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Identidad

La reportera de guerra Francesca Borri habla sobre machismo en el frente

Francesca Borri empezó su carrera en los Balcanes, pero su reconocimiento se labró en Oriente Próximo. Hablamos con ella sobre machismo entre sus colegas periodistas y el trato con los yihadistas.
Imagen vía Flickr @kurdishstruggle

Mucho ha llovido desde que Martha Gellhorn tuvo que encerrarse en un barco-hospital en 1944 para poder cubrir el desembarco de Normandía en la Segunda Guerra Mundial compitiendo con su marido, Ernest Hemingway. Su testigo privilegiado fue "premiado" con un arresto y una reclusión en un campo de entrenamiento para mujeres enfermeras.

La escritora y periodista Anne Sebba firmó a mediados de los 90 una obra en la que se mostraba optimista por el desarrollo de las mujeres en las corresponsalías de guerra: Battling for News. Pero algo más de 20 años después aseguraba en una entrevista que nunca había sido tan difícil como ahora ser mujer y reportera de conflicto. Citaba como ejemplo la agresión que sufrió la periodista Lara Logan mientras cubría la ocupación por miles de manifestantes de la plaza Tahrir de Egipto pidiendo la dimisión de Hosni Mubarak a principios de la década de 2010.

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Sebba cree que el hecho de que una parte significativa de los conflictos abiertos hoy en día se den en países de mayoría musulmana tiene algo que ver. Algo con lo que Francesca Borri, también periodista y escritora aunque 30 años más joven, discrepa.

Formada en el ámbito de las Relaciones Internacionales, Borri empezó su carrera en los Balcanes, pero su reconocimiento se labró en Oriente Próximo, concretamente en la guerra de Siria.

Francesca atiende a Broadly desde Kosovo, su residencia actual.

Broadly: ¿Estás de acuerdo con las tesis de Anne Sebba sobre los peligros de la profesión? Tú tienes una amplia experiencia en Oriente Próximo. ¿Esta región tiene un plus de peligrosidad?

Francesca Borri: Se asume que como soy mujer para mí es más difícil. Pero es más complejo de lo que parece.

Los periodistas creen que como soy mujer puedo vestir niqab [velo integral] y lo tengo más fácil. La primera vez que se me ocurrió ponerme niqab, mi fixer me presentaba como su prima. Nadie esperaba que fuera periodista, ya que Estado Islámico estaba por ahí. Después de un minuto había un niño que me miraba y le decía a su madre: "No puede ser su prima. Mira sus dedos". Miraba mis manos, que no eran las de una refugiada. Con las uñas cortadas. Rápidamente fuimos a comprar guantes. Pero aún con los guantes… No había manera de que pareciera una mujer siria. Es por la forma como caminas, por cómo miras alrededor… Pareces segura de ti misma, ninguna mujer siria mira de frente como tú lo haces.

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Aunque estés cubierta con un niqab para ellos siempre eres una extranjera.

¿Y cómo lidiaste con ello?

La verdadera razón por la que estoy viva no es porque llevara niqab o porque sea una mujer, es por lo que ellos llaman protección social. Básicamente estoy viva porque los mismos sirios me protegían.

Por ejemplo, una vez se me acercó un grupo de mujeres y me empezaron a hablar como si fuera su prima o su amiga —aunque yo hablaba muy poco árabe— hasta que los combatientes de Estado Islámico se marcharon. En esa ocasión fueron mujeres las que me protegieron.

Pero disponer de protección social no es suficiente. Ser mujer y ser simpática no es suficiente. Es fruto de un trabajo constante, de permanecer ahí cuando los otros periodistas ya han marchado porque ha vencido la fecha de entrega del World Press Photo. Cuando todos los periodistas se fueron, yo me quedé.

Vaya…

Tu trabajo tiene que valer más que premios multimillonarios. A mí siempre me ha protegido la gente local, ya sean sirios, iraquíes o palestinos. Lo que da valor a mi trabajo como periodista no es que yo sea una mujer, sino cómo hablo del Islam, mi relación con Palestina… Yo creo que esa es mi mejor conexión, trabajar en Palestina con los palestinos, aunque haya periodistas que digan que ya no tiene importancia, aunque haya quienes crean que el conflicto entre palestinos e israelíes está eclipsado por otras guerras. La importancia de Palestina, tanto para los árabes como para los yihadistas, cuando has vivido en Ramallah, cuando has trabajado para los palestinos, es ahí donde radica el grueso de tu reputación.

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Y pasa lo mismo en Siria. Cuando los sirios te protegen, no es solo porque seas una mujer.

¿No has encontrado nunca barreras?

Ser hombre te facilita acceder a otros sitios. Los soldados son hombres, y hasta que no te has labrado una reputación como corresponsal de guerra, ya sea en Ucrania, Irak o Siria, si no saben quién eres, no te quieren en la primera línea, no confían en ti. Pero después de una semana, cuando googlean tu nombre, te dan la bienvenida.

