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Britney Spears pudo haber sido el Superhombre de Nietzsche

Tenemos razones para creer que Britney, bitch, fue el modelo encarnado de lo que Nietzsche esperaba para el futuro de la humanidad.
Britney Spears pudo haber sido el Superhombre de Nietzsche
Collage de sinmuchasfotos. Imágenes originales: Britney Spears de Kristopher Harris. Nietzsche de  Pieter Kuiper

Disclaimer: este artículo tiene como finalidad el esparcimiento y la parodia; no es una recomendación moral, ni apoyo a la sumisión femenina, ni un tratado sobre la enfermedad mental que pueda o no tener Britney Spears. Interprétese con el cinismo propio de Nietzsche.

El inicio del siglo XXI no fue la bienvenida, como esperaban las ancianas supersticiosas, de una catástrofe infernal que terminaría con el mundo. No vimos cabalgar a los siete jinetes del Apocalipsis –a menos que se los considere una metáfora de la destrucción del planeta– ni apareció una bestia de siete cabezas con diez cuernos, tal y como prometió san Juan. Sin embargo, vimos la irrupción de un personaje del cual Nietzsche estaría profundamente orgulloso: Britney Spears.

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Britney Jean Spears nació el 2 de diciembre de 1981 en un pueblo de Mississippi y luego se mudó a Kentwood, Luisiana. Este tipo de familia, pueblo y país son a los que Nietzsche llama los resentidos y corderos. Según el filósofo, la moralidad cristiana de la sumisión es la negación de la voluntad de poder; la subordinación al canon despoja al hombre de su capacidad de vivir plenamente, de auto-crearse desplegando su fortaleza y superioridad en cada paso.

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La madre de Britney Spears fue de las primeras “Chris Jenner”, haciendo que su hija incursionara en la actuación en un programa raro de Mickey Mouse. Esta señora tenía ideales de poder y de grandeza a los que Nietzsche asentiría con ligera satisfacción. El gran momento viene en 1999 cuando sale un Oops!… I Did It Again. La estética del video y el modo en que la vendieron a señores pedófilos que piden que se legalicen a las de 16, causaron una tensión entre la moralidad cristiana y el ejercicio de la voluntad de poder en Britney adolescente: “la palabra «superhombre», que designa un tipo de óptima constitución, en contraste con los hombres «modernos», con los hombres «buenos», con los cristianos y demás nihilistas, una palabra que, en boca de Zaratustra, el aniquilador de la moral, se convierte en una palabra muy digna de reflexión […]” Britney encontró esa definición muy atractiva y la transformación había comenzado.

Dice Nietzsche que “en mi criterio, «solo hay hechos». Y quizá, más que hechos, interpretaciones. No conocemos ningún hecho en sí, y parece absurdo pretenderlo”. Esto quizá rondó por la cabeza de Britney cuando aceptó gustosa tener la imagen de colegiala inocente e hipersexualizada; el hecho no importa, sino la interpretación y el uso que se le puede dar para llegar a su fin de ser superhombre.

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En este sentido, “«el sentido de la verdad» cuando la moralidad del «no debes mentir» se rechaza, debe legitimarse ante otro foro: como medio de conservación del hombre, como voluntad de poder.” Britney sabía que podía manejar a las masas con su imagen y los profundísimos mensajes que contenía su música. La fachada tierna sólo serviría para ganar la confianza de los corderos resentidos creacionistas, para luego dejárselas caer como Dios manda. La mentira se desdibuja de moralidad y se vuelve ingrediente secreto del superhombre.

Poco a poco, dejó atrás la imagen infantil de chicle motita; el enterizo rojo de látex y el pobre imbécil que recuperó el diamante del Titanic en Marte fue sólo el primer paso. Con el sencillo Stronger, Britney comenzó a escribir en la cultura pop un tratado que iba en contra de la moral de Kentwood y que afirmaba su poderío sobre la plebe. La única verdad era que Britney Spears se fortalecía, alimentada de la estupidez colectiva, y afirmaba su superioridad en cada sencillo de promoción de sus discos: “y «pasar al otro lado» es superarse a sí mismo y llegar al superhombre”.

Sin embargo, será con el álbum My Perrogative con el que la bella bestia rubia rompería el paradigma occidental de moralidad:

They say I'm crazy

I really don't care

That's my prerogative

They say I'm nasty

But I don't give a damn

Getting boys is how I live

Some ask me questions

Why am I so real?

