La terrible 'píldora maravillosa' de los 40 que sigue atormentando a las mujeres
Illustration by Eleanor Doughty

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La terrible 'píldora maravillosa' de los 40 que sigue atormentando a las mujeres

El dietilestilbestrol (DES) fue un tipo de estrógeno sintético que se comercializó para las mujeres a mediados del siglo XX y se calcula que entre 5 y 10 millones de mujeres lo tomaron estando embarazadas. Más tarde se descubrió que este fármaco...

Su Robotti había desarrollado unos "pechos enormes" en plena pubertad, a los 14 años, pero seguía esperando lo que realmente deseaba: que le llegara el período. Corría el año 1969 y Robotti se sumía en la ansiedad conforme veía que sus amigas llegaban una a una al colegio contando que habían empezado a menstruar. Durante todo aquel tiempo permaneció en silencio, agonizando a la espera del momento en que por fin echaría a perder su primer par de braguitas.

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La madre de Robotti, que había tenido su primera menstruación a los 12 años, estaba menos ansiosa pero más preocupada. Debido a la insistencia de su madre, Robotti finalmente accedió a visitar a un ginecólogo. Observó cómo el médico le masajeaba la parte inferior del abdomen en un examen pélvico externo y después escuchó cómo explicaba el diagnóstico a su madre: sus órganos reproductores eran de tamaño infantil y solo le funcionaba un ovario.

"Me sentí insignificante", recuerda hoy Robotti quien, a sus 59 años de edad, todavía no ha tenido su primera menstruación (y nunca la tendrá).

Robotti es "hija del DES", nacida de una de las entre 5 y 10 millones de mujeres que tomaron el primer estrógeno sintético de la historia, el dietilestilbestrol, mientras estaban embarazadas. Dado que se comercializó como fármaco capaz de prevenir los abortos naturales, aquel estrógeno estaba muy extendido y se recetaba en forma de vitaminas prenatales, inyecciones semanales o píldoras diarias. Finalmente alcanzaba la sangre de los fetos y, cuando nacían, aquellos niños presentaban órganos reproductores anómalos ―lo que a menudo implicaba infertilidad― y un riesgo muy elevado de desarrollar diversas formas de cáncer.

Antes de que se conociera su toxicidad, el DES recibió el sobrenombre de "medicamento maravilloso" para las mujeres.

En 1938, varios bioquímicos de la Universidad de Oxford sintetizaron por primera vez el dietilestilbestrol, un estrógeno no esteroide al que se acabó bautizando como DES. Y aunque su camino hacia la aprobación en EE. UU. (y en otros países, incluido España) no fue demasiado largo, estuvo lejos de ser honesto.

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En The Retreat From Precaution (El retiro de la precaución), Nancy Langston explica cómo el DES llegó a introducirse en el mercado. En la década de 1920, los científicos habían descubierto que ambos sexos producían diversos niveles tanto de estrógeno "femenino" como de testosterona "masculina", acabando con la enraizada idea política y social de la dualidad entre masculino y femenino. Al mismo tiempo, los endocrinólogos se hallaban a punto de descubrir cómo los niveles hormonales de las mujeres fluctuaban en torno a la menstruación y la menopausia, lo que ayudó a instaurar la creencia de que eran las hormonas femeninas las que debían regularse. En la década de 1930, los médicos iniciaron su búsqueda de un estrógeno sintético que fuera barato y de larga duración.

"Los médicos no tardaron en darse cuenta de que podían suministrar hormonas para suavizar y racionalizar las variaciones en el cuerpo de las mujeres", escribe Langston. "Médicos y científicos aunaron fuerzas para hacer que los cuerpos de las mujeres fueran controlables y predecibles, para que se ajustaran a determinado modelo de cambios perfectamente organizados". En 1941, el Comisario de la FDA Walter Campbell aprobó el DES como tratamiento para los síntomas de la menopausia, la interrupción de la lactancia después del parto, la vaginitis gonorreica y la vaginitis atrófica.

Gran parte de la presencia del DES en EE. UU. puede atribuirse al matrimonio de bioquímicos Olive Watkins Smith y George V. Smith. La pareja descubrió que los niveles de estrógeno de las mujeres descendían enormemente justo después de sufrir un aborto natural, de modo que llevaron a cabo una serie de ensayos clínicos abiertos y no aleatorios en los que administraban DES a mujeres embarazadas "que habían iniciado sus cuidados prenatales en la primera mitad de su embarazo", según el Centro Norteamericano para el Control de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés). Supusieron que introducir estrógeno sintético en el cuerpo de las mujeres era la solución más fácil y, según los descubrimientos de sus (chapuceros) estudios, lo fue.

