Los inmigrantes indocumentados tienen miedo de ir al médico
Chely Yáñez (izquierda) y María Ponce de León hablan con una mujer en una lavandería de Los Ángeles. Fotos por la autora.

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Los inmigrantes indocumentados tienen miedo de ir al médico

Y estas mujeres trabajan para convencerlos de que es seguro hacerlo.

Uno de los lugares favoritos de Chely Yáñez para acercarse a la gente es la lavandería. Es un público garantizado. "Puedo hacer que la gente se quede quieta y escuche", me dice en español. "No tienen otro lugar donde estar, no pueden decir que están acudiendo a una cita".

Yáñez, que llegó a Estados Unidos hace 24 años desde Jalisco, es una promotora voluntaria, un término usado en las comunidades latinas para un trabajador comunitario de salud. Su trabajo es convencer a las personas de que pueden acudir al médico sin que las deporten.

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Ella y su amiga María Ponce de León pasan algunos días de la semana recorriendo Boyle Heights, un barrio de Los Ángeles donde el 94 por ciento de la población es latina. Van de puerta en puerta en complejos de apartamentos, se colocan afuera de escuelas y supermercados, y llegan a las lavanderías para distribuir información de salud.

En Los Ángeles no necesitas tener un estatus legal para recibir tratamiento médico, hay un programa gratuito para inmigrantes indocumentados en la zona. Pero muchos de los aproximadamente 1 millón de migrantes sin documentos que viven en el área metropolitana de Los Ángeles no lo saben. Yáñez y Ponce de León me dicen que el discurso de Trump sobre las prohibiciones de inmigración y el muro fronterizo han tenido un gran impacto; muchos de los inmigrantes con quienes tratan cotidianamente tienen miedo de salir de sus hogares, incluso para ir al médico.

"Lo que veo es un miedo atroz", dice Yáñez. "La gente tiene temor de dar sus nombres y números porque no saben a dónde va a llegar esa información, no quieren ver a los médicos ni entrar a la clínica".


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Ponce de León, originaria de El Salvador y residente de Los Ángeles desde hace 28 años, es testigo del mismo fenómeno. El principal objetivo de las promotoras, me dice, es animar a las personas a que vayan a la clínica local para atenderse cualquier padecimiento, desde revisiones rutinarias de salud hasta exámenes de detección de cáncer. Sobre todo, quieren que la gente conozca sus opciones. Ella dice que muchos no tienen idea de que hay tantos recursos disponibles incluso para los inmigrantes indocumentados.

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"A veces la gente no abre sus puertas, está preocupada, tiene miedo de admitir que no tiene documentos", dice Ponce de León. "Cuando les doy información, me dicen: "Es para mi primo, es para mi vecino". No quieren admitir que son indocumentados, pero necesitan atención médica con desesperación".

A menudo les da su propia información de contacto para que puedan llamarla. Ella se toma el tiempo de hablar con ellos y trabaja para construir una relación y generar confianza, y les garantiza que la oficina del doctor es un lugar seguro. Ponce de León les proporciona información sobre la importancia de hacerse exámenes anuales, y sobre la incidencia de diabetes e hipertensión entre los latinos. "No estamos tan bien informados acerca de las medidas preventivas", dice sobre la comunidad latina.

Sin revelar ningún nombre o información personal, me muestra una lista de unas 15 personas que recientemente se inscribieron para recibir atención médica gratuita. Cada uno de ellos es un migrante indocumentado.

Clínica Romero, que opera dos clínicas en barrios predominantemente latinos en Los Ángeles y patrocina el programa de promotoras donde Yáñez y Ponce de León son voluntarias, atiende a unos 11,000 pacientes al año, la mayoría pobres. El personal ha notado un cambio en los patrones de comportamiento de la gente desde que Trump asumió el cargo.

"Recibimos llamadas telefónicas de pacientes que llaman para cancelar sus citas", me cuenta la directora ejecutiva de Clínica Romero, Sandra Rossato. "Tienen miedo de venir, y prefieren no salir de su casa porque se sienten inseguros".

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Las 40 promotoras que trabajan aquí en este momento están capacitadas para impartir talleres, y conocen todo sobre las opciones de atención médica y casi todos los servicios que ofrece la ciudad.

La clínica se ha apresurado a instaurar nuevos protocolos. Ahora poseen un código —que Rossato me pidió que no revelara— para notificar inmediatamente al personal si el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) está en el edificio. Hasta ahora no ha tenido que usarlo, pero quiere estar preparada.

"Para nosotros, es importante asegurarnos de que si los pacientes están en el edificio y llega el ICE, tenemos una manera de sacarlos del edificio y protegerlos", dice Rossato. "Tenemos abogados preparados a los que podemos llamar por teléfono".

