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Cultură

“Got talent”: poco talento y mucha vergüenza ajena

El mayor espectáculo deprimente del mundo.

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Una abuela que baila breakdance. Un pobre señor con pinta de dormir al raso que se cree que canta cuando en realidad solo emite ruidos. Una chica disfrazada de Heidi destrozando "abuelito dime tú". Una aprendiz de vedette sexagenaria emocionada con su hit "El baile del cangrejo". Un perturbado que sale al escenario para regalarnos un eructo de siete segundos. Otro pobre señor que imita el sonido de distintos animales, y la criatura se presenta con sus cartulinas y todo. Un mago al que le vería el truco hasta Miguel Durán. Otro mago que hace medio número de espaldas al público y las cámaras. Y un tipo que interpreta un aria de Puccini con un serrucho…

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La primera hora y media de "Got Talent", el gran estreno de Telecinco para las noches del sábado, y con un resultado de audiencia estratosférico en su debut (21% de share), da para unas cuantas tesinas y unas cuantas clases magistrales en cualquier facultad de comunicación audiovisual con criterio. Porque soy de los que opina que a los estudiantes también hay que explicarles qué es el feísmo, qué es la decadencia en la televisión, qué es un montaje y una edición psicotrópica, qué es un jurado sobreactuado y qué es un planteamiento hipócrita. Que lo vean, que entiendan según qué cosas y que en un futuro no muy lejano sepan que a veces la televisión también puede ser cruel. No puedes pretender ser bueno en algo si no te acercas al abismo, si no conoces de primera mano el horror.

Todo en "Got talent" da grima. La edición, por ejemplo. Alguien pensó que lo del raccord, la continuidad y la coherencia, no iba con el programa. Edurne el sábado lució tres peinados diferentes y la vimos vestida de mil formas distintas. El baile de grabaciones, corta y pega y mezclas fue tan delirante que hubo un momento en que seriamente llegué a creer que me habían echado "droja en el Cola Cao". Salía algún freak al escenario, enfocaban a Edurne y la cantante aparecía vestida de azul y con el pelo suelto. Segundos después, en la votación del mismo candidato, la veías de negro y con un tupé. ¿Hola?

Desde el programa lo justifican argumentando que en todas las versiones del formato se editan las grabaciones de la misma forma. No sé. En "Gran Hermano" España siempre se obvian y se censuran las imágenes de desnudos o sexo más o menos explícito; dile tú ahora al director de "Gran Hermano" Holanda o México que las censure porque ellos lo hacen así, a ver qué te contesta. Hay maneras y maneras de editar y montar un programa grabado, y la de "Got talent" es, con diferencia, de las peores que hemos visto en los últimos meses. Impropia de un producto con ese presupuesto y esos aires de grandeza televisiva. Y por supuesto absurda e ininteligible para el gusto y el criterio del telespectador español, poco acostumbrado a esta manera de digerir los talent shows.

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Más. El jurado. ¿Qué clase de inconsciente o iluminado creyó que darle a Jesús Vázquez el papel de juez malote y agrio funcionaría y sería una vuelta de tuerca? Joder, que es Jesús Vázquez, el mismo Vázquez que se enfrentó a Risto Mejide en "Operación triunfo" por acentuar hasta la impertinencia ese rol de crítico despiadado. El mismo Vázquez que presenta talent shows lacrimógenos y borda su perfil de chico bueno. Quiero decir que Vázquez es un tío que me resulta entrañable y al que nunca podría asociar con esta versión más ácida y escéptica que escenifica, y muy mal, por cierto, en el programa. Cuando intentaba ir de duro en realidad transmitía ternura.

Edurne en su línea: plana, políticamente correcta y sosita. En televisión no hay nada más aburrido que un personaje del que sabes, con toda la seguridad del mundo, que nunca tendrá una salida de tono, que nunca te sorprenderá, que nunca se le irá la cabeza y que nunca dirá lo que realmente piensa. Algo que no sucede con Jorge Javier Vázquez, un profesional de esto con sus luces y sombras televisivas pero que tiene suficiente personalidad como para convertir un momento inane en algo potente. El problema es que "Got talent" no es "Sálvame", y se nota: el presentador se limita a pasar el cepillo, deja algunos comentarios irónicos y trata de pasar el mal trago con la mayor limpieza posible. ¿Y Eva Hache? Si a algunos no nos hace gracia ni en sus programas de autor, imagínate en este contexto. Ha ensayado bien, eso sí, las muecas de sorpresa y fascinación.

Pero seguramente lo que más me incomoda de "Got talent" es el propio formato, su concepto y planteamiento. Una idea vieja, superada y tramposa: utilizar el talento como coartada para convertir el programa en una versión 3.0 de "La parada de los monstruos". Una nueva explotación del freakie, del desequilibrado y del desesperado maquillada en forma de producto cazatalentos. Y con la misma artimaña de siempre: por cada actuación de cierta entidad artística te cuelan diez penosas. El programa pretende que el esperpento resulte gracioso, desenfadado y afable, pero en realidad este acaba deviniendo un producto depresivo, antipático, de una tristeza demoledora. Y así es como lo que se supone que debería ser un espectáculo de gente con aptitudes para el entretenimiento acaba pareciéndose más a un desfile de gente con problemas.

Todo eso cuando no dan rienda suelta al otro gran recurso de este tipo de talents: la emoción de brocha gorda, el sentimentalismo de garrafón. Lo intentaron de todas las maneras: desde un chaval sin pierna que es capaz de hacer parkour como un profesional a historias familiares de las que supuestamente calan hondo. A los miembros del jurado tuvieron que suministrarles un cargamento de Vicks VapoRub para provocarse el enrojecimiento en los ojos y alguna que otra lágrima, pero ni así consiguió emocionar "Got talent" como pretendía. El problema es que a muchos nos daba más pena el tipo que decía tener el récord del eructo más largo que el chaval sin pierna, seguramente porque este último sí tenía talento y capacidad de superación y el otro, como muchos de sus compañeros del sector freak, no tenía absolutamente nada.

Mucha gente ha comparado "Got talent" con "Tú sí que vales". Y es evidente el paralelismo: un jurado exagerado e impostado, un menú muy amplio de disciplinas artísticas y una mezcla de buenos cantantes o bailarines con freaks sin la menor gracia. Pero quien esto escribe el sábado lo vio todo más cerca de "El semáforo", donde por encima de todo primaban los perdedores, los fracasados y los inconscientes. Y donde, faltaría más, había poco talento. Pobres diablos que por aparecer en televisión y tener sus dos minutos de gloria son capaces de sacrificarlo todo, incluso el sentido del ridículo y la vergüenza de convertirse en un juguete televisivo. Ellos también tienen la culpa de que "el mayor espectáculo del mundo" se convirtiera el sábado en "el mayor espectáculo deprimente del mundo".