En el nombre del padre: Las revelaciones de Fernando Milagros
Foto: Pía Figueroa; vía Rock & Pop

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Música

En el nombre del padre: Las revelaciones de Fernando Milagros

En una entrevista no-promocional, escarbamos en las circunstancias personales que dieron pie a su significativo nuevo disco.

"Recuerdo haber pujado yo también", escribió Fernando Milagros al recordar el parto casero de su hijo Gael, en el que se involucró activamente. La paternidad lo transformó. El tipo que está frente a mí anda sereno y habla con confianza. El que yo conocí en 2011, durante el ciclo del disco San Sebastián, no era precisamente así. Esa persona tenía un vacío por llenar. A lo largo de los años, Milagros se volvió un rostro amigo. Ha sido mi entrevistado en varias ocasiones, también hemos socializado y colaborado. Incluso una vez tocó en la televisión un cover que le sugerí. Cuento esto para enfatizar la siguiente afirmación: nunca lo había visto tan feliz y resuelto como ahora. "Tener un hijo es como una explosión de amor", me explica. El nacimiento de Gael sacudió sus cimientos: "Yo no tuve papá, entonces pensaba en cómo lo iba a hacer si nadie lo hizo conmigo, así que empecé a ir al psicólogo. Entre medio tuve la visión de regalarle un apellido limpio y sin peso de linaje a mi hijo. Dejé de ser Fernando Briones y me convertí legalmente en Fernando Milagros. Ahí me pregunté quién quería ser y sentí que tenía que hacerme cargo de lo que me pasaba".

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Al unísono, dieron fruto sus búsquedas espirituales, que lo acercaron a las ceremonias de origen indígena de El Camino Rojo. Viajar hacia su interior le trajo revelaciones: "Yo soy lento de procesos, respetuoso, pero entendí que hay que ir por la vida sin miedo. Hay dos opciones. Una es aferrarse a la realidad física y tratar de tener el control de todo, y ponerte tenso y no querer irte de ahí. Otra es entregarte y lanzarte al vacío y confiar. Yo decidí tirarme a ese hoyo negro. Hacerlo es como pasar una etapa de Mario Bros. Listo, la superaste, fuiste valiente. Después es más fácil volver a hacerlo, ya estás logueado". Buscando luz, recorrió sus propios callejones oscuros: "Tuve una cita conmigo mismo, con mi mejor y mi peor parte. La gente no quiere ver a sus monstruos, pero un encuentro de esos equivale a años de psicoterapia. A veces te encuentras con el niño herido que está adentro tuyo. Si caminas con él, todo te va a afectar y vas a estar siempre defendiéndote del mundo, vas a ser la víctima todo el tiempo. A ese niño hay que abrazarlo y serenarlo. Y también está el niño que lo pasa bien, y ése es el que sirve. Es bacán llegar a esas conclusiones y mi forma de compartirlas es tratar de ser una mejor persona. Es una batalla que hay que dar diariamente". Hasta sus inquietudes ahora son distintas: "Esta realidad es algo muy limitado, sólo una parte. El espacio invisible entre nosotros está lleno de cosas y depende de nosotros qué cosas serán. Lo que me preocupa en este último tiempo son las relaciones, cómo me relaciono yo con los demás, más que la plata o los resultados de las cosas. Me he dado cuenta de ene cosas mías y ha sido una sorpresa de repente notar cómo soy, de repente eres más pesado o enojón de lo que crees, menos cariñoso, y esas actitudes son puros escudos, puras defensas. Uno nunca termina de dimensionar el impacto que causa en el resto. Con la música pasa lo mismo, uno hace una canción y no tiene idea de lo que va a ocurrir, es bonito ese viaje, pero en realidad no tienes idea de lo que le pasa a los otros escuchándote".

