FYI.

This story is over 5 years old.

Cultură

James Franco me enseñó sus fotos de travelo

Paseando con el actor en la inauguración privada de su exposición de fotos vestido de mujer en una galería de Nueva York.

Nun yes tú, nun yes, nun yes tu qué vas a ser. Presumís de ser buen mozu y agora yes una muyeeeeer. Fui con esta estrofa de Los Berrones en la cabeza todo el trayecto en metro hasta la 25 con la octava avenida para asistir a la inauguración privada de una expo de autoretratos de James Franco travestido. Esa misma noche la abrían al público en una galería bajo el High Line y la cola daba la vuelta a la manzana. En el interior apenas quince personas contemplando las fotos en blanco y negro del actor valoradas entre los 6.000 y 15.000 dólares. Al día siguiente me encontré esta otra foto de aquí abajo en la que los dos estamos contentos y él acaricia un gato imaginario. Para adquirirla hay que soltar 75 dólares, por eso el pantallazo cutre. Perdón.

Publicidad

Sobra decir que yo a James Franco no le conozco de nada. Lo único que nos une es que es colaborador de VICE y que ambos coincidimos este mes en Nueva York, donde él preparaba la obra De ratones y hombres y de paso flirteaba con una menor de edad a través de las redes sociales. No sé si ese escándalo fue una estrategia de marketing ni me importa. Lo único que me importa es que gracias a ello descubrí su Instagram que, sinceramente, regala imágenes bastante mejores que las que nos ofrece en su carrera seria como artista. Sube mierda sin filtro. Sobre todo selfies absurdos (en cama recién despierto, comiendo pasteles en el coche…) pero también bragas con su cara.

Dicho esto, conviene aclarar que con las 69 instantáneas que ha agrupado bajo el título de New Film Stills nuestro querido chalado pretende ir más allá de la provocación fácil de aquella portada que hizo para la revista Candy y lo que busca es rendir homenaje a Cindy Sherman y sus Untitled Film Stills de finales de los setenta. Así me lo explicaba el propio Franco, botellín de Brooklyn Brewery en mano, ante esas estampas suyas con peluca llorando rimel, fumando en un porche o tumbado casi en pitos; cuando un crítico aparentemente piripi y con pajarita intentó montar un pollo que se quedó en pataleta ridícula. Fue lo más trepidante de nuestro encuentro, así que nos hicimos una autofoto hinchando papos y cada uno por su lado.

Él no sigue a nadie pero tú puedes seguir a Iago Fernández en twitte