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En 1949, el equipo publicó sus resultados favorables al DES en prestigiosos diarios como el New England Journal of Medicine (Diario de medicina de Nueva Inglaterra) y el American Journal of Obstetrics and Gynecology (Diario norteamericano de obstetricia y ginecología). Poco después, los médicos comenzaron a inundar los cuerpos de sus paciente embarazadas con aquel fármaco maravilloso. Durante todo aquel tiempo, los ganaderos estaban a su vez suministrando DES a corderos, terneros y otro tipo de ganado para fomentar el engorde rápido.

Según Langston, dos revisiones de aquellas investigaciones publicadas en 1953 y 1958 respectivamente descubrieron que el DES no reducía el riesgo de sufrir abortos naturales en las mujeres sino que, por el contrario, lo incrementaba.

En 1959, la FDA prohibió el uso de DES en los pollos de engorde porque "los ganaderos que se exponían a él sufrían esterilidad, impotencia y crecimiento de los pechos", escribe Langston. Pero la FDA no indicó a los médicos que dejaran de prescribir DES a las mujeres embarazadas hasta que no transcurrieron 12 años más.

Foto vía la usuaria de Flickr DES Daughter

Cuando Robotti fue trasladada a un hospital en Syracuse justo después de conocer la malformación de su anatomía, recuerda que la ingresaron en una habitación compartida junto con una chica que tenía dos juegos completos de órganos reproductores. A diferencia de Robotti, sí que había tenido el período. Y fue al insertarse un tampón cuando descubrió que su cuerpo también era extraño.

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"Recuerdo que la enfermera se llevó a mi madre aparte y le dijo, 'Este pabellón está lleno de niñas con cáncer y niñas con anomalías reproductivas'", explica. "Era como una especie de circo de los horrores". Cuando le dieron el alta, sus padres y médicos le repetían una y otra vez el mismo mensaje: no podrás tener hijos biológicos, pero siempre podrás adoptar algún día.

La FDA instó a los médicos a dejar de prescribir DES en 1971, tras la publicación de un estudio que descubrió que el DES provocaba adenocarcinoma de células claras (ACC), un tipo poco usual de cáncer vaginal y cervical, en hijas de edades tan tempranas como los siete años de edad.

El CDC calcula que entre 5 y 10 millones de mujeres tomaron DES de una forma u otra entre 1938 y 1971, aunque muchas mujeres jamás lo sabrán con certeza, ya que no era infrecuente que se les administrara el fármaco mediante una inyección o mezclado con vitaminas prenatales sin explicación alguna.

Aunque hubo algunos niños varones (conocidos como los "Hijos del DES") expuestos al riesgo de desarrollar órganos sexuales más pequeños de lo normal y quistes epididimales, el efecto del fármaco en las niñas fue mucho más trágico. Según una lista de datos del CDC, las Hijas del DES tienen 40 veces más probabilidades de desarrollar ACC, un tipo poco común de cáncer vaginal y cervical; las mujeres de más de 40 años presentan más probabilidades de recibir diagnósticos de cáncer de mama, infertilidad, embarazos ectópicos y nacimientos prematuros; y más de un tercio vive en la actualidad con anomalías genitales identificables. Los médicos siguen estudiando hoy en día a las nietas y los nietos de las mujeres que tomaron DES para ver cómo podrían estar afectados, aunque esa generación es todavía relativamente joven.

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Aunque la historia del DES es particularmente trágica, este fármaco no fue en absoluto el primero ni el último en dañar irreversiblemente el cuerpo y el bienestar mental de innumerables mujeres. Desde mediados de la década de 1950 hasta principios de los ochenta, más de 30 millones de mujeres de todo el mundo tomaron Bendectin, un suplemento que combinaba antihistamínicos con vitamina B6 aprobado para tratar las náuseas matinales pero que, según se demostró más tarde, provocaba malformaciones congénitas. También se ha demostrado que otros medicamentos como el Yaz (una píldora anticonceptiva hormonal que contiene drospirenona) son perjudiciales para algunas mujeres, pero al parecer no son suficientemente perjudiciales. La FDA encontró un incremento del 74 por ciento en el riesgo de sufrir coágulos sanguíneos entre las mujeres que tomaban píldoras con drospirenona, pero todavía no ha ordenado que el Yaz se retire del mercado. En 2011, la FDA encargó a un consejo asesor que revisara sus riesgos médicos, pero según la asociación Drug Watch, el grupo concluyó que los beneficios del Yaz eran superiores a sus riesgos. Más de 10.000 personas han demandado a la compañía matriz del fármaco, Bayer.

