Elena
Todas las imágenes vía Elena V. R 
Cultură

Fui una cani en el Madrid de los 2000

Las TN, la Chevignon, las greñas, los oros, ir a pillar a Alcorcón, las fiestas naranjas y los veranos en Benidorm.

En el año 2002, cuando tenía 17 años, volví a España después de pasar tres años y medio en Estados Unidos. Mi padre me mandó allí con un tío y unos primos y volví cuando iba a cumplir la mayoría de edad. Antes de irme vivía en Carabanchel, al volver mi padre se había mudado a Santa Eugenia. Una tarde, una amiga un poco hippie que no tenía mucho que ver conmigo, me dijo que fuéramos a Puente de Alcocer a una discoteca donde dos de sus amigas eran relaciones públicas, la sesión era para menores de edad y se llamaba Radical Baby. La sala era la del Ática y aquella tarde descubrí que ese era mi sitio. Me encantaba aquella música y aquel ambiente. Empecé a llevar oros, a escuchar poki y flamenquito y a teñirme el pelo. Me hice pokera.

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Me pasaba las tardes en Atocha, en la cúpula, donde nos reuníamos un montón de canis, chonis, pokeros o como quieras llamarlo. La verdad es que a mí nunca me importó que me dijeran nada de eso, aunque en aquel momento fuera para muchos un descalificativo. Creo que una de las cosas que definían a la cultura poki era, de hecho, parecer cuanto más agitanado y quinqui mejor, por eso incluso al hablar echábamos mano de expresiones como "primo", "chacho", "suprimo", "shurmano"… También escribíamos fatal. No es una leyenda urbana, lo hacíamos de verdad: escribíamos con -sh delante y las -h detrás ("shu primikah").

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En Atocha nos reuníamos un montón de chavales. A veces nos conocíamos por internet, mediante chats de Terra, por MSN, por una página que se llamaba atopechavalote.com por la que quedábamos para ir a Panic o por Soulseek, que era de donde nos descargábamos la música. Sesiones enteras que a veces venían con un virus de regalo y otras no. Yo tenía un reproductor de MP3, pero aún escuchaba CD también y, de vez en cuando, me ponía en casa los DVD que regalaban cuando íbamos por ejemplo a Radical, con vídeos de fiestas míticas: la de las Palomas, la Naranja…

Como decía antes, escuchaba sobre todo poki pero también flamenquito: La Niña Pastori, Camela, Andy y Lucas… De hecho había temas de flamenquito que los sacaban también en poki a través de remixes.

Además de a Atocha también iba mucho a Aluche porque algunas de mis amigas vivían allí y a Alcorcón porque había muchos bares en los que pasaban porros. Te pedías una cerveza y te daban una placa. Y andaba todo el día en Vallecas, era una vallecana más, porque de ahí eran la mayoría de mis amigos de entonces, éramos como una gran familia.

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Las chicas vestíamos con pantalones de campana, chaquetas Chevignon que pillábamos en El Corte Inglés o en tiendas que había por Sol. Sonique, Pitbull, O'Neill… nos gustaban mucho también las marcas deportivas, siempre íbamos en zapatillas y en nuestras salas y discotecas te dejaban entrar en chándal. Estaban muy de moda las TN, las deportivas con muelles, las Air Max que ahora han vuelto y se consideran retro.

Los chicos solían llevar las Chevingnon de cuero, que eran muy caras. Costaban unos 300 euros. Un exnovio mío se la pilló de segunda mano y se la vendieron desgarrada por una puñalada en la espalda y así se la quedó. Para los chicos sobre todo eran muy identificativos también los peinados: la uve, las greñas por detrás con todo rapado, algunos se hacían incluso mechas. Nosotras también llevábamos a veces el flequillo en pico y solíamos teñirnos bastante también. Yo llevé el pelo rosa, rubio, pelirrojo y negro azulado.


También nos flipaban los oros. Era gracioso porque si ibas al Compro Oro de Sol, el que está en Montera, era muy probable que te encontrases a algún conocido, comprando o vendiendo. Yo me dejé una pasta en oro en aquella época. Algunas de las cosas las he vendido, otras las conservo para venderla cuando suba, porque su precio fluctúa. Los pendientes rizados de oro eran un clásico que llevaba mucho, pero también llevaba collares (a la Virgen la llevábamos todos en esa época) sellos, pasamanos (que eran estas pulseras que te cogías al dedo y te quedaban dos cadenitas cayendo). Las más cantosas se ponían el símbolo de Playboy o el logo de Dolce & Gabbana, pero yo llevaba simplemente piedrecitas rosas.

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También se llevaban bastantes banderas. Éramos muy patriotas. Yo tenía varias prendas con la rojigualda y cuando íbamos a algún festival llevábamos a veces también banderas porque había gente de todos los países. Pero se llevaban mucho los colores nacionales en general, los polos con la bandera de Argentina, de Inglaterra, etc.

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Pero si había algo clave para los pokeros en aquellos años, algo que nos definiera como grupo —además de que muchos de ellos la liaban y por eso teníamos muy mala imagen—, eso era la fiesta.

Salíamos a Panic, que se hacía en la sala Groove de Pinto, al Radical de Torrijos, a la sala Paladium que está en Coslada, al Splash, a la Vogue, a Privilege, a Ática… Para ir a Radical, que quizá era la más mítica, había autobuses que salían y llegaban a Atocha y cuyo precio iba incluido en la entrada. Yo recuerdo salir de casa los jueves y, muchas veces, volver los domingos aún flotando y con la mandíbula que se iba para todos los lados.

Casi todo el mundo se drogaba entonces y las pastillas costaban cinco euros. Claro había quien no se ponía hasta el culo, claro, pero la mayoría sí. Perico, pastillas —a veces machacadas por la nariz—, cristal… También solía haber movidas, peleas y cosas malas. Decían que éramos unos canis y unos quinquis, pero es que la mayoría lo eran, por eso era una tribu urbana con tan mala imagen. Pero aquellos fueron, sin duda, mis mejores años.

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Las vacaciones las pasábamos siempre en Benidorm. Había una calle a la que íbamos todos los de Madrid, parecía como si Vallecas o Atocha entero se trasladara de pronto durante unos meses a la playa. La Masía, una sala mítica de allí, la convirtieron en Radical únicamente para el verano, la pintaron de naranja, y las fiestas de Radi se trasladaban allí en julio y agosto. También íbamos a Penélope, al KM y solíamos acabar en un after que se llama Space. Nos pillábamos un apartamento y nos metíamos ahí unos cuantos durante casi un mes.

Cuando veo las fotos de aquellos años me dan ganas de llorar, supongo que les pasa igual a todos los que vivimos aquello. Algunos de mis amigos son todavía los de entonces y aprendí algunas cosas, como que la droga y todo lo que la rodea no siempre es bonito. Dejé atrás aquello. Siempre que me pongo vídeos de algún cierre, al final del todo ponían una canción, "Promise", y todos nos agachábamos y subíamos una mano. Me sigo emocionando cuando lo veo y sigo yendo a la Fiesta Naranja cuando puedo, pero ya he cambiado el oro por la plata y no salgo tanto. Tampoco me lo paso tan bien. Cuando voy, soy algo así como una abuela rodeada de sus nietos, que hace no tanto conocía y saludaba a todo el mundo, pero ahora ahora solo conoce y saluda a los otros cuatro abuelos que siguen yendo a recordar sus mejores años.

Sigue a Ana Iris Simón en @anairissimon.

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