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“El criterio de la verdad está en razón directa del aumento del sentimiento de fuerza.” Frase de la obra La voluntad de poder que parece guiar la vida de Britney Spears los años siguientes. Si hacemos caso a Britney y a Nietzsche, el criterio de verdad, la realidad muy real, está ligada a cuánto poder tienes y cómo lo ejerces. Presentarse ante el mundo teniendo el poder de la fama y de controlar al gentío, pone a Britney en un peldaño más allá de lo simplemente humano. Nietzsche dice que el hombre es un tránsito entre el animal y el superhombre, y Spears confirma que entre estos dos últimos hay diferencias radicales. Los corderos comenzaron a resentir el poder de la bella bestia rubia vestida de látex, llenando cualquier lugar de señalamientos e insultos por parecerles inmoral y “un mal ejemplo para los niños”. Pero sólo es “el odio de los mediocres contra los más dotados, el rebaño contra los independientes”, diría Nietzsche.

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Pasemos un poco la historia hasta llegar al 2007. Obviemos ciertos errores, humanos demasiado humanos, como el matrimonio con su amigo de la infancia en Las Vegas y lleguemos al momento preferido por el público: el colapso mental. Este año fue, a los ojos del mundo, particularmente difícil para Britney Spears. En realidad fue el año donde se desplegó ante el mundo la verdadera, única e irrepetible bestia rubia; el superhombre se revelaría salvaje. La artista estaba firmando su divorcio con Kevin Federline y saliendo con otra bella bestia rubia: Paris Hilton. Según la prensa, las sustancias estaban haciendo estragos en Britney, pero “hay que ser inmoralista, sin duda alguna, para hacer moral de acción…” y ella quería instaurar una moral donde los poderosos como ella dominaran por completo a los rebaños.

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Britney deseaba y se sentía lista para dar el siguiente y último paso en su búsqueda por convertirse en el superhombre; “el deseo dimensiona todo aquello que se desea; y, además, crece, cuando no es satisfecho; al punto, que las más grandes ideas fueron creadas en función de los más vivos deseos.” Ser una bella bestia rubia ya no satisfacía el deseo de Spears. Asimismo, dirían los psicoanalistas, el pelo largo es una forma de sumisión en la mujer, pues es lo primero que se jala para controlarla en el sexo. Ella quería más poder. Su deseo tomó forma cuando portando un atuendo deportivo, su deseo vio una barbería a la que se acercó decidida a instaurar una nueva moral. Al grito de guerra que cantaba “ my mother is gonna freeeeeaaaaaaaak”, Britney Spears tomó su destino en sus propias manos, mientras repetía en sus adentros “mirad, yo soy un anunciador del rayo y una pesada gota que cae de la nube: mas ese rayo se llama superhombre” y se rapó a rodilla.

Poco después, cuando los medios proclamaban a gritos que Britney Spears estaba demente y era una amenaza para sí misma y para los otros, la bella bestia decidió enseñarles su superioridad atacándolos con un paraguas. Lejos de ser la imagen de la decadencia de Occidente, las fotografías de este hecho muestran el esplendor de los señores poderosos de los que habla Nietzsche. Es más, frente a la locura y acoso mediático, el filósofo diría “lo que exijo de todos, pese a que suene mal a los oídos, es que sometáis a una crítica absoluta vuestras valoraciones morales”, que se traduce en el sencillo de Britney Spears llamado Piece of me.

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Sin embargo, Britney Spears sucumbió ante la presión de la moral santurrona y puritana estadounidense. Aceptó “ayuda” –retroceso en su transformación–, sometiéndose a tratamientos de “rehabilitación” que aniquilaron su deseo de crearse a sí misma, rapada y todo, lejos de las costumbres y expectativas de los corderos resentidos. Es una lástima que estuviera tan cerca de ser todo lo que Nietzsche soñó y que se arrepintiera al último. Sé que el filósofo abrazó a otro caballo en la otra vida cuando vio eso. Siempre nos quedará el retrato de superación de lo humano golpeando al paparazzi, mientras se abría el cielo y Nietzsche gritaba: “yo amo a quienes, para hundirse en su ocaso y sacrificarse, no buscan una razón detrás de las estrellas: sino que se sacrifican a la tierra para que ésta llegue alguna vez a ser del superhombre.”

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