Durante la campaña electoral, las promotoras dieron a la gente información sobre los servicios legales gratuitos y les repartieron tarjetas escritas en español que explicaban que no hablaban inglés, para entregarlas a un policía en caso de arresto.

La oficina del alcalde de Los Ángeles ha cooperado con fondos adicionales para apoyar el programa de promotoras. "La ciudad está tomando medidas proactivas para asesorar a las comunidades locales sobre sus derechos", dice Linda López, directora de la Oficina para Asuntos Inmigrantes de Los Ángeles. "Definitivamente hay una energía en Los Ángeles que es única y que ha fortalecido a los individuos para que piensen en esto de una manera diferente".

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Rossato dice que ahora más que nunca, las promotoras son un componente clave para que la gente acuda al médico. "Es el contacto humano", añade.

Las promotoras no son nuevas: son parte de una tradición que existe desde hace décadas en México y en Centro y Sudamérica. Pero a menudo era una labor informal. No tenía nombre. Rossato estima que Clínica Romero ha contado con el apoyo de las promotoras de una forma u otra durante más de 30 años. Pero en los últimos cinco años, ha formalizado el programa. Las 40 promotoras que trabajan aquí en este momento están capacitadas para impartir talleres, y conocen todo sobre las opciones de atención médica y casi todos los servicios que ofrece la ciudad.


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"Están entrenadas para no apoyar directamente la solución de problemas", comenta Rossato. "Saben hasta dónde pueden llegar, y una vez que hay confianza, la puerta queda abierta a otros servicios". Las promotoras a menudo refieren a las personas con consejeros sobre abuso de sustancias y especialistas, los envían a clases de ejercicio, e incluso les proporcionan servicios no relacionados con asuntos de salud como ayuda legal de emergencia de bajo costo. Todo está conectado, dice Rossato. "Esto tendrá un impacto en tu salud al final del día".

Las promotoras son principalmente mujeres, pero hay algunos hombres que se ofrecen como voluntarios para el programa (promotores). Trabajan en parejas, por seguridad.

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Ambas mujeres hablan con alguien después de tocar a su puerta.

Después de la lavandería, Yáñez y Ponce de León llegan a un complejo de apartamentos cercano a tocar puertas. Algunas personas no están en casa, o si lo están no responden. Otras veces, alguien responde detrás de la puerta, preguntando quién es. La puerta se abre sólo unos centímetros. Yáñez se presenta en español, dice que viene de parte de la clínica y pregunta si la persona tiene un médico. La puerta se abre un poco más. En pocos minutos, la puerta está totalmente abierta, y las promotoras están casi por completo dentro de la casa, riéndose con la persona al otro lado de la puerta.

Yáñez y Ponce de León admiten que muchas veces les han cerrado la puerta en la cara. Pero a veces también las invitan a una comida casera. Intercambian recetas, hablan de sus hijos. A menudo acaban siendo amigas en Facebook de la gente que visitan.

Mientras que las tres estamos conversando en el patio de un complejo de apartamentos, Ponce de León recibe un texto de una mujer que conoció recientemente en un evento de la comunidad. La mujer está en una relación abusiva, y Ponce de León la ha tratado de convencer de que busque ayuda, se salga de la relación, y proporcione su información de contacto para recibir servicios de asesoramiento y un lugar para quedarse. Pero por ahora, Ponce de León le envía mensajes de texto, habla con ella, le ofrece su amistad.

La única manera de traer a los pacientes y de asegurarnos que no se queden en sus casas por miedo, es correr la voz, para garantizarles que es un lugar seguro

Yáñez me cuenta de una mujer que llegó a la clínica para un examen de detección de cáncer: un especialista detectó su cáncer a tiempo y la mujer está en buen estado de salud actualmente. "Tengo tanta satisfacción cuando veo a alguien en el supermercado y me dan las gracias, 'Oh, gracias por el doctor, por enviarme a un especialista'".

Rossato me cuenta que establecieron metas: conseguir que un cierto número de personas se presenten para un evento, o cumplir una cuota de inscripciones en el programa de atención médica. La clínica está explorando otras maneras creativas de llegar a sus pacientes; por ejemplo, recientemente comenzó a distribuir exámenes de detección de cáncer de colon en los hogares, donde una persona puede enviar una muestra de heces al laboratorio para una prueba sin tener que abandonar su casa.

Pero Rossato está convencida de que las promotoras serán la columna vertebral de la clínica en el futuro. "No podemos prestar servicios si no tenemos pacientes", dice. "La única manera de traer a los pacientes y de asegurarnos que no se queden en sus casas por miedo, es correr la voz, para garantizarles que es un lugar seguro, no sólo a través de medios como Facebook y Twitter. Muchos de ellos necesitan medicamentos. Es uno de los momentos más críticos para que haya promotoras y se acerquen a la comunidad. Son ellas precisamente quienes nos van a ayudar".

Cole Kazdin es una escritora que vive en Los Ángeles.