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Todo lo que le ha pasado desemboca en su quinto álbum, Milagros, aparecido este año. Se trata de la extensión musical de su nueva vida: "Tengo conciencia de que es mejor que mis discos anteriores, aunque no sé si sea lo mejor que puedo hacer. Siento que en los primeros dos (Vacaciones en el patio de mi casa y Por su atención, gracias) estaba jugando, que recién empecé a entrenarme en el tercero (San Sebastián) y ya en el cuarto (Nuevo sol) logré definirme. Es como si antes no hubiese podido subir un cerro y ahora pudiera subirlo y bajarlo cuatro veces seguidas. La antena se afina, se despeja de tonteras, de basura que no sirve. Lograrlo es difícil porque hay mucha gente diciendo muchas cosas y en ese afán de verse uno mismo, de medir el impacto que se tiene en el resto, a veces uno escucha las voces equivocadas. Hay que cortar con eso y mirarse por dentro nomás, hacer el insight y preguntarse qué cree uno. Yo ahora estoy más convencido que antes".

Le pido que describa la raíz de la ansiedad que dejó atrás: "Tenía demasiadas expectativas. Después caché que, para que las cosas anden, hay que poner lo mejor posible de uno. Y siempre hay errores, pero hay que confiar. Lo que yo necesitaba era ponerme los pantalones y asumir un liderazgo del que me daba pudor hablar. Le tengo fe a mi trabajo, estoy súper tranquilo, siento que recién vengo agarrando vuelo y el boca a boca es la mejor publicidad. Me gusta el disco que hice y, más que el disco, me gusta haber encontrado esta manera de hacer las cosas. Creer más en mis decisiones, en mis intuiciones, hacerme cargo, tener menos miedo y pensar que todo va a estar bien".

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Saludar al vecino

Aunque tiene un momento de canción social tan representativo del Chile de hoy como "La marcha de las Cadenas", en la que colabora Gepe, leo en Milagros una serie de referencias a la metamorfosis de su autor. Por ejemplo, noto que ahora expone con vehemencia sus convicciones: "Primero me sentí como un predicador, pero no podía evitarlo. Era el momento. No cambié las letras, quizás antes lo hubiese hecho. Ando sin susto, sin ironía, pero entiendo cualquier prejuicio que surja. Son barreras que hay que superar. Es importante no tener trancas en la música. Cuando chico tocaba algo y lo encontraba bueno, pero después lo abandonaba porque sentía que se parecía a otra cosa. Era como si un demonio me tirara para abajo. Ahora aprendí que, si te miras con lupa, siempre vas a encontrar similitudes. Pero también entendí que uno es un filtro y cada filtro es único".

La consigna de Milagros fue seguir sus corazonadas. Obedecerlas implicó, entre otros ajustes, dejar de atender reparos ajenos: "Me decían que 'Si siempre' no se parecía al resto del disco, que mejor la dejara afuera; pero decidí que se quedara y ahora hay gente que me dice que es su canción favorita. Y es sólo una idea que se me ocurrió en Chiloé, sin ninguna pretensión, ni siquiera tiene parte C. Es lo que es nomás, preferí que fuera chiquitita. Con este disco aprendí a valorar mis impulsos, sin manosearlos después con un software o con cualquiera de las miles de opciones que hay para llenar una canción".

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Milagros contiene pasajes que vienen desde lugares muy íntimos: "El disco empieza con 'Aurora', que es una canción que soñé. Me desperté a escribirla a las tres de la mañana pensando que, si no lo hacía, se me iba a olvidar. La grabé en el celular tocando el cuatro despacito y ahí quedó. Había soñado con gente que llegaba al mar, y el mar de mi sueño era la muerte. Todos los ríos llegan al mar y todos nos vamos a morir. Todos somos ríos que van a llegar al mar. Y ahí van llegando los amigos, dándose cuenta de que no había motivo para tenerle miedo, de que es un lugar donde se puede estar bien. La escribí en cinco minutos y listo". La espontaneidad marcó el proceso del álbum: "Varias canciones me llegaron después de haber estado todo el día sin ideas. Empezaba a cerrar el mail, a cerrar Pro Tools y apagaba el computador, y como que también apagaba la cabeza, apagaba esa ansiedad de que las cosas no salgan. Y ahí tomaba la guitarra y aparecían".

