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La primavera kurda en Siria

Ojo, no es lo mismo que la árabe.

Desde el comienzo de la revolución, los militantes kurdos han tenido que vigilar retenes sin armas para defenderse. Éste está en Derik, al noreste de Siria.

Los tres millones de kurdos en Siria son la más grande minoría en el país y han sido parte de la revolución desde el comienzo. Sin embargo, su lucha tiene un objetivo distinto.

Los kurdos llevan luchando por derechos más básicos desde la caída del imperio otomano, tras la primera guerra mundial, lo que terminó con el grueso de los kurdos en la región viviendo en lo que hoy es el noroeste de Irak, noreste de Siria, sudeste de Turquía y noroeste de Irán.

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En Siria, cuando el partido Baath llegó al poder en 1963, prohibieron la lengua y bandera kurdas, y le quitaron la ciudadanía, pasaporte y documentos oficiales a cientos de miles de kurdos, dejándolos en las calles sin posibilidad de trabajar, estudiar, casarse o viajar. Muchos fueron deportados al noreste, donde están gran parte de las reservas de petróleo del país, mientras se establecían asentamientos árabes en las zonas kurdas. Los pueblos fueron renombrados con nombres árabes. Para sorpresa de pocos, en 2011 lo kurdos no dudaron en tomar la oportunidad para enseñarle el dedo a Asad.

Tras reportar sobre el predicamento kurdo durante años, cuando escuché que los kurdos sirios habían logrado hacerse del control de partes del noreste de Siria, no pude esperar para verlo con mis propios ojos.

Hace cuatro años, no tenía problema para cruzar la frontera entre Siria y Turquía con mi visa siria. Trincheras, campos minados y alambre de púas dividen a las familias kurdas entre la ciudad turca de Nusaybin y la ciudad siria de Qamishli. Sin embargo, en agosto pasado, la frontera quedó clausurada por la guerra civil.

“¿Cuándo vienes?” me preguntó mi contacto Salih Muslim por teléfono, parado a 200 metros de mí, del otro lado de la frontera. Después de mantener un bajo perfil durante años, en 2010 Salih se convirtió en líder del Partido de Unión Democrática Kurda (PYD), el partido dominante entre los kurdos sirios.

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“Me temo que tendré que tomar una desviación por el norte de Irak para llegar hasta ti”, le respondí. Para mi sorpresa, vi banderas kurdas, las cuales habían sido oficialmente prohibidas por el gobierno de Asad, ondeando sobre los edificios en la frontera. Cinco días más tarde, tras organizar un viaje hasta Erbil, la capital del Kurdistán iraquí, iba en camino. Mientras esperaba a que un traficante me ayudara a cruzar un campo minado entre la frontera del Kurdistán iraquí y Siria, me encontré con Jewan, un kurdo sirio exiliado de 26 años que quería regresar a ver a su familia por primera vez desde su arresto, tres años atrás, por haber escrito en kurdo para un periódico universitario bilingüe. Lo torturaron durante 27 días. Para liberarlo, su familia tuvo que pagar 2,500 dólares. Después escapó a Líbano por Turquía, antes de llegar a Erbil, donde vive actualmente.

Los civiles armados, quienes aseguraban pertenecer al Partido de los Trabajadores kurdo (PKK), controlaban la frontera del lado sirio. Comimos pan y té con ellos mientras esperábamos a que nos recogiera Rafik, el hermano de Jewan. El camino estuvo callado, fuera del crujir de las bombas en los campos petroleros donde las columnas de fuego iluminaban el camino.

“Muchas de estas tierras petroleras eran nuestras, pero Asad se las entregó a familias árabes del sur del país”, dijo Jewan.

Llegamos por la noche a Girkê Legê. La música kurda retumbaba dentro de tiendas y cafés, y un grupo de hombres inauguraban las oficinas de un partido político y se saludaban entre ellos: un beso en una mejilla, seguido de otros tres en la otra. Mientras Alepo era convertida en escombro por las fuerzas de Asad y las bazukas del Ejército Libre de Siria, la atmósfera en Girkê Legê era una de fiesta. Los kurdos retomaron el control de la región con relativa facilidad. Sólo hubo enfrentamientos menores con las tropas de Asad, y estos resultaron en pocas bajas. Esto levantó sospechas. Varios líderes políticos kurdos que habían permanecido escondidos hasta ahora me hablaron de una supuesta tregua y pacto secreto entre Bashar al-Asad y Salih Muslim. También hubo rumores de que este cambio de poder temporal y pacífico se debía a que Asad había sacado a sus tropas para desplegarlas en Damasco y Alepo, donde había gran cantidad de insurgentes, o de que dejar que los kurdos gobernaran su propia zona cerca de la frontera con Turquía era la respuesta de Damasco al apoyo turco del ELS. “No hubo ningún tipo de acuerdo con Asad”, me dijo Salih en Qamishli. “No tenemos ningún contacto con Asad, pero sí representamos al ELS en algunas localidades como Kobane, Qamishli y Afrin —todos pueblos kurdos— para coordinarnos y evitar pelear entre nosotros”.

