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Cultură

Fetish para todos los bolsillos

Venus O'Hara vino el otro día a la oficina y nos contó que es bastante buena manteniendo los gastos a raya cuando tiene que comprar adminículos sexuales.

Yo siempre he pensado en el fetish como la versión "cerveza sin alcohol" de ser un pervertido. Tiene algo de hortera, consumista y propio de la clase media eso de gastarse una fortuna en antifaces y ropa interior de Agent Provocateur para disfrazar el hecho de que odias a la persona con la que has elegido pasar tu vida.

Sea como sea, es probable que la reina del fetish Venus O'Hara esté en desacuerdo conmigo, ya que ella se gana la vida representando actos fetichistas en internet –de los más vulgares, como sumision y dominación, a mi favorito, el chándal fetish. Sí, hay gente a la que pagan por que se ponga un chándal.

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Venus vino el otro día a la oficina y nos contó que, a pesar de tener un ejército de esclavos que le pagan el alquiler y le hacen publicidad por la cara, también es bastante buena manteniendo los gastos a raya cuando tiene que comprar adminículos sexuales.

Nosotros nos miramos y dijimos: OK, mi ama, llévanos de tiendas. Y ella lo hizo.

Primera parada, el Decathlon. Detesto Decathlon. No me gustan sus presumidos anuncios, ni el nauseabundo tono azulado que usan en todas partes, ni que sea, básicamente, el Lidl del equipamiento deportivo. Ahora bien, creo que lo que más odio es que hayan vuelto a los yonquis perezosos a la hora de vestir. ¿Alguna vez te has preguntado qué fue de esos yonquis que llavaban con estilo sus prendas de segunda mano? Pues échale la culpa a Decathlon y a sus chándales baratos.

Bueno. Venus, llévanos directamente a la sección de deportes ecuestres. Vamos a probar las fustas.

Cuestan 3 euros y tiene en el mango una pequeña cabeza de caballo que es una pocholada. Venus sugiere cubrir las tiras con cinta aislante para darle un aspecto más gótico.

Esta es Venus probándose los cascos de jinete. Le gustan mucho y encajan bien con las clases inglesas pudientes.

También nos hicimos con unos preciosos estribos de cuero. "¡Oh, son fantásticos! Los puedes doblar o simplemente atar ambas piernas con uno sólo!" ¡Vale, Venus!

De camino a la salida nos paramos en la sección de montañismo. Estas cosas para calentar el cuello costaban 1 euro y van bien para cubrir los ojos. Privación sensorial a precio de saldo.

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Próxima parada, el Todo a 100 de los chinos.

"Vine aquí el otro día, tenían muchas cosas. Hay toda una sección de antifaces con plumas y cosas así. Los plumeros van bien para la gente atraída por el fetichismo de la limpieza. Mis favoritos son los uniformes de cura. ¡5 euros!"

Acabamos la ronda comprando algo de cuerda, un antifaz, un collar de perro y una cadena. Total: 7 euros con 50.

De camino a la mazmorra –quiero decir, el piso en el Born de Lars, el amigo de Venus- charlamos un rato sobre qué convierte a alguien en una reina del fetish.

"Yo no hago porno. Y no es que esté en contra, tengo un gran respeto por la gente que lo hace, pero creo que el fetish es diferente. Menos explotativo".

¿Pero no es lo mismo que el porno? ¿No te estás explotando a ti misma por dinero?

"No hago esto por el dinero. Nunca he recibido dinero por hacer fetish en privado, aunque me lo han ofrecido. Lo hago por diversión".

Se me ocurre que no es un buen momento para discutir sobre los fans que tienen que pagar por hacerse miembros de su página. Dentro de 20 minutos estaré atado a una silla.

"El fetish es algo más inteligente que el porno. Lo importante es lo que tú imaginas que sucede".

Vale.

Bueno, aquí tenéis un hermoso bodegón con toda la mierda que compramos.

"¿Quién va primero?", pregunta Venus. "¿Tú o yo?"

Obviamente yo.

Aquí estoy, con los ojos vendados y atado con los estribos de antes. Y unas bufandas. "Pertenecían a mi madre", dice Venus. Parece sentirse algo cortada. Aunque no tanto como yo.

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En realidad mola bastante, eso de estar atado y cegado. "Lo mejor de todo es no saber lo que la otra persona te va a hacer", dice con voz susurrante. "Hace tiempo tuve un novio que siempre me decía que estaba gorda. Hasta que un día me harté, le até boca abajo y le depilé con cera la espalda entera al muy cabrón". De repente ya no estoy tan cachondo.

Había una butaca larga en el piso, y Venus quiso posar como en esa parte en La venus de las pieles en la que Sacher-Masoch simula ser el perro de su novia. Creo que no hice muy buen papel.

¡OK! Mi turno. A estas alturas toda esta historia ya me estaba aburriendo un poco, y me apetecía irme a tomar algo. Y, además, Venus resultó no ser tan extrema como yo esperaba. El asunto se redujo a dejarse atar mientras me suplicaba que le hiciera cosquillas.

Tras esto salimos a tomar algo, y Venus me contó sus planes para expandir su imperio fetish. ¡Que tengas buena suerte, venus! ¡Y gracias por el curso intensivo de S&M económico!

PAUL- SIMON

Fotos: Inma Varendela