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Cultură

Mi padre me secuestró y el LSD me ayudó a superarlo

Me pasé un mes retenida contra mi voluntad y, cada día, mi padre venía a pegarme unos azotes hasta que logré escapar.
Max Daly
London, GB

Una chica —no la entrevistada— con un ácido en la lengua. Foto por Brad Casey

En enero del año pasado, una joven de 19 años llamada Nara voló de Londres a su Irak natal para asistir al funeral de su abuela. Sin embargo, a su llegada descubrió que su abuela estaba viva y coleando.

Su padre, que llevaba tiempo recriminándole una actitud antiislámica y demasiado occidentalizada, la había engañado para hacerla viajar a Irak. Una vez allí, la encerró en una habitación y la azotó a diario durante dos semanas, hasta que Nara consiguió escapar y regresar al Reino Unido, donde se ocultó para evitar que su padre la encontrara. Se cambió de nombre y de trabajo. Incapaz de soportar el trauma que había sufrido, se sumió en una depresión y se sometió a un tratamiento de tranquilizantes y sesiones de terapia frecuentes.

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Sin embargo, no fue hasta que probó LSD en casa de unos amigos que empezó a sentirse emocionalmente capaz de lidiar con aquel episodio traumático.

El consumo de LSD con fines terapéuticos es un concepto que existe desde la década de 1950. Sin embargo, la investigación en este sentido se interrumpió en la década posterior, cuando se llevó a cabo una campaña política muy agresiva para demonizar esta sustancia.

Me encerró en un cuarto. Cada día venía a darme unos azotes y luego se marchaba y me dejaba encerrada

El año pasado, no obstante, se publicaron en el Canadian Medical Association Journal los resultados de unos análisis que se sumaban a las pruebas ya existentes de que las sustancias alucinógenas tienen propiedades terapéuticas en el tratamiento del TEPT, las adicciones y la ansiedad.

Me reuní con Nara —que ha preferido mantener su verdadero nombre en el anonimato— para que me contara cómo le ha ayudado la LSD a superar una experiencia traumática que la ha obligado a vivir constantemente temiendo por su seguridad.

VICE: ¿Qué pasó cuando tu padre te secuestró en Irak?
Nara: Había dejado de rezar y de cubrirme el pelo con un pañuelo, lo que había sido motivo de unas cuantas broncas fuertes con mis padres. Cuando me dijeron que mi abuela —a la que estoy muy unida— había muerto, no me lo pensé y viajé a Irak para el funeral. Allí descubrí que no estaba muerta, sino que era un plan que había tramado mi padre para retenerme allí.

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¿Qué te hizo?
Me encerró en un cuarto. Cada día venía a darme unos azotes y luego se marchaba y me dejaba encerrada. Nunca he tenido buena relación con él, y sé que se avergonzaba de mí. Dejó salir toda la rabia que llevaba dentro y me fracturó el brazo izquierdo y las costillas. Me pasé un mes retenida contra mi voluntad en casa de mi abuela. No tenía teléfono ni internet y no podía salir a la calle.

¿Cómo escapaste?
Tenía un Kindle con un navegador de internet instalado. Encontré una red de Wi-Fi abierta y contacté con mi novio en el Reino Unido para planear mi huida. Me dijo que en la embajada ya sabían que estaba secuestrada y que habían emitido una orden de búsqueda. Le describí la casa en la que estaba encerrada, pero las patrullas no lograron identificarla. Un día, mi padre se marchó de casa y pensé, Ahora o nunca, aunque en el fondo sabía que no volvería a ver a mi familia después de aquello. Encontré la llave de la puerta trasera y cogí un taxi a la embajada, desde donde me enviaron a Inglaterra en el primer vuelo.

¿Cuándo empezaste a notar las secuelas de aquella experiencia?
Tuve que cambiarme de nombre, de trabajo, de médicos… Cortar todos los vínculos con mi familia. Contaba con el apoyo de mi novio y al principio pensaba que no me había afectado. Sin embargo, mentalmente tenía que lidiar con la experiencia. Seis meses después de volver de Irak tuve una pequeña crisis. A partir de ahí empecé a caer en una depresión. Sufría pesadillas, insomnio y síntomas parecidos a los del TEPT, como flashbacks. No conseguía dormir más de tres horas al día. Pedí dos meses de permiso en el trabajo y empecé a ir al psicólogo. Me dieron tranquilizantes para ayudarme a conciliar el sueño.

