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A una semana de la fogata navideña

Una crónica de las protestas que marcaron el último viernes 13 del año.

“¡Préndanlo, préndanlo, préndanlo!…” Al grito, que comenzaron algunos de los manifestantes en el cruce de las avenidas Insurgentes y Reforma, respondieron los jóvenes ataviados —en su mayoría— con prendas negras: un pequeño grupo hizo un círculo y preparó un coctel molotov. Un brazo lo lanzó con fuerza. El árbol de navidad decorado con logos de Coca-Cola comenzó a arder. El crepúsculo caía en la Ciudad de México. Era el viernes 13 de diciembre y la policía se acercaba desde la Alameda. El humo negro subía por los aires.

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La acción formó parte de las protestas convocadas contra el aumento de la tarifa del Sistema de Transporte Colectivo (STC) Metro, de tres a cinco pesos (66.66%), luego de que las autoridades aplicaran una consulta a siete mil 200 usuarios en un universo que asciende a 5.2 millones en promedio al día.

El árbol, armado con festón, varillas y tubos, se consumía. “¡A huevo, banda!”, gritaba una joven. Todos chiflaban. “¡Saquen los malvaviscos!”, seguía la muchacha, mientras pingüinos, esferas, renos y corcholatas de refresco con la imagen oficial del Gobierno del Distrito Federal (GDF), y estrellas, se derretían ante el calor. Los más de tres mil manifestantes coreaban “¡No que no, sí que sí, ya volvimos a salir!” Una sirena se escuchaba cerca. El humo negro subía. Una tensión electrizante llenaba el aire.

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Antes de las cuatro un joven con una máscara de Mancera repartía atole en pequeños vasos en la entrada de la estación de Metro Hidalgo. Un grupo de chicos lo secundaba con pancartas que dejaban claro la intención de compartir la ancestral bebida de maíz: “Mancera y sus encuestas: atole con el dedo”. Los usuarios pasaban por la puerta, gratis. En ese momento, al otro lado, en otra entrada, un señor improvisaba una cartulina para mostrar su apoyo a un grupo de chicos que bailaba al son de unos tambores: “¡Peña, Mancera, la misma chingadera!”

Era hora de partir al Monumento a la Revolución (sede desde septiembre del plantón de la CNTE contra la Reforma Educativa): la marcha partiría de allí al Zócalo. Desde avenida De la República entraban los pequeños grupos alzando el puño, luego tomaban su lugar detrás de una manta con una fotografía del rostro sonriente del jefe de gobierno y la leyenda: “Retráctate del aumento”.

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El sol comenzó a caer mientras la marcha avanzó por Reforma y tomó la avenida Juárez rumbo a Madero; sin embargo, en el Hemiciclo a Juárez una línea de granaderos cerró el paso. La gente dudó sí seguir adelante y enfrentar a los policías o emprender una retirada táctica. La discusión en el círculo de los jóvenes de negro (anarquistas, muchos de ellos) se tornó intensa: seguir y enfrentarse solos al bloqueo o mantenerse con el grueso de la marcha.

Los contingentes retrocedieron con la consigna de bloquear el cruce de Reforma e Insurgentes. Una vez allí la discusión se abrió de nuevo, algunos querían seguir hasta el Ángel de la Independencia y comenzaron a caminar; no obstante, la mayoría permaneció bloqueando el cruce: “¡Si no estamos celebrando ni madres, ¿para qué vamos al Ángel?!”, se escuchó entre un grupo de chicas. Las rechiflas obligaron a los pocos que caminaban a regresar. En medio de la incertidumbre y el coraje, alguien gritó: “¡Hay que quemarlo!” y algunos voltearon. Se refería al árbol de Coca-Cola, reluciente en la acera.

Acto seguido, los de negro comenzaron a patear las protecciones y algunos activistas intentaron impedírselos. En ese barullo, un chico con el rostro cubierto saltó al interior de las rejas que protegían la estructura de veinte metros y arrancó una esfera roja con una locomotora blanca impresa. La acción llenó de arrestos a otros para seguir con el ataque. Una pequeña lona del GDF cubrió al círculo de manifestantes para improvisar un coctel. Esto duró apenas unos minutos. Luego el fuego de un trapo mojado con combustible que salía de una botella se impactó contra la estructura del árbol navideño de una de las refresqueras más grandes del mundo.

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La sirena era de los bomberos de la Estación Ave Fénix, ubicada a unas cuadras del cruce de Insurgentes y Reforma. La policía estaba lejos. El camión de matafuegos se estacionó frente al árbol en llamas y el chorro de agua comenzó a extinguirlas. “¡No se metan tanto, cuidado cabrones!”, se escuchaba en una bola de reporteros gráficos que buscaban el mejor ángulo del bombero que sostenía la manguera que terminaba rápidamente el incendio. Era momento de dispersarse. La policía ya no estaba tan lejos y los manifestantes lo sabían.

Tres cuartas partes del árbol de Coca-Cola se calcinaron y los inconformes habían desaparecido; sin embargo, la policía recibió órdenes y comenzó a moverse en dirección al poniente. A pie, las filas de botas y escudos siguieron sobre Reforma y dieron vuelta en Génova y calles aledañas. La marabunta sabía que los inconformes se reunían en algún lugar, contagiados por el calor emanado minutos antes y un grupo de periodistas independientes que estuvimos todo el día documentando las protestas, seguimos a los uniformados.

La policía capitalina detuvo a tres jóvenes como presuntos responsables de la quema: los menores Ilse Abril y Luis Martín, y el estudiante de bachillerato Luis Fernando Bárcenas Castillo, a quien se le acusó delos delitos de ataques a la paz pública y asociación delictuosa. Bárcenas Castillo fue declarado formalmente preso y trasladado al Reclusorio Norte, mientras que los dos menores fueron ingresados a una comunidad especializada para adolescentes por el delito de asociación delictuosa.

En redes sociales, grupos de activistas y organizaciones como el Frente Oriente, la Liga de Abogados 1° de Diciembre y el Comité Jurídico de Derechos Humanos de #YoSoy132, comenzaron a difundir imágenes de Bárcenas Castillo para exigir su libertad. El joven de 19 años es identificado por estas organizaciones como un preso político más encarcelado este año por el gobierno de la ciudad.

@altermundos