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Dirk Nowitzki, sexto jugador en la historia de la NBA con 30 mil puntos

Dirk Nowitzki pasó a la historia la noche de este martes, pero no nos sorprende porque ha hecho lo mismo toda su carrera.

La noche del miércoles en Dallas, Dirk Nowitzki lanzó su característico fadeaway sobre la marca de Larry Nance Jr. para convertirse en el sexto jugador en la historia de la NBA en anotar 30 mil puntos. Toda la ciudad, el país, y el mundo celebró la hazaña del alemán.

Nowitzki es el jugador más innovador y subversivo de su generación. El alemán con un pulcro lanzamiento de tres puntos y tiros libres le dio a los Mavericks el tipo de eficiencia que se espera de un poste alto —su porcentaje en tiros de 57.9 sobrepasa al de Hakeem (55.3 por ciento) y está detrás por muy poco del de Shaq (58.6 por ciento)— al mismo tiempo que abre la cancha y le permite al resto del equipo atacar el tablero. Nowitzki es la figura evolutiva de la artillería física de los 90 en la NBA, y la pausada y espaciosa ofensiva al estilo de Golden State. Quizá haya mejores jugadas en la NBA, pero ninguna ha tenido un impacto mayor en la manera en que se juega al basquetbol.

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El camino de Nowitzki hacia los 30 mil puntos está plagado del tipo de raras historias que sólo nos imaginamos en una leyenda de samurais. Durante algún tiempo, el grandulón alemán fue jugador de tenis —se dice que su servicio, ejecutado desde poco más de dos metros, era devastador— cuando fue descubierto por Holger Geschwindner, excéntrico entrenador alemán de basquetbol quien se percató de su talento en bruto y lo sometió a un programa filosófico de entrenamiento de basquetbol para convertirlo en la máquina suprema de tiros de tres puntos. Ahí tienen a Geschwindner con lágrimas de felicidad en los ojos por la hazaña lograda anoche por su estudiante y amigo:

Holger gonna mess around and make me cry pic.twitter.com/vtzhYrhfx9
— Arya (@aryaahmadi) March 8, 2017

Las habilidades no convencionales de Nowitzki fueron una droga para Don Nelson, el embriagado entrenador de los Mavericks de Dallas, quien intercambió selecciones de draft para tener la oportunidad de desplegar sus fantasías más descabelladas sobre la duela. Con Steve Nash, los Mavs desplegaron un equipo con mejor ritmo y una ofensiva con más cobertura que les ganó partidos y les colocó en varias postemporadas; todo esto una rareza absoluta que había quedado en el fondo de la existencia de la NBA.

Nowitzki fue la columna cerebral de los Mavs que llegó a las Finales y perdió contra el Heat de Miami en 2006. Después ganaron 67 partidos en 2007, sólo para ser eliminados por los Warriors entrenados por el genio ebrio Nelson, quien explotó eficientemente las deficiencias del grandulón y lo mantuvo frustrado sobre el perímetro.

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Después de la conferencia de prensa por ganar el MVP en la que se vio avergonzado por un Mark Cuban en lágrimas, Nowitzki se fue de paseo con Holger a Australia, regresó a la liga, desarrolló el legendario fadeaway con un pie —su hermoso, grandioso, y elevado tiro característico— y comenzó su misión para convertirse en un anotador imparable en la NBA.

Nowitzki esperó pacientemente hasta la temporada 2010-11, cuando los Mavs sumaron al brillante defensivo Tyson Chandler y juntos lograron varias victorias apretadas frente al Heat de James, Wade, y Bosh para llevarse el título de la NBA.

Nowitzki celebró yendo a los vestidores y fue ahí donde lloró de felicidad. Fue verdaderamente hermoso.

Desde aquella temporada de ensueño, los Mavs cayeron en la mediocridad, pero Nowitzki nunca ha dejado de anotar una y otra vez —sin fallar mucho—. Anotó detrás de la línea de tres, anotó fadeaways, tiros libres y se quitó burló a jugadores cons sus confusas fintas. Nada de lo que hace al momento de anotar luce familiar. Algunos jóvenes grandulones, criados en las sombras del triunfo del alemán en 2011, han comenzado a adoptar sus habilidades y a colocarlo en la era moderna, pero el mundo nunca olvidará la vanguardia que dio origen a todo: el hombre misterioso de leyenda, traído de tierras lejanas, Dirk Nowitzki.