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Los kurdos no sólo controlan sus propios retenes en las calles, también tienen centros improvisados para ayudar a resolver disputas familiares, ayudar con divorcios y albergar a mujeres maltratadas. La Primavera Árabe incluso llegó a los salones de clase, donde los maestros voluntarios enseñan a leer y escribir en kurdo, su idioma nativo que durante tanto tiempo les había sido negado.

Hablar de política también ha sido un poco tabú para los kurdos, pero los partidos políticos empiezan a surgir tras años de actividades clandestinas. Es evidente que el debate sobre si el Kurdistán sirio debería ser una región autónoma dentro de Siria es el primer asunto en la lista. Qereman Mehri, vocero del Partido

Yekiti, me dijo: “Queremos una región autónoma con fronteras bien definidas”. Sobre un mapa amarillento me dibujo un área ovalada que se extendía casi hasta el Mediterráneo a lo largo de la frontera entre Siria y Turquía.

Otros partidos también quieren derechos, pero consideran que el proyecto de región autónoma es poco realista. Ismail Ali Sheref, un líder local del Partido Democrático Kurdo de Siria (PDKS) era uno de ellos. “No podemos importar el modelo kurdo-iraquí al Kurdistán sirio porque la geografía no está de nuestro lado: no tenemos montañas que nos protejan de los árabes y los turcos”. A pesar de sus diferencias, tanto el Yekiti como el PDKS están entre los 16 partidos turcos que establecieron el Comité Supremo Kurdo en julio pasado, del que ya forman parte casi todos los kurdos sirios. La fundación de este comité fue un gran paso hacia la resolución del conflicto entre los distintos partidos y clanes.

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También cabe resaltar que el noreste de Siria, y en particular Qamishli, es una zona con un gran número de cristianos. Muchos cristianos se tatúan crucifijos y símbolos asirios para distinguirse de sus vecinos musulmanes. Sin embargo, el negocio de tatuajes local debe estar pasando por su peor momento, porque no es buena idea tatuarte un crucifijo en el brazo cuando existen amenazas de decapitar cristianos en los retenes del noroeste del país. Algunos cristianos me dijeron que no estaban felices de que los kurdos controlaran la zona, pero todos estuvieron de acuerdo que sería mucho peor si la región caía en manos del ELS.

Tras décadas de vivir en las sombras, los partidos políticos kurdos en Siria han empezado a aflorar. Un hombre vestido con ropas tradicionalmente kurdas convocó a una multitud durante una junta del Partido Democrático Kurdo de Siria en Dama, al noreste de Siria.

Hasta el año pasado, Siria era uno de los destinos favoritos para los cristianos que huían de la violencia sectaria en Irak. Hoy, tanto los residentes de antaño como los recién llegados, quieren escapar. “Quiero a Bashar al-Asad porque nos dio seguridad. Si los kurdos pueden hacer lo mismo, entonces no me opongo a su mandato. Sólo quiero vivir”, me dijo un cristiano dueño de un hotel con alberca.

Por ahora, los cristianos en el noreste parecen depender de los kurdos para su seguridad, pero el futuro no pinta bien para los kurdos. Si Asad aplasta a la oposición, permanece en el poder y decide dejar de castigar a los kurdos rebeldes (lo que no parece probable) y permite una región autónoma kurda, muchos temen que Turquía lanzaría una campaña militar similar a la que acabó con los pueblos de pastores en las montañas del Kurdistán iraquí.

Salih me dijo que Turquía ya envía a soldados del ELS a la zona para crear problemas y desestabilizar a la región, y agregó: “Por desgracia, el ELS no es un grupo consolidado. Hay extremistas en sus filas y hasta las milicias reciben órdenes directas de Turquía”. Si los kurdos sirios logran obtener derechos democráticos, eso sería un enorme avance para los kurdos.

Los kurdos en Siria han sufrido bajo las botas de Asad durante casi 50 años, pero cada vez les preocupa más el papel de los grupos salafistas dentro del Ejército Libre de Siria. No importa cuál sea el resultado de la guerra, Salih insiste que los kurdos sirios sólo buscan existir dentro de las fronteras de Siria, sin tener que pintar nuevos límites. Por ahora, lo que ha sido llamado la Primavera Árabe es sólo eso: un movimiento por y para árabes. Los kurdos en Siria están muy conscientes de esto y sólo el tiempo dirá si podrán mantener su distancia con Asad, el ELS y Turquía.