Zinedine Zidane y los peligros de volver por la puerta equivocada | ES | Translation
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Zinedine Zidane y los peligros de volver por la puerta equivocada | ES | Translation

Zinedine Zidane y Stuart Pearce no tienen muchas cosas en común, salvo que ambos han tenido uno que otro arranque violento. Sin embargo, el francés haría bien en voltear a ver la experiencia de Pearce.

Cuando de dirigir partidos del nivel más alto se trata, no está nada mal consentir a una fanaticada respetuosa con una victoria de 5-0 en casa, en donde el jugador más preciado del nuevo entrenador anota un triplete. Así es, ver al Real Madrid encajar gol tras gol la tarde del sábado casi nos hizo sentir que las estrellas se alineaban sobre el Bernabéu en una noche en que el héroe de los fans regresaba para realizar su mejor actuación como Rey Midas. Zinedine Zidane había regresado, y todo salió bien.

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Todo aquel que ha visto Shrek sabe que la narrativa del regreso del salvador promete una gran cantidad de gloria. Especialmente en el futbol, existe un romance innegable con la idea del regreso a casa de una leyenda del club en tiempos de necesidad para sacar el barco a flote. Pero también hay —en el futbol en general, y en particular con Zidane— un distante sentido del fatalismo que envuelve a toda la saga. Tan sólo vean a Stuart Pearce.

A primera vista, Zidane y Pearce no tienen mucho en común más allá de una inclinación por un comportamiento ligeramente psicopático dentro del campo, aunque el francés haría bien en considerar a Pearce como un ejemplo de los peligros de escuchar a tu corazón en este tipo de situaciones. Pearce, como recordarán, pasó gran parte de su carrera futbolística forjando su estatus legendario entre los fans del Nottingham Forest por sus barridas agresivas y violentos tiros libres que formaron parte del folclor del City Ground en las 12 temporadas que estuvo ahí. Cuando se marchó a Newcastle en 1997, lo hizo como un dios entre hombres.

En el verano de 2014, cuando el Forest se encontraba atorado a mitad de tabla y con la necesidad de inspiración, Pearce recibió la inevitable llamada. Mientras caminaba fuera del túnel previo a su primer partido a cargo y transmitía un aire apasionado hacia los fans, la atmósfera en el City Ground fue todo júbilo; "Un genuino momento que se siente hasta los huesos, algo por lo cual sentirse conmovido verdaderamente", tal y como lo escribió el periodista Nick Miller, fan del Forest.

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Seis meses después, al haber llevado al club de sus amores del lugar 11 en la Championship al 14 y con su escuadra mostrando muy pocas mejoras, Pearce fue llamado por el comité y le fue dado el trato a la Alan Sugar.

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Lo interesante de todo esto es que cuando platicas con los fans del Forest, ellos insisten en que el estatus de Pearce como auténtica leyenda del club permanece intacto. De verdad lo sienten. Sin embargo, hay una pérdida inevitable en la reputación de un historial que alguna vez fue completado con logros trascendentes que se ve manchado por un período regular como entrenador. En el City Ground, los recuerdos de Pearce seguirán viviendo con la misma luz, pero una vez que su adorable público lo ha visto ser vencido tácticamente por Ian Holloway, es seguro que la percepción de Pearce, el superhéroe hercúleo, no es la misma.

Pearce no está solo. Diego Maradona, Ossie Ardiles, Kenny Dalglish, Alan Shearer, Greame Souness, Ally McCoist, Glenn Hoddle, DIno Zoff…no hay carencia de jugadores cuyas auras divinas entre las masas de seguidores no hayan sido despedazadas en grados diferentes por un golpe de crudo realismocomo entrenadores.

En todos estos casos, los años transcurridos —el tiempo después de marcharse y antes del regreso— son el período clave. Llámese la creación de un mito, o memoria colectiva, pero la forma en que la reputación de estos hombres fue construida los preparó para el fracaso. Y esto no es menos para el caso de Zidane.