Por otro lado, como mujer periodista tienes acceso a sitios a los que los hombres periodistas no tienen cabida. Estos son los espacios de la sociedad civil, donde los hombres periodistas no tienen permitido hablar con las mujeres. En cambio, las mujeres periodistas no son consideradas una amenaza física. En el peor de los casos te verán como una mujer estúpida que no sabe lo que está haciendo. Puedes ir donde quieras.

Otro hecho es que los hombres que están en el frente buscan compañía femenina. Tengo un problema diametralmente opuesto: me "invitan" a los diferentes frentes porque a una mujer le cuentan cosas que no le contarían a un hombre. Me tratan como a una amiga. Te confiesan que tienen miedo de la guerra y muchas otras cosas.

¿Y nunca nadie ha intentado propasarse?

Si le preguntas a noruega o a una alemana, lo vivirá de una forma completamente diferente de una italiana o una española. Estamos acostumbradas a que los hombres nos digan cosas. Incluso me preocupo si durante todo el día no me mira nadie ni recibo ningún comentario. "¿Qué estoy haciendo mal?", me pregunto.

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Yo trabajo sola, así que voy con cuidado.

En ese sentido, ¿puede ser una ventaja ser mujer?

Cuando cruzo por los puestos de control oficiales de la frontera entre Siria y Turquía, me limito a sonreírle al funcionario para que me deje pasar. Los chicos de Al-Qaeda se ríen y me dicen "con una sonrisa un hombre hace todo lo que le pidas".

Como mujer soltera tengo que decir que cuando un hombre árabe intenta ligar conmigo y le digo que no quiero nada, el 99 por ciento de las veces suelen entenderlo. En cambio, los italianos no lo acaban de entender. Desde este punto de vista los árabes son mejores. Lidiar con hombres italianos es el mejor entrenamiento para hablar con yihadistas.

¿Tan mal está la cosa?

Lo digo medio en broma, pero es terrible: mi generación ha crecido con Silvio Berlusconi en el poder. Si comparas a lo hombres italianos de mi generación con otros hombres europeos, lo ves con claridad.

En Italia estamos yendo para atrás respecto a nuestras madres. Algo que te puede confirmar cualquier mujer italiana: se nos presiona para que nos sometamos a cirugía.

¿Te pasa algo parecido con los compañeros de trabajo?

Cuando eres periodista y mujer, el problema no lo tienes sobre el campo de batalla, sino fuera. Estoy más expuesta que los hombres periodistas. Algunos piensan que por ser una mujer joven, mi vida privada puede ser tema de conversación. Y eso es algo que no me gusta.

El problema no lo tengo con los hombres árabes o con los yihadistas. Para los yihadistas soy una persona que está haciendo todo lo que puede para cubrir las noticias en Siria, y les da igual que sea hombre o mujer. Nunca me han pedido que llevara un hijab, ni siquiera ante comandantes de Al-Qaeda. Siempre ha sido mi decisión. Otros periodistas te obligan a hacer lo que ni comandantes de Al-Qaeda te exigen.

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Una vez estaba en un sitio con mar y decidí ponerme un burkini, ya que tanto mujeres como hombres lo llevaban. Fue mi propia elección ponerme el burkini. En cambio, en Egipto, me encontré con periodistas que insistían sin parar en que fuera con burkini. Y yo no quería llevarlo. Querían reírse y hacerse fotos conmigo.

En ese sentido he recibido más presiones de mis compañeros y de los editores. Para ellos, como mujer, eres siempre la más débil. No quieren ir contigo al frente.

¿Te sientes cuestionada algunas veces?

Cuando trabajo con periodistas hombres, cada cinco minutos me preguntan si estoy bien, si quiero volver a casa… En Gaza eso fue una pesadilla. Mientras yo estudiaba y leía, los hombres bebían alcohol. ¿Quién es el débil aquí?

¿Quién lo es?

Como escritora me obligo a hablar de lo que he visto, me obligo a hablar y a hablar mucho. Para los fotógrafos es más difícil porque luego tienen que posproducir. O lo que es peor, se encierran en esa burbuja que es la comunidad de periodistas y nunca salen.

Uno de los peores momentos que viví como periodista fue cuando sufrí en mis carnes el lanzamiento de bombas barril en Alepo. Cuando salí de allí estaba en shock. ¿Dónde estaban todos esos periodistas cuando llegué a Turquía con mi niqab lleno de polvo y sangre? Ni me reconocieron creyendo que era una refugiada. Me quedé en shock cuando corresponsales estrella de 55 años, que podrían ser mis padres, en vez de ofrecerme agua me dijeron: "Eres afortunada. Esto va a ganar el Bayeux-Calvados de periodismo de guerra".