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Cultură

Un trabajo en Francia – El tío que curra en un manicomio

Étienne trabaja como residente en un manicomio en Francia.

Étienne tiene 27 años y tiene el trabajo de sus sueños: es residente en un manicomio en Francia. Es decir, vive, duerme y come aislado del resto del mundo codeándose con médicos, violadores en serie, enfermeros, esquizofrénicos, auxiliares, masoquistas y depresivos, todo esto en un recinto totalmente cerrado. Le hemos obligado a violar el secreto médico durante la entrevista. Nos habla de una mujer sospechosa de querer internar a su marido a la fuerza, de tener que retirar CDs de la vagina de una paciente y de la cura de enfermedades a través de técnicas cuyo funcionamiento él aún no domina.

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VICE: Descríbenos dónde vives.
Étienne: En un hospital psiquiátrico situado a las afueras de una ciudad. En pleno campo, vaya. Residentes, enfermeros, auxiliares y pacientes conviven en autarquía. Hay un garaje, una lavandería y la posibilidad de practicar algunas actividades. Este tipo de centros están siempre aislados porque los locos tienen que mantenerse al margen de las personas sanas de espíritu, “no vaya a ser que les contagien”.

¿En qué consiste tu trabajo?
Soy residente de psiquiatría, este es mi primer semestre. Recibo las consultas de los internos, establezco un diagnóstico y les curo.

OK.
El papel que desempeño es un poco el de juez neutral. El límite entre lo normal y lo patológico en medicina general es bastante fácil de determinar, pero en medicina psiquiátrica es más complicado. Yo creo que lo difícil de ser psicólogo no es escuchar todas las historias chungas que te cuentan, sino juzgar quién es normal y quién no lo es.

Una vez ya has reconocido la enfermedad, ¿les prescribes pastillas?
Es una cura que funciona bastante bien. Hay algunas técnicas que son verdaderas barbaridades pero que también funcionan muy bien, por ejemplo, la sismoterapia, más conocida como electroshock, que se utiliza con aquellos pacientes que tienen depresiones gravísimas y que son resistentes a los tratamientos con medicamentos. En esos casos, es lo que funciona mejor. Provoca un ataque epiléptico. El paciente está bajo anestesia general pero igualmente tú le ves retorcerse, desfigurarse.

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Es terrible. ¿Cómo funciona?
La verdad es que no lo sabemos, pero sabemos que funciona.

Perfecto, entonces.
El ataque epiléptico provoca una descarga de neurotransmisores. Después de unas cuantas sesiones, los pacientes que se resisten a otros tratamientos mejoran. Los resultados son muy buenos.

¿No es peligroso?
Para nada.

Entonces, ¿por qué no se utiliza más?
Porque se necesita anestesia general. Los verdaderos riesgos los provoca la anestesia.

¿Cuál ha sido el caso más extraño que has tratado desde que empezaste la carrera?
El más extraño fue el de una mujer que solía introducirse objetos en la vagina, eso sí, siempre relacionados con música. Resulta que era una histérica masoquista un poco melómana. Si tocaba música, se metía flautas; si escuchaba música, se metía CDs. De hecho, nos vimos obligados a retirarle todas las cosas.

¡Joder! ¿Te acuerdas de algún otro caso?
Había una familia que quería hospitalizar a un paciente a la fuerza, sin preguntarle su opinión. Estaba acorralado, él pensaba que era un complot. Al final nos dimos cuenta de que era su mujer la que le quería internar. Le hicimos nuestra típica encuesta para ver si sus ideas estaban justificadas, y lo estaban. Aunque lo más probable era que tuviera un trastorno de personalidad, no estaba como para internalo.

Supongo que vivirás momentos flipantes en tu profesión.
Un día estoy de guardia y me llaman porque hay un altercado en la habitación de un esquizofrénico. A cada lado del pasillo hay tres auxiliares de enfermería esperándome para controlar al paciente, “por si acaso”. Entro en la habitación, y me encuentro con un tío de 1,80 metros y muy fuerte. Ahí está, erguido ante mí en plena crisis, con múltiples antecedentes de agresiones al personal del hospital. Incluso ya le había roto el brazo a un enfermero. Yo estoy allí, delante de él, con mi jeringuilla. Y como ves, no soy muy grande. Al final pude charlar un poco con él –eso sí, él sin dejar de gritar– y convencerle de que se tomase su medicación.

Desde que se inventó la psiquiatría, los métodos han cambiado mucho. ¿Qué métodos ya no se utilizan?
La lobotomía. Ya no se hace, pero se utilizó hasta 1960. Consistía en la ablación total o parcial de los lóbulos del cerebro, tal cual. También existía la malarioterapia, que consistía en inocular la malaria para provocar fiebres altísimas con el fin de calmar los delirios. Otro método era el coma hipoglucémico, en el cual se inyectaba insulina a los pacientes, entraban en coma y se esperaba que eso les curase. Ser psiquiatra a principios de siglo XX tenía que ser verdaderamente increíble.

¿Crees que todos deberíamos ir al psiquiatra?
No, sólo aquellos que están realmente enfermos. Un esquizofrénico en pleno delirio que se desnuda en las vías del tren es un peligro incluso para él mismo y hay que hospitalizarlo. Somos médicos, curamos patologías. Me he encontrado muchos casos de gente que una vez han superado su depresión, se marchan con su tratamiento a base de antidepresivos y te dicen: “gracias doctor, me ha salvado la vida”. No, no todos necesitamos un psiquiatra. Los casos que yo trato son graves. Son personas que desvarían, que pierden el contacto con la realidad, y a las que hay que curar.