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Zidane en pleno vuelo, 2004. PA Images

Hoy en día tal vez recordemos a Zidane como el superhéroe infalible, pero en realidad este no fue su caso: su estancia en el Real Madrid no fue de cinco años llenos júbilo y éxito. Por supuesto, fue un mago —a lo mejor incomparable—, pero también era proclive a desaparecer dentro y fuera de los partidos, por lo general en juegos importantes, y era frecuentemente culpable por recibir expulsiones innecesarias y costosas. Sus últimas dos temporadas en Madrid estuvieron definidas por un fracaso de alto perfil. En pocas palabras, fue simplemente humano.

Y aún así la percepción formada durante sus años alejado del ojo público —al igual que los nombres mencionados arriba (junto con George Bush, James Dean y Setve Jobs y todo figura pública glorificada)— se benefició de la mente colectiva al haber suprimido todo recuerdo mundano, dejando sólo destellos de grandeza. Por ejemplo, la pobre actuación de Zidane en la final de Champions League de 1997 (marcada por el anonimato de Paul Lambert) no ha sido parte de su mitología; su descabellado remate cinco años después para ganar dicha competición sí. El efecto de todo esto es acoger una imagen pulcra la cual, por definición, no puede ser mejorada, sólo empeorada. En ese caso, te deseamos lo mejor Zizou.

Desde luego, hay excepciones, Pep Guardiola del Barcelona es un caso obvio: el capitán del club que lo conquistó todo y marcó una era como entrenador. Carlo Ancelotti ha ganado la Copa Europea cuatro veces con el AC Milan —dos veces como jugador, dos como entrenador—, mientras que Franz Beckenbauer sigue siendo el único hombre que ha ganado la Copa del Mundo desde ambos puestos. En Inglaterra, el icónico estatus de Kevin Keegan que se ganó entre los Tynesiders por ayudar a Newcastle a ascender (saliendo de la cancha del St James Park en helicóptero después de su última aparición), fue alimentado por su etapa como entrenador, dejando como legado los heroicos fracasos de mitad de los 90. Pero casos como estos son pocos, y aunque muchos de estos hombres fueron admirados sin duda como jugadores, ninguno (con la excepción de Beckenbauer) fue adorado como Zidane.

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Johan Cruyff también podría asegurar su entrada en esta lista. Se ganó el cariño de la fanaticada de Barcelona al fichar como un jugador superestrella por una cantidad récord y terminar, en 1974, con la espera de 14 años por un título de liga. Regresó una década después por un lapso de ocho años como entrenador donde el club conquistó todos los trofeos a su paso. Además de todo esto, construyó las bases del dominio del Barcelona de las próximas dos décadas.

Sin embargo, en 1997 Cruyff fue destituido después de una pelea por el tipo de acritud amarga que solía poseer (inmediatamente después de haberlo despedido, el vicepresidente lo amenazó con llamar a la policía para que lo sacaran del Camp Nou). Su leyenda sigue viva en Cataluña, pero una vez más, la historia está manchada por algo que antes no existía. El caso de Cruyff es un argumento persuasivo para "regresar"— su estancia como entrenador del Barça lo elevó en lugar de dañarlo—. Pero sirve para ilustrar que la dirección técnica de alto nivel tiende a englobar una serie de discusiones políticas, y que casi todos ven terminar su reinado por un ignominioso despido.

Y —en caso de que las frases "discusiones políticas" y "despido ignominioso" no sean suficientes para hacerles recordar— Zidane no sólo ha tomado el cargo decualquier club con historia, ha tomado las riendas del Real Madrid. El mismo Real Madrid donde el período promedio como entrenador es de un año y tres meses; el Madrid donde casi todos los entrenadores de la era moderna, sin importar su historial de trofeos, se ha marchado con desánimo, bajo el nombre de fracass.

La victoria del sábado fue un inició tan bueno como el que todos esperaban, y ante los ojos de los fieles del Bernabéu, al menos por un día más, Zidane permanece inmortal. Su verdadero problema es que una vez que te has convertido en el entrenador del Madrid, la inmortalidad tiene una vida muy corta en la memoria.

@A_Hess