Sexo

Follar con música: sí, no, por qué

Varias consideraciones sobre follar con música y sobre follar sin música.
Follar con música
Imagen de portada vía Mish SukharevEli Christman | CC BY 2.0

Las ficciones audiovisuales nos han animado a considerar seriamente la relación existente entre sexo y música, empujándonos así a realizar patosas prácticas eróticas a veces inolvidables y, otras muchas veces, objetivamente lamentables.

Los grandes culpables de toda esta pantomima son innumerables pero ahí quedan para la eternidad momentos como la escena coital con “Unchained Melody” en Ghost; o la de Top Gun con “Take My Breath Away” de fondo; o el puto “Sussudio” de Phill Collins sonando mientras Patrick Bateman “folla” en American Psycho; o ese orgasmo extraño en Carretera Perdida coronado con el "Song to the Siren" de This Mortal Coil o incluso ese casquete entre Sarah Connor y Kyle Reese que rompe los límites del continuo espacio-tiempo y que engendraría a John Connor (líder de la resistencia contra las máquinas) en Terminator. Sí, todas estas escenas vienen acompañadas (diegéticamente o no) por una banda sonora que ha marcado cómo interactuamos con los sonidos mientras follamos.

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La música puede ser un aliciente para mejorar nuestros momentos eróticos a falta de un erotismo que ya venga implícito en nuestras vidas o cuerpos. Existen los tópicos pero creo que en calidad, precisamente, de tópicos, todas esas músicas pretendidamente eróticas caen en la esfera de la caricatura y la broma, por lo que resulta imposible follar con ellas. Hablo de ritmos o de letras directamente sexuales, explícitas o llenas de metáforas. Follar con eso debe ser totalmente imposible, y un ejercicio de metasexo demencial. Hablo de Barry White, Curtis Mayfield, Marvin Gaye, Prince o las ya citada canciones de Top Gun o Ghost, clichés de la ambientación sexual y del amor.

Personalmente normalmente follo sin música, acompañado únicamente por el ruido incómodo de una cama barata rota, de las aventuras roedoras de un hámster metido en su jaula y de los gritos nocturnos de los vecinos de Badal, quienes consideran que la una madrugada es el momento idóneo para discutir.

"Personalmente normalmente follo sin música, acompañado únicamente por el ruido incómodo de una cama barata rota"

Las veces que he follado con música han sido porque A) o bien estaba ya sonando de fondo en el sitio en el que me encontraba o B) porque la música cumplía todos los requisitos de lo que yo considero “Música De Follar”, es decir, poca presencia rítmica y una sedosidad transparente. Ahí está la cara B del Before And After Science de Brian Eno junto con su Music for Airports y toda su etapa ambient; Hiroshi Yoshimura también va bien para follar, como la parte menos rítmica del catálogo del sello Janushoved. Aunque si miramos más hacia las canciones con estribillos podría darle una oportunidad al The Painted Word de Television Personalities, con ese pop perfecto y roto con momentos de emotividad desbocada, o a cualquier disco de Bonnie “Prince” Billy.

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En todo caso, siempre tiene que sonar bajito, porque no quiero que la música lo inunde todo. Si lo hace, mi cuerpo puede intentar emular ritmos y cadencias y verme follando al ritmo de un bombo-caja me hace sentir miserable. Por eso intento evitar canciones muy rítmicas o con mucha presencia de percusiones en las bases, calcar con mis pelvis un bombo me extrae del momento.

Consultando a colegas, me encuentro con gente que, no solo coincide conmigo con lo del ritmo, sino que odia profundamente follar con música. María, la pareja de un colega mío, me comenta que “la música me desconcentra. Tiene ritmo y no puedo evitar pensar en que no lo estoy siguiendo cuando no lo sigo. Y, cuando lo sigo sin querer, me siento ridícula. En general me distrae porque me pongo a escuchar la letra”.

Entiendo que no todos pensamos igual y por eso Nacho Vidal comentó en su momento que le encantaba follar con Portishead de fondo. “Me pone muy sensible, lo escucharía una y otra vez sólo por comerle el coño a mi novia durante hora y media por lo menos” dijo. Ahí la base rítmica está muy presente y quizás es algo que ciertas persones necesiten a la hora de follar, como el que escucha música máquina en el gimnasio para animarse a “meterle caña”.

David es fan de follar con música y charlando con él me comenta que le encanta hacerlo con podcasts musicales: “Con la música sonando de fondo me abstraigo bastante. Suelo poner programas largos, rollo de una hora. Escucho cosas que me tengo controladas y lo pongo bien alto porque, si suena bajito, me esfuerzo por querer saber qué suena y esto no ayuda mucho. Eso sí, siempre música que no sea en español, porque ahí sí que se me hace raro y me distraigo”.

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"Yo creo que para follar hay que poner cosas que te la suden, como Beyoncé o Miley Cyrus, si pones música que te gusta, estás ahí dándole pero también estás pendiente de la música"

En el lado opuesto se encuentra Raúl, un viejo compañero de instituto que me dice que nunca escucha música porque acaba más pendiente del estribillo que de lo que está haciendo. “Si me dicen que ponga música, claro, tengo que poner cosas que tenga en casa, y esto son cosas que me gustan. Yo creo que para follar hay que poner cosas que te la suden, como Beyoncé o Miley Cyrus, si pones música que te gusta, estás ahí dándole pero también estás pendiente de la música. Primero bien, se aguanta, pero llega un momento en el que, si estás escuchando un temazo, cuando llega el estribillo me concentro más en la música que en el sexo, entro en la canción y entonces me falla el rabo, se me pone blanda. Es una cuestión de prioridades, ¿gana el sexo o el estribillo? En mi caso siempre gana el temazo, a mi pesar.”

Otra genta utilizan la música solo para disimular el coito, para que los vecinos o el compañero de piso —agazapado en la cama de la habitación contigua— no se entere de todo lo que está pasando, como método de ocultación de graznidos y gemidos de placer. En este sentido, esta utilización de la banda sonora sería más un acto de camuflaje que de colaboración entre la música y el coito. “Me parece que la música solo tiene utilidad durante el sexo si quieres tapar el ruido a terceras personas”, me asegura María, la chica que odiaba follar con música y que aparece unos párrafos más arriba.

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¿Pero dónde está al límite? Al final siempre estamos follando con música. ¿Podría considerarse música una tele de fondo? Yo creo que sí. Todos los ruidos que nos rodean y que generamos mientras follamos podrían considerarse música. Decídselo a John Cage o a Robert Ashley o a toda esa gente de las vanguardias que hace field recordings, musique concrète o collages sonoros. La “musicalidad” de la música la limita y la mete en una caja de conservadurismo que no tiene sentido.

El ruido es música, mi cabeza golpeando un teclado es música. El estruendo de un ventilador o de una cama barata rota o de un hámster royendo una jaula de metal o unos vecinos gritando en la noche también son música. Incluso dentro de nuestro cuerpo hay ruidos viscerales que deberían considerarse una banda sonora para nuestras folladas. Así que, por mucho que no nos guste follar con música, siempre lo estaremos haciendo.

Sigue a Pol en @rodellaroficial.

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