extremo de su concepción y planteamiento, que convierte un producto como "Quién Quiere Casarse Con Mi Hijo" en una creación alienígena llegada de un futuro distópico; y segundo, por las demenciales deficiencias técnicas y formales que vimos en su estreno. Los programas en directo asumen riesgos, y es inevitable que en algún momento puedan sucederse percances, pero precisamente por eso las galas en directo acostumbran a estar ensayadas hasta aburrir, se intenta calcular hasta el milímetro la puesta en escena y se anda con pies de plomo para ahorrarse quebraderos de cabeza. Hay mucho trabajo previo detrás. Inaudito lo que vimos el sábado: técnicos cruzándose por delante de cámara, voces de ultratumba que provenían del backstage, presentadores que no tenían ni la menor idea de qué venía a continuación y a quién debían dar paso, abuso del plano general para disimular la sensación de desconcierto, micros que iban y venían, sonido muy fallón, realización atropellada y espitosa, la voz en off de Moreno apareciendo a su antojo, disposición escénica sin el menor sentido del orden y la estética… Más que sensación de improvisación era sensación de no haber planificado ni visualizado nada, una suerte de síndrome de Diógenes televisivo en el que se iba almacenando polvo, objetos inservibles y materiales de desecho sin criterio alguno con el único afán de llegar a las 2 de la madrugada y pasar por caja.

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Pero más allá de su aportación televisiva, uno de los desastres más inapelables que servidor es capaz de recordar en los últimos años, "Alfombra Roja Palace" esconde un problema mucho menos divertido y frívolo que la idea de recuperar a Francisco, rodearlo de chicas ligeras de ropa y hacerle cantar el himno de Valencia, probablemente el momento más épico de la velada. Aquí el gran asunto no está en el cómo sino en el porqué. ¿Por qué una televisión pública herida de muerte, incapaz de solventar sus progresivos déficits de audiencia y contenidos, apuesta en un momento tan relevante, social, política y televisivamente, por un artefacto bomba como este? ¿Por qué después de aventurarse con productos de un perfil más joven, urbano y modernizado como "El Ministerio del Tiempo" o "Alaska y Segura", que invitaban a sentirse esperanzados, se lanzan al vacío sin paracaídas con un acto de regresión tan radical? ¿Y por qué tan apresuradamente? Tan apresuradamente, de hecho, que no han tenido tiempo ni tan siquiera para ensayar un mínimo de ideas y propuestas, como quedó muy patente el sábado. ¿Os imagináis a Paolo Vasile en el supuesto de que semejante desaguisado se hubiera emitido en Telecinco?

Si hay algo que avance lento y a trompicones en el universo de la tele es el proceso que abarca desde que propones una idea hasta que consigues la luz verde de una cadena para materializar un programa. Con "Alfombra Roja Palace", y esto es lo que llena de sospechas el estreno, ha llegado antes la luz verde que el programa, como si corriera prisa ubicarlo en la parrilla, emitirlo y pagarlo cuanto antes. ¿Prisa a santo de qué?¿A qué viene lo de estrenar a finales de marzo como si no hubiera mañana? Si la intención era animar la noche de los sábados con un programa de variedades, apuesta de interés y a todas luces atractiva teniendo en cuenta que sus principales competidoras están entregadas al cuerpo a cuerpo político, TVE hubiera podido encontrar unas cuantas productoras externas que por mucho menos dinero hubieran sido capaces de facturar un producto más digno y rentable. O hubiera podido recurrir al equipo técnico de la casa, indudablemente más experimentado y curtido en estas lides que el que se ocupó del espacio el sábado.

¿Por qué, precisamente, es José Luis Moreno el elegido? La hipótesis referida a su impacto en la audiencia no sirve ni hay por donde cogerla. Tan solo con el último precedente de Moreno en La1, que se remonta a hace apenas siete meses, cuando la gala especial "Sábado Sensacional" cosechó un 12,5% de share, a pesar de que tenía un plato fuerte como el dueto formado por Isabel Pantoja y su hijo, ya se podía intuir que Moreno ha dejado de ser sinónimo de grandes datos de audiencia. Los tiempos cambian y el telespectador también; Moreno ni un ápice. Y aún menos creíble es la hipótesis puramente televisiva: el concepto que el productor y presentador tiene del medio hace tiempo ya que ha dejado de ser relevante y atractivo, y conociendo, además, los problemas de crítica periodística, pública y política que suscitaron los últimos años de "Noche de Fiesta", aún se entienden menos estas ganas de la dirección de la cadena pública de inmolarse públicamente. El fichaje de Moreno y la aprobación tan inmediata de un subproducto como "Alfombra Roja Palace" solo puede entenderse como un acto de suicidio profesional del director de programas de TVE, quién sabe si buscando un despido fulminante a golpe de talonario que le libere de unas funciones que no le complacen, o bien como una alianza profesional de la que, evidentemente, se nos escapa la letra pequeña y los acuerdos de palabra.

Si en TVE, como en toda cadena de televisión pública, el principal objetivo consiste en mantener un equilibrio entre el compromiso de cumplir con sus obligaciones de servicio público, el compromiso de tener una oferta de calidad con el menor impacto económico posible y el compromiso de conseguir cifras de audiencia respetables que sostengan y reafirmen toda una línea de trabajo, "Alfombra Roja Palace" se encarga de fulminar los tres mandamientos de un plumazo. Es ofensivamente caro, la calidad brilla por su ausencia, sus contenidos distan mucho de lo que podría ser un programa de servicio público –divulgación cultural, información ciudadana, hondura social…– y la cifra de audiencia es inadmisible a tenor de la inversión realizada.