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Salud Mental

Todas las crisis que vas a tener antes de los treinta

Nueve años de miedo existencial.
Daisy Jones
London, GB
Hannah Ewens
London, GB
EB
fotografías de Emily Bowler
LP
traducido por Laia Pedregosa

Felicidades, has llegado a los veinte, o quizá ya llevas ahí un tiempo, igual que yo. De cualquier modo, es probable que no sean como pensabas que deberían ser: quizá te habías imaginado haciendo películas independientes, viviendo en un estudio con ventanas enormes y tarros de especias cuidadosamente etiquetados. Quizá pensabas que al menos habrías aprendido a hervir un huevo y que la yema quedase perfectamente blanda o que diseñarías tus propios vaqueros.

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Pero la vida es así: un día te estás graduando en Historia del Arte con el diploma bajo el brazo y una total confianza y de repente llevas tres años viviendo en una casa compartida mohosa y mal comunicada, el mismo aro en la nariz que cuando tenías 17 años y una ligera aunque insostenible adicción a la cocaína.

No te estreses: tienes veintitantos y todavía te queda mucho sufrimiento y cosas por aprender que te definirán y moldearán en el futuro. Habrá buenos y malos momentos, y con suerte saldrás de esa década en la que reina la diversión siendo una versión de ti con más confianza, despreocupación y seguridad; o eso me han dicho. Sin embargo, aquí tienes todas y cada una de las crisis por las que vas a tener que pasar antes de que eso suceda, normalmente a las 2 de la madrugada mientras estás en la cama sin poder dormir o con los ojos como platos del baño de algún club.

¿Cuándo seré un adulto?

Si miras las fotos de tus padres con Kickers y sudaderas Lacoste, que son exactamente iguales que las que sacas a tus mejores amigos con cámaras desechables, te das cuenta de algo, “Mis padres tenían mi edad cuando se conocieron, me tuvieron, se graduaron de la universidad o compraron una casa: he pasado esa etapa y no ha ocurrido nada de eso, ¿cuál es mi línea temporal? ¿Tengo que seguir creyendo que todo eso me pasará a los 29 como a las influencers?

Salud vs. sentirse vivo

“Mi piel estará radiante, mi cerebro será una máquina que funciona a la perfección”, piensas mientras te dispones a comer un bol de tabulé con caballa un viernes noche, antes de intentar ver algún vídeo de yoga en YouTube; pero en lugar de ello estás viendo historias de Instagram y te das cuenta de que literalmente todo el mundo está en algún sitio excepto tú: en un club, alrededor de tías sin sujetador, viviendo la vida, pasándoselo bien en su paso por esta década mientras tú estás comiendo unos crackers. ¿Cuál de los dos eres?

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¿Quién soy?

Elegiste el grado que estudiaste en base a ideas que tenías en la cabeza cuando eras preadolescente, lo cual es patético porque ahora necesitas que desaparezcan de tu mente las expectativas sociales y el ciclo vicioso de retroalimentación que ofrece el capitalismo: ¿Qué harías si pudieras elegir? Pero es demasiado tarde, joder, y todos los trabajos consisten en contestar correos electrónicos. Si eres una persona curiosa que vive en la etapa de su trayectoria profesional, asume que vas a continuar igual cada año durante el resto de tu vida.

No estoy ganando lo suficiente, ¿qué mujer querría alguien estar con un parásito sin dinero como yo?

Tristemente, los hombres heteros de finales de los 2010 siguen teniendo la presión de ganar un gran dineral si quieren optar a tener pareja. Si hablas con cualquier amiga cansada, descubrirás que además de una carrera, amigos, una posible familia en algún momento de tu vida, también necesitas un buen salario para poder pagar el bótox, los acrílicos, un alisado brasileño, las botellas de Prosecco, los perros diminutos y todas las estupideces que les gustan a las mujeres, y demás cosas que se suman a esa lista de por sí imposible de satisfacer.

El año sabático

Te reíste de los pijos de tu colegio que iban a hacerse tatuajes de palmeras y que tenían ese complejo mesiánico blanco. Sin embargo, mírate ahora, buscando en Google si eres demasiado mayor para hacer un voluntariado en el extranjero.

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El planeta está muriendo

Véase también: otras crisis existenciales. Compara tus últimos seis pequeños breakdowns con el hecho de que pronto, las olas de calor convertirán las cabezas de todas las personas que conoces se convertirán en bolas de fuego.

¿Llegará el momento en el que no viva con cuatro personas?