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Estar bajo los efectos de la LSD fue como si me quitaran una venda de los ojos que me permitió analizar con más claridad los problemas que tenía

¿En qué momento entró en escena la LSD?
Cuando mi padre me pidió que viajara a Irak, ya había probado casi todas las drogas. No era muy de beber y lo que más tomaba era MDMA. He tenido varios buenos viajes con LSD en el parque, con mi amiga, pero desde que tuve una mala experiencia con 2CB, no he vuelto a tomar drogas sola.

Al principio pensé que lo de tomar LSD no era buena idea. Cuatro meses después de volver a Inglaterra, tomé 245 microgramos de ácido y fue demasiado. No pude soportarlo y me asusté. De hecho, tuve que tomarme un diazepam para terminar el viaje y quedarme dormida. Aquel episodio retrasó mi recuperación un mes, pero no me hizo descartar el consumo de LSD como tratamiento.

Así que, pese al mal viaje, decidiste volver a tomar LSD.
Sí, el octubre pasado. Más o menos esperaba que me pasara lo mismo, pero en esta ocasión tomé 200 microgramos y había investigado un poco sobre la dosificación de la LSD y su uso en el tratamiento de traumas. Pero bueno, también hay que coger lo que la gente dice en internet con pinzas. En todo caso, como estaba más preparada y con amigos, me dejé llevar. Aquella vez fue decisiva.

¿Qué pasó?
Estar bajo los efectos de la LSD fue como si me quitaran una venda de los ojos que me permitió analizar con más claridad los problemas que tenía. Por primera vez era consciente de lo que había ocurrido. Nada de aquello había sido culpa mía.

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Fue una experiencia muy reveladora que me ayudó a estar más receptiva a las sesiones de terapia a las que iba; me resultaba más fácil afrontar los problemas en las sesiones porque ya me había enfrentado a ellos previamente bajo los efectos de la LSD.

He progresado bastante y ha sido gracias al ácido. No he dejado los tranquilizantes, pero cuando consumo ácido, debo dejar pasar tres días sin tomarlos

¿Por qué crees que la LSD causa ese efecto?
Con la LSD puedo ver las cosas desde dentro. Otras drogas, como la MDMA, no producen el mismo efecto. Para mí, la LSD es como un sacacorchos emocional, me ayuda a ver las cosas desde otro ángulo. Pero tuve que encontrar la dosis adecuada, el equilibrio entre la desorientación y la autoconciencia.

¿Cómo te encuentras, después de un año automedicándote con LSD?
A mi psicóloga no le hizo gracia que tomara LSD, pero me agradeció que hubiera sido sincera con ella.

Me he dado cuenta de que ahora no soy capaz de tomar LSD por diversión, es demasiado fuerte. Ahora hablo abiertamente sobre mi familia y los abusos que he sufrido, porque es un tema que no puedo ignorar. Estoy mucho mejor que hace un año, pero todavía me queda trabajo por hacer. He progresado bastante y ha sido gracias al ácido. No he dejado los tranquilizantes, pero cuando consumo ácido, debo dejar pasar tres días sin tomarlos.

¿Has vuelto a tener contacto con tu familia?
No he vuelto a hablar con nadie desde febrero del año pasado. Echo mucho de menos hablar con mis dos hermanas pequeñas. Me da mucha pena, pero no puedo hacer nada al respecto. No puedo plantarme en Irak para verlas y preguntarles cómo están. Además, ahora hay muchos conflictos por ahí. Pero bueno, los amigos que tengo aquí son como mi familia. En todo caso, debo tener cuidado y pasar desapercibida porque tengo parientes aquí, en Inglaterra.

Debería investigarse más sobre el uso de LSD para el tratamiento de traumas. En mi caso ha sido una parte muy importante de mi recuperación y me ha ayudado a seguir con mi vida.

@Narcomania

Traducción por Mario Abad.