Las chicas de Glow, amigas a puñetazos

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Las chicas de Glow, amigas a puñetazos

Con un ring de wrestling como disparatado escenario vital, la serie de Netflix cuenta pequeñas historias sobre la amistad y las luchas femeninas.

¡Ding, ding! ¡Aaaatención todo el mundo! A este lado del ring, Zoya la Destructora, la amenaza comunista venida de la estepa rusa, una luchadora malvada y arrogante que escupe sobre la libertad de elección plantada en suelo americano.

Su rival no podía ser otra que Liberty Belle, el sueño encarnado, un auténtico desfile de voluptuosidad, barras y estrellas, la heroína destinada a defender las libertades de los 50 estados, porque ella es la más valiente, la más atlética, la más… rubia.

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En realidad Zoya es Ruth, una actriz enclenque y descarriada que no tiene más remedio que aportar su ingenio a un dudoso espectáculo de lucha libre para salir adelante, y Liberty no es otra que Debbie, en esencia la mejor amiga de Ruth, una actriz hecha a sí misma, madre de un bebé y recién divorciada. Y es que en Glow todo tiene dos caras.

La popular serie de Netflix desfila con ligereza por las aristas de unos personajes femeninos portentosos, que se rebelan al statu quo de su época

Puede que sobre el ring las luchadoras que protagonizan la serie se pateen el culo las unas a las otras episodio tras episodio, pero una vez bajan del cuadrilátero, cada una de ellas cuida de alguna manera las espaldas de sus compañeras, y sus lazos personales se vuelven más fuertes con cada entrenamiento.

La popular serie de Netflix desfila con ligereza por las aristas de unos personajes femeninos portentosos, que se rebelan al statu quo de la cultura del espectáculo de su época, aquellos años 80 del neón, la purpurina, los sintetizadores, la Guerra Fría y el sempiterno machismo.


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Las "hermosas damas de la lucha libre" son 14 mujeres que se transforman en 14 personajes histriónicos cada vez que visten sus coloridas mallas de wrestling, pero que fuera del ring destilan suficientes picos de personalidad como para protagonizar su propia historia individual.

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Más allá de la nostalgia ochentera y el evidente atractivo de los coloridos combates de lucha libre femenina, las responsables de Glow, Liz Flahive, Jenji Kohan y Carly Mensch pretenden repetir los aciertos de su otra gran creación, Orange Is The New Black , presentando a la mujer desde una perspectiva extrema y diferente, lejos de los habituales entornos familiares o sentimentales.

Su traslación a la ficción de las vidas de aquellas luchadoras de wrestling que participaron en una liga de lucha libre convertida en un programa televisivo llamado G.L.O.W. , The Gorgeous Ladies of Wrestling , compensa con la agilidad de una wrestler profesional los elementos de comedia y de drama, de manera que la serie aterriza siempre de pie, por muchos porrazos que vayan cayendo.

Lo que en realidad cuenta esta primera temporada es el viaje de superación de un grupo de mujeres que se sienten subestimadas. Las chicas de Glow son en su mayoría actrices y modelos que se ven forzadas a vestirse en leotardos para protagonizar un show televisivo de wrestling, porque tal vez esa sea la última manera que tienen de agarrar el mundo por el cuello y demostrarle que estaba equivocado acerca de ellas.

Tras cada agarrón, caída en la lona y toalla empapada en sudor, se esconde una historia de lazos personales crecientes, porque para llegar enteras al final de este circo, lo único que pueden hacer las protagonistas es formar equipo (claro que existe una excepción gigantesca: precisamente las dos protagonistas del show, Debbie y Ruth; pero dadme tiempo y ya llegaremos a ello).

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Concentradas en un hotel a las afueras de Los Angeles para preparar el show contrarreloj, las chicas de Glow se saltan a la torera la separación por habitaciones entre los personajes malos y buenos del guión, de manera que poco a poco la amistad vence a las máscaras. Sus alter-egos sobre el ring pueden ser poco más que propaganda trivial de la era Reagan, pero ellas saben convivir a base de bromas telefónicas, consejos emocionales, enamorándose del repartidor de pizzas o afrontando en compañía la cruda realidad que revela de un test de embarazo indeseado.

Glow presenta a la mujer desde una perspectiva extrema y diferente, lejos de los habituales entornos familiares o sentimentales

Sin duda una de las luchadoras que más llama la atención es Sheila, una chica siniestra y reservada que asegura padecer dismorfia entre especies, por lo que sobre el escenario se convierte en una peculiar mujer-lobo.

Otra de nuestras favoritas es Arthie, quien pese a ser una notable estudiante de medicina se ve obligada a interpretar a la terrorista Beirut, debido a su origen hindú.

Algunas de sus compañeras son Jenny, quien aunque es camboyana se ve forzada a dar vida a una luchadora china, con el irrisorio nombre de Fortune Cookie; Tamee, que en el ring reparte de lo lindo convertida en Welfare Queen, manido estereotipo de negra enfadada; Rhonda, una modelo inglesa que, aparte de tener un lío con el director del show, se convierte en una especie de luchadora intelectual, cuyo alias es Britannica; Justine, una jovencita obsesionada con las películas de serie B; y Carmen, la más joven representante de una familia de wrestlers que siempre había sido apartada del mundo de la lucha, a priori pensado para hombres.

Ninguna de este grupo de inadaptadas encaja en el lugar que les ha reservado la sociedad. Por eso se dejan la piel en cada entrenamiento

La imponente Cherry Bang se encarga del entrenamiento de todas ellas, con el poderío propio de una heroína de la Blaxplotation. Pero sí, la mención especial se la llevan las verdaderas líderes del grupo, Ruth, una actriz soltera en bancarrota que convierte en su némesis de ficción a Debbie, su mejor amiga en la realidad, hasta el día en que, ¡ups!, se apuesta con su marido. Una contienda bastante más encarnizada que la de los soviéticos contra los americanos en los años 80.

Ninguna de este grupo de inadaptadas encaja en el lugar que les ha reservado la sociedad. Por eso se dejan la piel en cada entrenamiento, y deciden luchar juntas por un objetivo común. Es cierto que quizás nunca alcancen la fama y la gloria que depara la televisión, pero practicando todos esos saltos, trompazos y la agresividad fingida de una competición que tiene tanto de teatro como de deporte, tal vez hayan encontrado el ensayo definitivo para enfrentarse a la vida real.