Te estás cambiando de piso por novena vez en siete años en la misma ciudad y piensas, “¿debería mudarme con mi novia de tres meses para compartir el gasto del alquiler? ¿Debería mudarme a la otra punta de la ciudad? ¿Debería no hacer absolutamente nada y ‘viajar un poco’?". La única respuesta es rezar para poder seguir permitiéndote vivir por ti mismo en medio de la burbuja del alquiler. Fácil.

¿De verdad me caen bien mis amigos?

Cuando eras adolescente, “tener amigos” consistía en beber cerveza en el parque, copiarnos los deberes mutuamente y decidir quién nos gustaba y quién no. Ahora tienes 25 años y se supone que deberías participar en los grupos de Whatsapp e ir a brunchs y aportar 200 euros para Airbnbs a los que no recuerdas haber accedido a ir en lugares como Lisboa. Podrías seguir así, en ese callejón sin salida de relaciones muertas con gente que no has elegido activamente, nacidas por compartir aula con ella en el colegio o un trabajo de clase, o podrías encontrar gente que… realmente te caiga bien.

¿Me gusta el indie rock o tengo ese gusto por mi madre?

*Se mira la camiseta vintage de Metallica* Un momento, ¿cuándo compré esto?

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¿Debería estar follando más?

Mis tetas nunca estarán tan bonitas como ahora, piensas mientras te vas girando lentamente en el espejo y das saltos con cuidado para comprobar la velocidad y la configuración de tu cuerpo. Pero, como dice el proverbio, si un árbol cae en el bosque y nadie puede oírlo, ¿hace ruido? Esa será la causa de al menos una de tus rupturas. Y sí, la respuesta es sí.

El problema con las estanterías

¿En qué momento se pasa de “me dan igual las estanterías” a “tener un cajón de herramientas específicas para colgar estanterías”? Nadie lo sabe, ni siquiera tu padre, que asegura que te enseñó a montar estanterías a los seis años.

El amor de tu vida no existe

Has leído por internet que todo el mundo tiene tres grandes amores, y que se supone que el tercero está destinado a ser “el amor de tu vida”, pero ya tienes 25 años y, ¿cuántos has tenido? ¿Siete? Ocho si cuentas la mujer que con la que te acostaste en la parte trasera de un Uber y nueve si cuentas la persona con la que has empezado a salir hace poco; así que o la fórmula no funciona, o lo que no funciona eres tú.

De repente te das cuenta de todas aquellas cosas de las que no te dabas cuenta durante todos estos años: el matrimonio es una farsa, la monogamia parece ideal lógicamente pero ahora vivimos hasta los 80 años, y en el fondo odo el mundo es un mero mortal viviendo de los errores de sus padres. O, ya sabes, “el amor de tu vida” es un concepto inventado por un grupo de católicos abusadores.

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No soy feliz de la misma forma en la que lo son esa gente que se muda al campo, tiene 2,4 hijos, tiene un bar habitual y no lee las noticias

O te unes a ese grupo de gente o no, solo tienes entre cinco y ocho años para decidirlo; piénsalo bien.

¿Estoy ya en lo más alto?

“He tenido muchos años para cumplir mis sueños”, piensas para ti mismo mientras estás tirado en ropa interior viendo documentales de cárceles en Netflix de nuevo. En ese momento te viene a la cabeza que si estuvieras en Factor X, estarías en la categoría de “Overs”, los más mayores, pero eres demasiado viejo para ser modelo, a menos que sea para un catálogo, y sigues sin saber lo que es un TikTok.

No puedes “tenerlo todo”

Has pasado mucho tiempo tratando de conseguir cumplir tus objetivos en distintas áreas de la vida. Se apaga una bombilla y de repente entras en modo de depresión maníaca: nunca tendrás una carrera, una casa limpia, un buen cuerpo o una relación. Dilo otra vez: a menos que seas un ser superior que ha estudiado en una buena universidad como Oxford o Cambridge, nunca lo podrás tener todo.

¿Cuándo seré un adulto?

Vuelves a estar donde empezaste, sigues siendo un milenial esperando a encontrar tu máquina Zoltar para que te adivine el futuro. Todavía eres un bebé mayor, pero al menos ahora tienes artículos que dicen cosas como “no eres adulto hasta que no cumples los 30, según los científicos” en los que apoyarte, y puedes exhalar desde tu silla ergonómica, comer galletas del Subway y escribir una publicación en un blog sobre ello.

@hannahrosewens / @daisythejones

This article originally appeared on VICE UK.