Cuenta que le gustó una charla de TED en la que Isabel Allende hablaba sobre la importancia de estar siempre en el lugar de trabajo. Aunque en Chile muchos se mofan casi por defecto de la prolífica escritora, no es la primera vez que un músico de alto calibre la menciona. También he visto a Michelle Zauner alias Japanese Breakfast citando su filosofía de trabajo como una influencia. Para Milagros, hay sabiduría en pensar así porque aliviana la vida: "A mí me parece que uno es como una radio que va sintonizando frecuencias. Prefiero creer que debo ser ordenado y esperar las ideas antes que sentirme un genio creativo. Te puede ir mal si piensas que eres tú el que inventa las cosas, si pierdes la conciencia de que sólo eres un instrumento. Terminas loco, nunca vas a resistir esa presión, es muy angustiante. Yo creo que por eso tantos músicos se suicidan, ésa es mi teoría".

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Están sonando los Cocteau Twins acá en Kinshasa, su centro de operaciones, ubicado en la comuna de Ñuñoa, en el sector oriente de la capital chilena. A propósito de grandes artistas que se quitan la vida, viramos hacia la figura de Violeta Parra. Milagros detiene la música para sorprenderme: "Cacha, estoy haciendo un EP con canciones de la Violeta tocadas con bombo, cuatro y voz sin pretender nada, no las voy a mejorar, así que para qué arreglarlas". Escuchamos su versión de "El Guillatún", que está a años luz de los remilgados tributos que suele recibir la cantautora chilena más descollante de la historia: "Quiero sacar el EP sin pedirle permiso a nadie, hasta he pensado firmarlo con otro nombre. Pienso que hay que acercar a la Violeta, o si no, su música se va a convertir en algo intocable, como si estuviese detrás de un vidrio en un museo. No creo que haya que hermosearla porque su belleza está en lo salvaje".

"Violeta era una adelantada, no había referentes para lo que ella hacía. Los que tocaban folclor eran los viejos que ella investigaba, pero su música era vanguardista, de avanzada. Yo creo que ella debe haber estado muy aislada", comenta. El deseo de estar en contacto con otros es uno de los motores de Milagros, donde colabora gente de Diamante Eléctrico (de Colombia), Kanaku y el Tigre (de Perú) y The Chamanas (de El Paso, Texas). Trabajar con ellos fue un desafío enriquecedor: "Estuvo bueno mezclarse. Ponte tú, al principio pensé que no iba a resultar el tema con Juan de Diamante Eléctrico, porque encontré que sonaba medio saturada su grabación, pero después funcionó muy bien".

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Las invitaciones a músicos latinoamericanos encierran una crítica: "Diamante Eléctrico es un grupo conocido en su país, ¿por qué no los conocemos acá? Vivimos una realidad muy burbuja en Chile, todos están preocupados de cualquier hueá. Habiendo tantas cosas buenas, ni siquiera hacen el intento de mirar, es como si estuviesen ciegos. ¿Por qué no conocemos acá a Kanaku y el Tigre? Me parece una estupidez". Melómano busquilla, Milagros tiene activado su radar: "Tampoco se sabe lo que pasa en Argentina o en Uruguay. Hay grupos como No Te Va a Gustar, Cuarteto de Nos, Vela Puerca, Las Pastillas del Abuelo, gente que tienen la maestría de escribir canciones que son muy buenas, que te tiran un par de frases y las recuerdas y te dejan loco. Hay un talento ahí que no sé por qué no se traduce en un impacto acá. Son un mundo que está muy cerca y son grandes bandas, pero no las conocemos, y es raro porque ahora hay muchos medios para conocer música nueva".

Intuyo que esta entrevista-no-promocional se transformará, en cualquier momento, en una conversación entre ratones de discoteca. En efecto, en pocos minutos estaremos hablando sobre Bombino y el rock del Sahara, y mirando boquiabiertos a Rosalía en YouTube. Pero antes, una reflexión geopolítica. Tras haber partido en lo individual, Milagros remata este diálogo con un análisis colectivo: "Los chilenos tienen la costumbre de ignorar a los países cercanos y hacer como si no existieran. Se mira hacia Europa o a Estados Unidos, pero se saltan Perú o Bolivia. Es una tontera. Ellos son nuestros vecinos, viven en las casas contiguas del mismo barrio y no los saludamos cuando pasan. Actuamos como si no viviéramos en Latinoamérica. Tal vez es culpa del aislamiento que producen la cordillera y el mar, quizás por eso acá la gente siente que está lejos de todo y que nadie la está mirando. Pero la verdad es que estamos cerca de un montón de lugares. Eso hay que aprovecharlo".

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