Foto vía la usuaria de Flickr DES Daughter

En la década de 1960, muchas mujeres europeas tomaron talidomida, un fármaco cuyo fin era prevenir los abortos prematuros pero que, en lugar de ello, provocó más de 10.000 malformaciones fetales en todo el mundo (el DES sería más tarde bautizado como "la talidomida silenciosa"). En parte como respuesta a esto, en 1977 la FDA recomendó que las mujeres en edad de concebir se excluyeran de los ensayos de fármacos a pequeña escala y de los ensayos de fase temprana, ya que no querían arriesgarse a dañar potencialmente a los futuros fetos. Según un informe realizado en 2001 por la Oficina General Norteamericana de Contabilidad, aquella sugerencia de la FDA desembocó finalmente en la exclusión generalizada de las mujeres de casi cualquier ensayo clínico de fármacos. Incluso las hembras de los animales se excluyen de las investigaciones biomédicas, según indican múltiples estudios llevados a cabo en los últimos cinco años, y su exclusión se basa en muchas de las mismas suposiciones que todavía hoy albergan las compañías farmacéuticas: que el ciclo hormonal femenino convierte a ese sexo en un grupo menos homogéneo y que las reacciones de los sujetos masculinos pueden aplicarse a los femeninos.

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Hacia 1993, la FDA ordenó que se incluyera a las mujeres en los estudios clínicos (debería destacarse que no existe una normativa igual para los estudios con animales). Sin embargo, sigue sin ser habitual que los estudios analicen cómo responden los distintos sexos ante los fármacos, lo que perpetúa muchos de los problemas que existían cuando no se incluía a las mujeres en dichos estudios. Aunque el informe de 2001 de la GOA consideraba que las mujeres estaban "suficientemente representadas" en los estudios clínicos, los autores también indicaban que muy pocos de los análisis de los fármacos interpretaban posibles diferencias por sexo en cuanto a la seguridad y la eficacia de dichos fármacos, incluso cuando las solicitudes de aprobación de nuevos medicamentos informaban de la existencia de diferencias en cómo ambos sexos respondían al medicamento. Desde hace aproximadamente una década, los médicos han empezado a mostrar su rechazo ante este descuido.

"La ciencia que informa a la medicina ―incluyendo acerca de la prevención, el diagnósticos y el tratamiento de las enfermedades― habitualmente deja de lado el importantísimo impacto que tienen el sexo y el género", explica un informe realizado en 2014 por el Hospital Brigham para Mujeres de Boston. "Esto sucede en las primeras etapas de la investigación, cuando se excluye a los sujetos femeninos de estudios en animales y humanos, o cuando no se indica el sexo de los animales al publicar los resultados. Una vez que se inician los ensayos clínicos, los investigadores con frecuencia no reclutan un número adecuado de mujeres y, cuando lo hacen, no analizan o informan de los datos separándolos por sexos".

Aparte de una peligrosa combinación de pereza y sexismo, gran parte del problema tiene que ver con el dinero. Conseguir resultados diferenciados por sexos en los estudios clínicos tiene un coste monetario inicial: puede resultar más caro someter a prueba a las mujeres que a los hombres, ya que los investigadores deben controlar en qué punto de su ciclo menstrual se encuentran las mujeres (o si ya han pasado la menopausia), porque las hormonas afectan al modo en que el cuerpo metaboliza los fármacos.

Hasta el día de hoy, Robotti se llama a sí misma Hija del DES, pero como no dispone del historial médico de su madre todavía no puede saber con certeza si estuvo realmente expuesta al DES. "El verdadero indicador de [si tu madre tomó DES o no] es desarrollar ACC", afirma. Y, con casi 60 años de edad, está llegando a otra etapa que se asocia con el miedo. "Al menos [si lo desarrollara] sería una señal", añade jocosamente.

A pesar de su preocupación por su salud, Robotti no se siente en absoluto abatida. Aunque reconoce que padece estrés a causa de "la incertidumbre en torno a su futuro", está dedicada en cuerpo y alma no solo a concienciar acerca del DES, sino también acerca de los efectos secundarios médicos en general. En 2012 creó la Fundación MedShadow, una organización centrada en educar a los pacientes para que pregunten acerca de los efectos secundarios, tanto a corto como a largo plazo, de los medicamentos que les prescriben y a preguntar siempre por otras opciones. También es directora ejecutiva de DES Action USA, que busca informar a las mujeres acerca del fármaco, tanto si saben con certeza que fueron expuestas a él como si todavía están buscando respuestas. Su objetivo: conseguir que los pacientes recuperen el control de sus propios cuerpos.